Evangelio según San Juan 16,12-15.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’“.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
En mi primer año de universidad, cursé un curso de “Religiones del Mundo“. Recuerdo el día en que el profesor nos contó un mito, una idea importante para intentar comprender cosas que van más allá de nuestra experiencia y conocimiento. A menudo pensamos en un mito como una historia inventada, pero en realidad un mito esconde un significado más profundo. Era la historia de un pez y un pájaro. Un día, el pez nadó demasiado cerca de la orilla y se encontró varado. Se retorcía e intentaba volver al agua cada vez que llegaba una ola. Un pájaro volaba sobre él y vio la lucha del pez. Bajó volando y le dijo: “No te preocupes, Sr. Pez, puedes volar conmigo a mi nido“. Sin embargo, el pez no tenía ni idea de lo que era un nido ni de lo que era volar. Eran realidades para el pájaro, pero desconocidas para el pez.
A veces, cuando nos enfrentamos a misterios en nuestra vida de fe, como la Trinidad, la Eucaristía o incluso la vida eterna, somos como ese pez, buscando maneras de comprender y expresar el misterio que se nos presenta. Aunque parezca increíble, pensé en eso cuando leí por primera vez el Evangelio (Juan 16:12-15) de este fin de semana, la Fiesta de la Santísima Trinidad. El Evangelio habla del profundo misterio de la Santísima Trinidad y de la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu Santo. Hoy celebramos este misterio: tres Personas en un solo Dios. Por nuestro Bautismo, entramos en la vida con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y Dios ha entrado en nuestra vida. Toda nuestra vida espiritual se trata de relacionarnos con Dios: en la oración, a través de las Sagradas Escrituras, de los Sacramentos de la Iglesia y de nuestra participación en la comunidad cristiana. Todas estas son maneras en que Dios se acerca a nosotros y nos invita a una relación, una amistad y una intimidad con Él. Dios no nos mantiene a distancia, ni quiere que lo mantengamos a Él a distancia. Así como Jesús habla de su unidad con el Padre y el Espíritu, quiere que compartamos esa intimidad y esa vida. Es nuestra herencia a través del Bautismo. No solo es posible, sino que es la voluntad de Dios. Si hacemos nuestra parte, abriéndonos a la gracia y al poder de Dios, experimentaremos esa unidad con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Primera Lectura del Libro de Proverbios (8,22-31) presenta una imagen interesante: Dios quiere poseernos. A menudo, debido a la gran cantidad de libros y películas a lo largo de los años, cuando oímos hablar de posesión, pensamos en ser poseídos por el mal. Pero Dios quiere poseernos, vivir tan íntimamente en nosotros que sintamos una unión profunda y personal con Él.
En la Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos (5,1-5), encontramos a San Pablo recordando a la primitiva comunidad cristiana de Roma su salvación por Jesús el Señor, uniéndonos así al Padre. Nos asegura y nos da confianza en que, a pesar de las aflicciones y las dificultades, el Espíritu Santo que hemos recibido nos llenará de fe, esperanza y amor.
Es un reto para nosotros expresar la Santísima Trinidad, tanto para nosotros como para los demás, ya que es un misterio tan profundo. Una de las experiencias personales que he tenido, y que me ayudó a expresar mi relación con la Santísima Trinidad, surgió durante el retiro de un mes de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Durante el retiro, San Ignacio indica al ejercitante que dirija su oración, según el pasaje bíblico o la gracia que se busca, a una persona específica de la Trinidad. Por ejemplo, al reflexionar sobre la belleza de la creación, le indica que ofrezca su oración al Padre, pidiendo una gracia particular. Cuando la oración y la reflexión se centran en el discipulado de Jesús o en el misterio pascual, le indica que su oración debe ser dirigida a Jesús. Y en otros casos, al pedir gracias y favores particulares, le indica que ofrezca su oración al Espíritu Santo. Debo admitir que esta experiencia me ayudó enormemente a comprender y valorar la singularidad y la personalidad de mi relación con cada miembro de la Santísima Trinidad, tal como lo es mi relación con tres miembros de mi familia, tres amigos o tres miembros de mi comunidad. Esto supone un cambio con respecto a la actitud común de muchos que solo hablan de orar a «Dios», sin distinción de personas. ¿Significa eso que si diriges tu oración a Jesús, cuando debería ser al Padre, se queda en un lugar sin respuesta, sin ser escuchada? ¡No! Pero creo que comprender y valorar la naturaleza única de cada persona, y nuestra relación única con ella, mejora nuestra comunicación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Este Domingo de la Trinidad es una oportunidad no solo para celebrar nuestra participación en la vida del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sino también para comprometernos a una comunicación más frecuente, sincera y significativa con Dios. Así como las redes sociales de hoy nos conectan con todo el mundo, pero muchas personas aún se sienten solas, existe el potencial para una comunicación profunda y significativa. Del mismo modo, en nuestra vida con Dios, existe el potencial para una vida más profunda y significativa con Él, a través de la oración, la Palabra, los Sacramentos (en particular la Eucaristía) y la participación en la vida comunitaria. En ambos casos, depende de nosotros. O nos abrimos a la comunicación y a una relación más profunda, o seguimos como estamos. Es un riesgo, pero como todos sabemos por nuestras relaciones familiares y de amistad, vale la pena el riesgo, el tiempo y la energía, porque el amor y la cercanía que sentimos son una gran recompensa.
