Tolebrio procesado

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El virrey de los caviares

Por Martha Meier Miró Quesada- Diario EXPRESO.
El fundador y virrey de la ‘nación caviar’, es decir, Alejandro Toledo, se entregó a las autoridades estadounidenses en acatamiento de la orden impartida por el juez Thomas S. Hixson. El hecho marca el principio del fin de una casta políticamente podrida que ha ejercido su poder en el país durante los últimos 23 años: los caviares, esos autodenominados la reserva moral del Perú y responsables de propagar el odio y de sembrar la leyenda negra sobre Alberto Fujimori y, posteriormente, sobre Alan García.
Los caviares han sido maestros de la manipulación y la distorsión de la realidad, lo que les ha permitido perpetuarse en el poder y enriquecerse a expensas del Estado. Su discurso hipócrita y sus acciones deshonestas han generado un clima de desconfianza y confrontación en la sociedad, que ha sido instrumentalizado en aras de sus intereses. El Perú necesita una renovación política, que ponga fin a la impunidad y a la corrupción, y que permita un desarrollo sostenible y equitativo para todos.
¿Qué estrategia adoptará el poderoso equipo de abogados de Toledo para evitar la extradición de su cliente?¿Insistirán en que es un hombre inocente, a pesar de las pruebas que lo señalan como responsable de graves delitos de corrupción? Con la cobardía que le caracteriza, Toledo dijo “no me maten en la cárcel”, y la frase dio la vuelta al mundo. Vergüenza.
Los colaboradores del régimen de Toledo, esos mismos que se enriquecieron a costa del país y que inventaron atrocidades sobre el Fujimorismo y el Alanismo, ahora hacen leña del hombre que los encumbró a la cima del poder. Son unos muertos de hambre que no tienen reparo en cambiar de opinión como de camisa, y que carecen de decoro.
Uno de ellos, Gino Costa, se apresuró a desmarcarse del gobierno del que fue parte. En su cuenta de Twitter, ha expresado su apoyo a la justicia peruana y estadounidense por la captura de Toledo, olvidando convenientemente su pasado como defensor a ultranza de ese régimen podrido y de su alcohólico líder.
Es evidente que estos oportunistas y sobones no tienen principios ni valores, y están dispuestos a decir lo que sea con tal de mantener su statu quo. Pero su tiempo ha llegado, y la justicia ha comenzado a poner las cosas en su lugar, o al menos eso parece.
Si el protegido del anticristo George Soros, llega al Perú, puede terminar en el fundo Barbadillo donde se encuentran el presidente Fujimori y el golpista Pedro Castillo, quien hasta 2017 perteneció a su partido.
El hombre es acusado de recibir un soborno de millones de dólares por la concesión de la carretera Interoceánica; según versión de Barata, representante de la brasileña Odebrecht.
La era de la impunidad de la ‘nación caviar’ podría estar llegando a su fin si Toledo habla y aquellos que durante tanto tiempo han abusado del poder saldrán por fin de escena.

¡Hacinados!

