Santuario de la Mentorella

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Una experiencia espiritual

PEREGRINACIÓN AL SANTUARIO MARIANO DE LA MENTORELLA
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 29 de octubre de 1978
Desde la inauguración del Concilio Vaticano II he tenido posibilidad de residir en Roma varias veces, sea por los trabajos conciliares, sea por otras tareas qua me encomendaba el Papa Pablo VI.
En estas ocasiones de mi estancia en Roma he visitado con frecuencia el santuario de la Virgen de la Mentorella. Este lugar escondido entre los montes me atraía de modo especial. Desde él se puede abarcar y admirar la vista magnífica del paisaje italiano. Incluso unos días antes del último Cónclave estuve aquí. Y si hoy he deseado volver otra vez es por varias razones que ahora explicaré.
Antes quiero pedir disculpas a mis colaboradores, a las autoridades locales y a quienes se han ocupado de organizar y realizar este vuelo, porque mi venida les ha ocasionado una molestia más. Al mismo tiempo saludo cordialmente a los habitantes del vecino pueblo de Guadagnolo y a cuantos han acudido aquí de otras localidades cercanas. Saludo a los custodios de este santuario, los padres polacos de la Resurrección. y también al clero del contorno, con su obispo monseñor Guglielmo Giaquinta.
En el Evangelio de San Lucas leemos que María, después de la anunciación, fue a la montaña para visitar a su parienta Isabel. Al llegar a Ain-Karim puso toda su alma en las palabras del cántico que la Iglesia recuerda cada día en Vísperas: «Magnificat anima mea Dominum, Mi alma glorifica al Señor». He deseado venir aquí, a estas montañas, a cantar el Magnificat siguiendo las huellas de María
Este es un lugar donde el hombre se abre a Dios de forma especial. Un lugar donde -lejos de todo y al mismo tiempo cerca de la naturaleza- se habla confidencialmente con Dios mismo. Se siente en lo más hondo algo que es la llamada personal del hombre. Y el hombre debe dar gloria a Dios Creador y Redentor; en cierto modo debe convertirse en voz de toda la creación para decir en su nombre Magnificat. Debe anunciar las magnalia Dei, las grandes obras de Dios y, a la vez, expresarse a sí mismo en esta relación sublime con Dios, porque en el mundo visible sólo él puede hacerlo.
En las temporadas de mi estancia en Roma, este lugar me ha ayudado mucho a orar. Y por esto he querido venir también hoy. La oración, que es expresión en distintos modos de la relación del hombre con el Dios vivo, es también la primera tarea y como el primer anuncio del Papa, del mismo modo que es el primer requisito de su servicio a la Iglesia y al mundo.
En los pocos días transcurridos desde el 16 de octubre, he tenido la suerte de oír de labios de personas autorizadas, palabras que confirman el despertar espiritual del hombre moderno. Estas palabras -y ello es significativo- las han pronunciado sobre todo seglares que desempeñan altos cargos en la vida política de varias naciones y pueblos. Han hablado muchas veces de las necesidades del espíritu humano, que no son inferiores a las del cuerpo. Y al mismo tiempo han señalado en primer lugar a la Iglesia como capaz de satisfacer esas ansias.
Lo que ahora digo sea una primera respuesta, humilde, a todo lo que he oído: la Iglesia ora, la Iglesia quiere orar, desea estar al servicio del don más sencillo y, a la vez, más espléndido del espíritu humano, que se realiza en la oración. En efecto, la oración es la expresión principal de la verdad interior del hombre, la primera condición de la auténtica libertad del espíritu.
La Iglesia ora y quiere orar para escuchar la voz interior del Espíritu divino, a fin de que El mismo pueda hablar en nosotros y con nosotros, con los mismos gemidos inenarrables de toda la creación.
La Iglesia ora y quiere orar para responder a las necesidades que nacen de lo más profundo del hombre, que a veces está sumamente agobiado y acosado por las condiciones contingentes de la vida diaria, por todo lo que es temporal, la debilidad, el pecado, el abatimiento, y una vida que parece no tener sentido. La oración da sentido a toda la vida en cada momento y en cualquier circunstancia.
Por ello el Papa, en cuanto Vicario de Cristo en la tierra, desea antes que nada unirse a cuantos tienden a la unión con Cristo en la oración, en cualquier sitio en que estén o se encuentren: como el beduino en la estepa, las carmelitas o los cistercienses en la clausura profunda, o el enfermo en la cama de un hospital en medio de los sufrimientos de la agonía, o un hombre en actividad, en la plenitud de la vida, o las personas oprimidas y humilladas… en todos los sitios.
La Madre de Cristo fue a la montaña a decir su Magnificat. Que el Padre. el Hijo y el Espíritu Santo acojan la oración del Papa en este santuario y conceda los dones del Espíritu a todos los que oran.