Abrirnos en este Domingo de la Trinidad a una relación más profunda con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo también implica un riesgo, dedicar tiempo y energía a fomentar esa comunicación y relación, pero la recompensa es grande: la gracia de Dios aquí y ahora, y la vida eterna por venir.
BEATO FLORIBERT BWANA CHUI
«Recuerdo el testimonio de un joven como ustedes, Floribert: con tan solo veintiséis años de edad, fue asesinado en Goma por haber obstruido el paso de productos alimenticios en mal estado, que habrían dañado la salud de la gente. Podía haberlo ignorado, no lo habrían descubierto e incluso se habría beneficiado. Pero, como cristiano, rezó, pensó en los demás y eligió ser honesto, diciendo no a la suciedad de la corrupción. Eso es mantener no solo las manos limpias, sino el corazón limpio». Son palabras que el papa Francisco dijo sobre Floribert Bwana Chui, delante de miles de jóvenes congregados en el estadio de Kinshasa el 2 de febrero de 2023, durante su viaje a la República Democrática del Congo. ¿Quién era este joven de la Comunidad de Sant’Egidio que fue asesinado en julio de 2007 porque rechazó un intento de soborno y que se erigió así en ejemplo de cómo no caer en la dictadura del dinero?
GOMA (CONGO), UNA CIUDAD QUE NO CONOCE LA PAZ
Floribert nació el 13 de junio de 1981 en Goma, capital de Kivu, en el este de Congo. Vive en una región que no conoce la paz: una tierra rica, con una naturaleza exuberante, pero políticamente compleja y atormentada, azotada por un largo y sangriento conflicto. Durante sus estudios, que culminan con un título de grado en Derecho, conoce la Comunidad de Sant’Egidio que lo lleva a visitar a los pobres, especialmente a los maibobo, nombre con el que se conoce despectivamente a los niños de la calle en la región de los Grandes Lagos. Pero Floribert los ve de otro modo. A través de la Escuela de la Paz él quería que estudiaran y quería ayudarles a convertirse en los congoleños del futuro. Va a trabajar a Kinshasa, a la Oficina Congoleña de Control, la agencia estatal que se ocupa de comprobar la calidad de las mercancías que entran al país, pero tras un periodo de formación en una capital llena de oportunidades, donde se habría podido quedar, decide volver volver a su Goma, donde estaban sus amigos, su prometida y los niños de la calle a los que se sentía unido.
Uno de ellos, Jonathan, lo había conocido porque, tras subir a una barca en Bukavu, en el sur de Kivu, quizás por haber discutido con sus padres, había terminado solo en la calle de Goma. Floribert no sabía ni su edad porque no tenía documentos, ya que la inscripción en el registro civil en el Congo es un procedimiento complicado y caro. Entre ellos, a pesar de las dificultades, nace una profunda amistad, hasta el punto de que Floribert, con su sueldo de funcionario de la aduana, se brinda a pagarle los estudios.