Por Mario Ghibellini– Revista SOMOS- Diario El Comercio
Cuando le toquen la puerta del lugar donde se oculta, el ex presidente Toledo podrá pretender que es otra persona y decir con voz fingida que el hombre al que buscan se encuentra “en una reunión de facultades”, pero ya se sabe que sus posibilidades de coronar con éxito un solo engaño más en esta vida son francamente escasas. Así que, cálculos agoreros aparte, lo más probable es que pronto lo tengamos de regreso en el país y necesitado de un alojamiento en donde pasar el año y medio de prisión preventiva que la justicia le ha dictado. Y la verdad es que, para adivinar en dónde podría terminar instalado, no hay que pensar mucho.
PATRULLA BARBADILLO
El encierro de un ex jefe de Estado, como es lógico, requiere de un espacio peculiar. Nada de Piedras Gordas o Lurigancho. Su pasada investidura le da derecho a algo así como la ‘suite presidencial’ de los penales. Y resulta que en el Perú ese lugar ya existe.
Nos referimos, por supuesto, al fundo Barbadillo, donde ya otro ex mandatario –el ingeniero Fujimori– pasa los días a la sombra. Y a donde, para cumplir con el imperativo de austeridad que debe primar en el Estado, tendría que ser enviado también Toledo.
Pero, ¿imagina alguien cómo sería la convivencia de estos dos ex presidentes, antes enfrentados en la lucha política y de pronto hermanados en las galeras? ¿Mantendrían intacta la mutua inquina o desarrollarían una tolerancia que, eventualmente, podría mutar en camaradería? Los domingos sin visita se hacen largos y la perspectiva de una parrillada en la que uno pone las carnes y el otro, el trago, puede acabar convirtiéndose en una manera de atravesar con ilusión la semana. Quién sabe.
El problema, no obstante, es que aun ese frágil arreglo de complacencia pronto podría verse amenazado. Porque para nadie es un secreto que también otros ex mandatarios están peleando por estos días su clasificación a ese mismo ‘resort’ (con lo que, en un futuro no muy lejano, podríamos terminar con una auténtica ‘patrulla Barbadillo’) y por ‘cosito’ que fuera cualquier nuevo inquilino del local, la situación se tornaría obviamente un poco apretada.
Sin embargo, lo que realmente provocaría en la Diroes uno de esos hacinamientos de pesadilla, típicos de las cárceles peruanas, sería la llegada de algún pez gordo. Uno de esos que consumen mucho rancho y dejan poco espacio. Y que, sobre todo, se convierten en ‘taitas’ nada más transponer el umbral del pabellón al que han sido asignados.
¿Se imagina alguien las reyertas que podrían desatarse en el patio por la sola circunstancia de que hay un interno que ronca en el ambiente que tendrían que compartir como dormitorio, o por la posesión del control remoto de la televisión? ¿Pueden figurarse los amigos lectores las requisas a medianoche que motivaría, por ejemplo, la brusca desaparición del único pomito de alcohol que se guardaba en el tópico médico, o el forcejeo que se produciría por quitarle el cuerpo al turno de limpieza de los servicios higiénicos?
Un infierno sin duda. Pero al mismo tiempo, cómo no resaltarlo, una inesperada manifestación de justicia poética.

Fiscal Juárez pediría 34 años de prisión para Martín Vizcarra

Habría cometido delitos de colusión agravada, cohecho pasivo propio, usurpación y asociación ilícita.

Por Janet Leiva- Diario EXPRESO.
La etapa de revisión y acopio de pruebas contra el expresidente Martín Vizcarra culminó para el Equipo Especial de la Fiscalía para el caso Lava Jato, y ahora al presentar su acusación podría pedir una pena de hasta 34 años de prisión en su contra por recibir supuestas coimas de las empresas ICCGSA y Obrainsa por obras en Moquegua.
Vizcarra es investigado por el fiscal Germán Juárez en calidad de autor por los delitos de colusión agravada, cohecho pasivo propio, usurpación y asociación ilícita para delinquir y en condición de instigador se le investiga por los mismos delitos castigados por el Código Penal.
Fin de investigación preparatoria
Juárez Atoche, del Equipo Especial Lava Jato, culminó con la etapa intermedia (investigación preparatoria) y oficializó el procedimiento ante el Quinto Juzgado de Investigación Preparatoria. El siguiente paso es presentar la acusación o en su defecto decidir si lo excluye o archiva el proceso al ex ministro de Transportes y Comunicaciones del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.
Sobornos
Según los aspirantes a colaboradores eficaces, el ex candidato al Congreso por Somos Perú habría recibido un monto de S/1’300,000 de parte de ICCGSA para la adjudicación de la reconstrucción del Hospital Regional de Moquegua. Además, señalan que Obrainsa le habría abonado S/1 millón por la entrega del proyecto de irrigación Lomas de Ilo.
Durante la investigación, la Fiscalía incautó 21 propiedades a Vizcarra para asegurar un eventual pago de reparación civil al Estado. Asimismo, el fiscal Juárez adjuntó supuestas nuevas pruebas, entre ellas una lista de llamadas telefónicas que el exmandatario habría realizado a los propietarios de las empresas que construyeron el hospital y una red de irrigación en la árida región de Moquegua.

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