El cardenal Wojtyla estuvo a punto de no poder entrar en el cónclave

Por JUAN ARIAS– Diario El País.
El cardenal Wojtyla, hoy Juan Pablo II, estuvo a punto de no poder entrar en el cónclave del cual salió elegido Papa. La noticia se supo por un motivo concreto: el viaje que el Papa realizará el domingo en helicóptero a un pequeño santuario a sesenta kilómetros de Roma, situado a mil metros de altura. Se trata de uno de los santuarios marianos más antiguos de Europa, muy venerado por los polacos porque la imagen de la Virgen es la misma que la del famoso santuario de Czestochowa. El papa Wojtyla cada vez que venía a Italia iba a visitarlo. La última vez fue precisamente el día que se abrió el cónclave. Cuando llegó a Palestrina le dijo al religioso que lo acompañaba que se quedara allí porque él quería subir a pie al santuario. Desde Palestrina son exactamente doce kilómetros de dura subida. Como se hacía tarde y el cardenal no llegaba, el religioso fue en coche a recogerlo. Lo encontró allí hablando con unos pastores, y le hizo una foto. Fue la última fotografía antes de ser Papa.
Cuando llegaron al Vaticano el maestro de ceremonias, monseñor Noe, estaba ya pronunciando el famoso extra omnes. Dos minutos más tarde y el cardenal futuro Papa se hubiese quedado en la calle.
El santuario es del siglo IX, pero la tradición afirma que existe desde los primeros siglos del cristianismo. En este santuario vivió un período San Benedicto, y los benedictinos lo habitaron hasta el siglo XV. Fue abandonado durante tres siglos hasta que Pío IX lo entregó a los padres resurreccionistas.
Hoy es la sede de la curia generalicia de esta congregación, y muchos de los religiosos son polacos.
«Este Papa, como dijo la radio italiana, trae locos a los periodistas». Al parecer se está confirmando la noticia que había corrido como rumor, según la cual el Papa estuvo de incógnito, vestido de negro, en el policlínico Gemelli, de Roma. A este hospital había ido al día siguiente de su elección para visitar al obispo polaco enfermo, monseñor Deskur. Pero era la primera salida del nuevo Papa y fue literalmente asediado por 3,000 enfermos y por cientos de periodistas, hasta el punto que comentó: «Por poco no me han tenido que hospitalizar a mí también». Con tanta algarabía el pobre obispo enfermo ni reconoció al Papa, el cual apenas supo que estaba mejor se fue, calladito, a visitarlo otra vez.
En el Vaticano empiezan a sentirse asustados, dijo a EL PAÍS un monseñor, porque «un Papa que se escapa y que firma autógrafos por la calle, como hizo cuando fue a Castelgandolfo, no estaba previsto ni en la imaginación».
Por otra parte, el cardenal Pericle Felici, que fue recibido por Juan Pablo II, ha sido confirmado en sus dos cargos curiales, del prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y de presidente de la Pontificia Comisión para la Revisión del Código de Derecho Canónico.
La confirmación no ha sido hecha pública de una manera explícita por la Santa Sede, pero la oficina de prensa del Vaticano, al anunciar la audiencia que el Papa había concedido a monseñor Felici, presentó a éste como actual titular de ambos cargos, por lo que los observadores vaticanistas han interpretado como segura la continuidad del purpurado al frente de las dos jefaturas.