Francesco Tedeschi, sacerdote de la Comunidad de Sant’Egidio, que fue amigo de Floribert y posteriormente postulador de la causa de su beatificación, recopila testimonios sobre Floribert. Uno de ellos es el de Jonathan. «Cuando lo vi por primera vez, me dio miedo. Iba bien vestido, y una persona así normalmente no se acerca a los niños de la calle, no les habla. Pero vino directo hacia mí, como si me estuviera buscando. Pensé que escondía algo, que tenía intención de hacerme daño. Por eso me puse en guardia. Pero empezó a hablar conmigo y me invitó a lo que llamaba la Escuela de la Paz. Yo no me fiaba, no quería ir, se lo dije. Pero me impresionó su insistencia. Fue toda una sorpresa, Porque yo no era de su familia, pero él venía a buscarme, me preguntaba cosas, se preocupaba por mí». Cuando Jonathan le pregunta por qué le ayudaba, Floribert contesta: «Porque para Dios todos son iguales, tienen los mismos derechos. Dios sienta a todos los pueblos a la misma mesa». Al igual que Jonathan, muchos otros niños de la calle se hacen amigos suyos.
En Goma Floribert empieza a trabajar en la aduana de la frontera con Ruanda. Se trata de un cargo de responsabilidad en una frontera caliente que cruzan ejércitos de milicianos y oleadas de refugiados, pero también muchas mercancías. Como controlador del estado de los productos, su trabaja consiste en comprobar la calidad de los productos alimentarios y detectar posibles infracciones: productos alterados, en mal estado y nocivos para la salud. Empieza a trabajar en abril de 2007 y rápidamente se encuentra con un caso de productos en mal estado. Intentan sobornarle por todos los medios y le ofrecen mil dólares, luego dos mil y luego más. Pero él dice no, un no que no se podía comprar. Piensa en sus niños de la calle y se pregunta: «¿Representa un peligro para la vida de la gente autorizar la comercialización de productos alimentarios caducados?». Le confiesa a una amiga suya, sor Jeanne-Cécile Nyamungu, médica cirujana del Hospital de Goma: «El dinero desaparecerá pronto. En cambio, ¿qué habría sido de las personas que consumieran aquellos productos? Si acepto ese dinero, ¿vivo en Cristo? ¿Vivo para Cristo? Como cristiano no puedo permitir que se sacrifique la vida de la gente. Es mejor morir antes que aceptar ese dinero».
Llegamos así al terrible sábado 7 de julio de 2007, cuando Floribert es obligado a subir a un automóvil al salir de una tienda. Las operaciones de búsqueda son infructuosas. Dos días más tarde, al mediodía, un motociclista lo encuentra sin vida. Su cuerpo tiene las señales de los golpes y de la tortura sufrida durante las horas de cautiverio. La autopsia certificará que murió el 8 de julio, el día que se ha convertido en su fiesta en el calendario de la Iglesia.
BEATIFICACIÓN EL 15 DE JUNIO
La historia de Floribert también nos dice que podemos resistir al mal y abrir el camino de la esperanza en un futuro que muchas veces se niega a los jóvenes africanos. En su introducción a El precio de dos manos limpias, de Francesco De Palma –primer libro sobre la vida de Floribert Bwana Chui, que salió en 2014– Andrea Riccardi destaca la fuerza que la derrota de los hombres de paz y de fe deja en herencia: «Es una historia muy triste, que demuestra la fuerza de la corrupción y el clima de violencia. Pero también es la historia de la ‘fuerza débil’ de un joven que cree. Muestra el camino de la resurrección de África, que empieza por los jóvenes y los laicos».
La fase diocesana del proceso de beatificación, que se abrió en marzo de 2015, termina el 9 de diciembre de 2018. El 25 de noviembre de 2024 el papa Francisco autoriza al Dicasterio para las Causas de los Santos a promulgar el decreto de reconocimiento del martirio “por odio a la fe” de Floribert Bwana Chui y empieza el proceso de beatificación.
El domingo 15 de junio de 2025 será proclamado beato con una celebración en la Basílica de San Pablo Extramuros presidida por el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro, que contará con la participación de la Comunidad de Sant’Egidio, la Iglesia congoleña, con el obispo de Goma, y muchos fieles que creen en un futuro de paz y de resurrección para África.
Fuente: www.santegidio.org