Papa Francisco en Kinshasa

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En su tercer día de la visita apostólica a la República Democrática del Congo, el Papa Francisco mantuvo un encuentro con los jóvenes y catequistas este 2 de febrero en el Estadio de los Mártires de Kinshasa.
A continuación, el texto completo de las palabras del Papa Francisco:
Gracias por el cariño, por la danza y por sus palabras. Estoy feliz de haberlos mirado a los ojos, de haberlos saludado y bendecido mientras festejaban levantando sus manos al cielo.
Ahora quisiera pedirles, quisiera rogarles, por unos instantes, no me miren a mí, sino miren sus manos. Abran las palmas de las manos, mírenlas atentamente. Amigos, Dios ha puesto en sus manos el don de la vida, el futuro de la sociedad y de este gran país.
Hermano, hermana, ¿tus manos te parecen pequeñas y débiles, vacías e inadecuadas para tareas tan grandes? Es verdad. Quisiera llamar tu atención sobre un detalle: todas las manos son similares, todas parecidas, pero ninguna es igual a la otra; nadie tiene unas manos iguales a las tuyas, por eso eres un tesoro único, irrepetible e incomparable.
¿Sabes una cosa? ¿Sabes una cosa? Nadie ¡nadie! en la historia puede sustituirte. Pregúntate entonces, ¿para qué sirven mis manos?, ¿para construir o para destruir, para dar o para acaparar, para amar o para odiar?
Ves, puedes apretar la mano y cerrarla, y se vuelve un puño; o puedes abrirla y ponerla a disposición de Dios y de los demás. Hagan todos esto. Esta elección, manos abiertas o cerradas, es la decisión fundamental que debemos hacer desde tiempos antiguos, desde Abel, que ofreció con generosidad los frutos de su trabajo, mientras Caín “se abalanzó sobre su hermano y lo mató” (Gn 4,8).
Y tú, que sueñas con un futuro distinto, de tus manos, puede nacer el mañana, de tus manos puede llegar al fin la paz que falta en este país.
Pero, concretamente, ¿qué es lo que hay que hacer? Quisiera sugerirles algunos “ingredientes para el futuro”, cinco, que pueden asociar a los dedos de la mano.
Al pulgar, el dedo más cercano al corazón, corresponde la oración, que hace latir la vida. Puede parecer una realidad abstracta, lejana de los problemas tangibles. Sin embargo, la oración es el primer ingrediente, el más esencial, porque nosotros solos no somos capaces. Es como un árbol sin raíces. Aunque sea grande y robusto, no se mantiene en pie por sí mismo.
Por eso, es necesario enraizarse en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios, que nos permite crecer cada día en profundidad, dar fruto y transformar la contaminación que respiramos en oxígeno vital.
Para conseguirlo, cada árbol necesita un elemento simple y esencial, el agua. Y es así, la oración es “el agua del alma”, es humilde, como el agua, no se ve, pero da vida. Quien reza, madura interiormente y sabe levantar la mirada hacia lo alto, acordándose que fue hecho para el cielo.
Fuente: www.aciprensa.com

Duras y contundentes palabras del Papa: «La experiencia alemana no ayuda. No es un Sínodo ni un camino sinodal serio»

Por – Zenit.org
«El peligro es que se filtre algo muy, muy ideológico. Y cuando la ideología se mete en los procesos eclesiales, el Espíritu Santo se va a su casa porque la ideología supera al Espíritu Santo», ha dicho también el Papa.
Desde que inicio el así llamado «camino sinodal alemán», el Papa había evitado pronunciarse sobre el mismo y cuando se le preguntaba remitía a la carta que él mismo escribió personalmente y envió a los obispos alemanes.
En la entrevista al Papa dada a conocer por AP el pasado 25 de enero, Francisco es interrogado por la situación alemana. La periodista aborda la cuestión en el contexto de –según ella– una supuesta «resistencia fuerte en todo el proceso [sinodal] porque ven lo que está ocurriendo en Alemania, donde está la bendición de parejas del mismo sexo, etcétera». Y pregunta: «¿cómo conciliar esa necesidad de desarrollar y escuchar y acompañar con un Vaticano que muy a menudo es el que también pone el freno?».
El Papa Francisco contesta directamente la cuestión y, contrario a solamente remitir a la carta previamente aludida, como sucedía en el pasado, refiere: «La experiencia alemana no ayuda, porque no es un Sínodo, un camino sinodal en serio, es un camino así llamado sinodal, pero no de la totalidad del pueblo de Dios, sino hecho por élites. Y sobre esto yo me cuido de hablar mucho, pero ya escribí una carta que me llevó un mes hacerla. La hice solo y cuando me pregunten, digo “vuelvan a la carta”».
Como parte de la respuesta el Papa recuerda el encuentro en Roma entre los obispos alemanes y algunos cardenales de la Curia Romana donde se trató el tema del camino sinodal alemán: “Después tuve reunión con ellos acá y ahora la Congregación para los Obispos, la Doctrina de la Fe y la Secretaría de Estado han hecho una precisión sobre tres o cuatro cosas que salieron en el diálogo aquí. El camino sinodal en Alemania está empezando desde las diócesis de los pueblos. Esto fue un poco elitista y no tiene todo el consenso procesal de un Sínodo como tal”. Y añade: «De todas maneras, hay diálogo y nunca hay que romper el diálogo para ayudar, ¿cierto? Pero la experiencia sinodal alemana está empezando o ha empezado en los obispados, como todos, con el pueblo de Dios, y va adelante. Acá el peligro es que se filtre algo muy, muy ideológico. Y cuando la ideología se mete en los procesos eclesiales, el Espíritu Santo se va a su casa porque la ideología supera al Espíritu Santo. De todas maneras, donde tengo diálogo, tienen buena voluntad, no tienen mala voluntad. Es un método quizás muy eficiencista. Qué curioso».
Finalmente, aludiendo a las cosas que una parte del episcopado alemán dice querer resolver, el Papa dice: «pero esto lo resolvés en base a ¿qué criterio? ¿En base a tu experiencia eclesial, tomando de la tradición de los apóstoles y traduciéndolo al día de hoy, o en base a datos sociológicos? Ahí está el problema, el problema de fondo. Pero hay que tener paciencia, dialogar y acompañar a este pueblo en su real camino sinodal y ayudar a este camino más elitista a que de alguna manera no termine mal, sino que también se integre en la Iglesia. Siempre tratar de unir».
Apenas dos días antes de la entrevista el episcopado alemán anunciaba oficialmente desde su página web ir adelante con una iniciativa previamente prohibida por el Vaticano.