El obispo polaco de los esquimales: una diócesis colosal, gélida, y sólo unos 11,000 católicos

Por Pablo J. Ginés – Religionenlibertad.com
El misionero polaco Anthony Wieslaw Krótki, de 58 años, es desde 2013 el obispo de Churchill-Bahía de Hudson, una diócesis ártica, con una superficie 4 veces más grande que toda España, pero en la que apenas viven unas 38,000 personas, de las que unas 11,000 son católicas, organizadas en una treintena de comunidades muy dispersas.
En esta diócesis está la pequeña y gélida ciudad de Iqaluit, con menos de 8,000 habitantes, que es la capital de Nunavut, al enorme y fría región autónoma canadiense de Nunavut, con unos 30,000 habitantes en total.
Aquí llegó el Papa en la tercera fase de su viaje a Canadá, visitó una escuela y saludó a los feligreses de la parroquia de la Asunción, que son minoría en la ciudad (la mayoría es anglicana). Iqaluit fue elegida para este viaje por poder alojar viajeros en sus instalaciones hoteleras y estar razonablemente comunicada con otras poblaciones inuit, ha comentado el obispo.

La parroquia católica de la Asunción en Iqaluit, capital de Nunavut (foto de David Venn en Nunatsiaq News).
Krótki ha explicado a VaticanNews en inglés algunas particularidades de su diócesis y sus feligreses. Señala que ya en 1996 su diócesis ártica fue la primera en emitir unas disculpas públicas y oficiales a los ex-alumnos de la única escuela residencial católica de la zona, que además solo funcionó 15 años.
Apunta que la escuela daba buena educación: muchos ex-alumnos se convirtieron en líderes en su sociedad, en el gobierno regional y en las negociaciones legales por la reclamación de tierras.
En esta diócesis enorme y casi sin sacerdotes, muchos laicos de etnia inuit (esquimales) son los que atienden las parroquias y comunidades. Muchas veces, los sacerdotes sólo pueden llegar a las parroquias en avión.
Como desde 2016 depende de la Congregación de los Obispos, y no ya de Evangelización de los Pueblos, oficialmente la diócesis no se consideraría territorio de misión… pero a todos los efectos se parece mucho a una misión remota y frágil.
En la parroquia de Iqaluit, dedicada a la Asunción de la Virgen, hay feligreses indígenas y una gran población multicultural no indígena.Líderes laicos y religiosos con experiencia
En la población de Nunavut, el 80% son inuit, y se declaran cristianos, principalmente siguiendo las tradiciones anglicana y católica romana. Nuestra diócesis fue una de las primeras en formar líderes laicos para asumir este tipo de función ya en 1968, pero hoy es un desafío atraer a la próxima generación de líderes que sufren el choque cultural asociado con la rápida modernización y el estigma social asociado por no vivir siempre una vida perfecta“, señala.
Los religiosos que han trabajado aquí han sido sobre todo los Oblatos de María Inmaculada (con mucha tradición misionera en zonas gélidas de todo el mundo) y las Monjas Grises de Montreal (las Hermanas de la Caridad, fundadas en Montreal en siglo XVIII por la viuda y religiosa Santa María Margarita de Youville, primera persona nacida en Canadá en ser canonizada).Tenemos la colección más grande de materiales bíblicos y litúrgicos impresos en un idioma indígena en Canadá, con un énfasis especial en los últimos años en el desarrollo de ayudas para líderes laicos. En muchos sentidos, los inuit siempre han sido parte integral de la difusión de las Buenas Nuevas en su tierra. Guiaron a los misioneros a visitar campamentos de avanzada, les enseñaron el idioma y les mostraron cómo recoger animales de la tierra y el mar. En algunas áreas, ellos mismos fueron los que llevaron el mensaje del cristianismo a otros campos“, explica el obispo.
Pero la ciudad de Iqaluit, como capital de Nunavut, tiene dificultades particulares. Muchos empleos técnicos necesitan una alta capacitación y se la quedan habitantes que no son inuit. Solo la mitad de los trabajadores son de la etnia local.
Hasta que el nivel de educación sea mayor, muchos de los trabajos profesionales no serán ocupados por personas locales, y esto crea una tensión porque el grupo de fuera de su territorio accede a las escasas viviendas“, apunta el obispo.

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