El 25 de enero, Diego Valencia, sacristán de la iglesia de la Palma en Algeciras (Cádiz), fue asesinato a machetazos por un musulmán marroquí que antes profanó el templo.

El sacristán «fallecido»

Por Juan Manuel de Prada– www.religionenlibertad.com
Resulta muy llamativo y esclarecedor que, al expresar en sendos mensajes birriosos su pésame por el asesinato de Diego Valencia, sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, el doctor Sánchez y el pretendiente Feijóo utilicen idénticas palabras. Ambos hablan de un «ataque» ocurrido «en Algeciras», evitando mencionar la naturaleza del «ataque» y el lugar -un templo católico- donde se ha perpetrado; ambos se refieren a un «sacristán fallecido», como si hubiese muerto al llegar al término natural de su vida. Como no somos conspiracionistas, entendemos que el doctor Sánchez y el pretendiente Feijóo no se han puesto de acuerdo para escribir sus respectivos pésames; pero, no habiéndose puesto de acuerdo, las coincidencias de sus mensajes resultan todavía más estremecedoras, pues delatan el tipo humano o anélido al que ambos pertenecen.
El sacristán Diego Valencia no falleció, sino que fue asesinado. Y no fue asesinado por cualquier causa, sino in odium fidei, que es esa fosforescencia extraterrenal que envuelve con un halo la Iglesia de Cristo. Este odium fidei que subyace en todo martirio es de naturaleza preternatural, porque «nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas». Y, a juicio de Ernest Hello, se trata de una última prueba de las verdades de la fe, pues nada hay tan evidente como el odio que esa fe provoca en muchos: «Siempre estuvo allí la señal del odio -escribe Hello-; siempre el espíritu de la mentira persiguió con su invertido homenaje a la Cruz; siempre le ha dicho: ¡a ti sola es a quien odio, solo a ti en el mundo!». Pero este odium fidei puede expresarse de formas muy diversas: algunas ensañadas y feroces, propias de bárbaros, como nos demuestra el mahometano que macheteó a Diego Valencia; otras muy sibilinas y asépticas, propias de demócratas, entre las que debemos contar la podredumbre laicista, empeñada en esconder todo signo visible de lo sobrenatural, por considerar que ofende a la sensibilidad contemporánea. Y no hay mayor signo visible de lo sobrenatural que un martirio.
El doctor Sánchez y el pretendiente Feijóo, cortados por el mismo patrón, no pueden designar la naturaleza del crimen de Diego Valencia, porque su fosforescencia extraterrenal abrasa sus almas podridas. Por es recurren a eufemismo grimosos; por eso ambos, en el colmo de la infamia, afirman que el sacristán ha «fallecido». Vivimos en un continente maldito que ha decidido renegar de la fe que lo fundó. Para ello necesita mahometanos furiosos como el que macheteó a Diego Valencia; pero necesita también a tipo humanos o anélidos como el doctor Sánchez o el pretendiente Feijóo, que proscriben todo signo sobrenatural de la vida pública. El mahometano furioso y estos tipos anélidos actúan a modo de tesis o antítesis hegelianas, actuando como los brazos de una tenaza hasta alcanzar una síntesis común, que es la supresión de la fe.
Fuente: Diario ABC.

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