Misioneros Combonianos

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150 años de historia y misión

Los Misioneros Combonianos nacieron, hace 150 años, como fruto de la pasión de San Daniel Comboni por compartir la vida, la esperanza y la fuerza liberadora del Evangelio de Jesús con las gentes de África.
Esa misma pasión ha guiado a los Combonianos en su servicio misionero a lo largo de una historia sembrada de luchas, alegrías, límites y, sobre todo, de un compromiso apasionado con los pueblos en África, y en otras partes del mundo, con quienes han compartido su vida y misión.
Comboniano Gianni PacherPadre Gianni Pacher MCCJ (09.03.1954–30.03.2009)
Por Padre Romeo Ballan MCCJ.
El Padre Gianni Pacher, nacido en Levico (Trento) el 9 de marzo de 1954, era hijo de una familia de profundas raíces cristianas y empeñada en el campo educativo y social. Su padre Alejandro y su madre Ana María dieron a sus cinco hijos una sólida formación religiosa y profesional. El mismo Gianni había conseguido el título de constructor técnico. Pero el Señor había definido su camino: el de sacerdote misionero. A los 22 años entró al noviciado de los Combonianos en Venegono Superiore (Varese), a los 24 hizo sus votos religiosos e inició sus estudios teológicos en la Universidad Urbaniana de Roma; siguió un año de experiencia misionera en Perú y la ordenación sacerdotal en Levico el 13 de febrero de 1982, de manos de Monseñor Eduardo Mason. Enseguida después, salió para el Perú donde permaneció más de cinco lustros, excepto por un breve período (poco más de un año, en el 2000) como responsable de la comunidad de Limone sul Garda, en la casa natal de nuestro Fundador. Perú fue su patria misionera, a la que se dedicó con alma y cuerpo, corazón e inteligencia, energías y esperanzas. Las comunidades misioneras en las que trabajó se encontraban en los Andes, en Lima, y en la selva del Perú, en Yanahuanca (a 3.300 m.); en Lima trabajó en la redacción y difusión de las revistas combonianas “Misión sin Fronteras” y “Aguiluchos”, donde trabajamos juntos durante algunos años. Después, otra vez, en la misión más alejada y difícil de llegar: Pozuzo, entre los Andes y la selva amazónica (lugar de la primera presencia comboniana en Perú y en América, desde el 1938). Fueron 20 años de vida dura en zonas peligrosas debido a la presencia del terrorismo cruel de los movimientos ‘Sendero Luminoso’ y ‘MRTA’, que dominaban en los Andes y en la selva amazónica con la complicidad de los narcotraficantes. Las muertes de campesinos y de autoridades civiles y militares eran frecuentes. El peligro existía también para los misioneros, pero los Combonianos se quedaron igualmente en su sitio, junto a la gente.
Después del periodo de Limone (en 2000), volvió a Perú para una misión que el Padre Gianni quería fuese diferente, en zonas más difíciles, nuevas, por lo menos para los Combonianos. Su atención se fijó en una zona de la selva amazónica: San Martín de Pangoa, en el Vicariato Apostólico de San Ramón, atendida por los misioneros franciscanos. Primero trabajó solo, después, poco a poco, el grupo comboniano del Perú, ante la insistencia propia y del obispo, aceptó esa misión como un empeño de todo el grupo. El Padre Gianni había metido corazón y energías, e incluso iniciativas de promoción cultural de la gente del lugar, en particular de los jóvenes, sobre todo construyendo una gran escuela, gracias a las ayudas económicas de muchos amigos y bienhechores italianos.

El 29 de marzo de 2009 el obispo cedía a los Combonianos la misión de San Martín de Pangoa y ahora tres combonianos trabajan, de manera continua en esa misión: dos sacerdotes y un hermano. Y esta es la noticia de los últimos días. Nos habla el Padre Rogelio Bustos Juárez, provincial de los Combonianos en Perú: “Hace poco que he vuelto de San Martín de Pangoa, donde el Padre Gianni trabajó durante los seis últimos años y que precisamente ayer, 29 de marzo, la tomamos como comunidad comboniana. Era evidente el afecto de la gente hacia nuestro hermano por todo el bien que hizo. Cuando, hace algunos días, le invité a que me acompañase para la ceremonia de aceptación de la parroquia, me respondió que no le gustaban esas cosas, que prefería acompañarme desde Lima rezando por todas las personas que conocía y había seguido durante su servicio en aquella zona. Hace algunos meses, habían diagnosticado al Padre Gianni un tipo de epilepsia y una serie de problemas en su salud. Se estaba curando en la clínica Tezza de Lima. Se le propuso ayudarnos en el economato provincial para que, encontrándose en Lima, pudiera hacer más fácilmente sus controles médicos, sin tener que desplazarse ni hacer esos viajes tan estresantes y evitar grandes sacrificios. Estaba tomando confianza en su nuevo servicio. Nada preveía esta triste conclusión. Su corazón no resistió y murió esta mañana, del 30 de marzo, debido a un infarto fulminante”.
Escribimos algunas frases de la carta que el Superior General, el Padre Teresino Serra, envió a la madre y a los familiares del Padre Gianni: “La triste noticia, inesperada e improvisa, causó incredulidad y dolor en todos. Humanamente tenemos el corazón dolorido, mientras la fe nos invita a agradecer a Dios por la vida del Padre Gianni y por su amor a la misión. Los ejemplos de fe del Padre Gianni son tantos y hay que seguirlos. Recordamos, entre las virtudes, su bondad y su amor a la gente. Su fe no era complicada: era la fe típica de quien cree firmemente en su vocación”.
Mi lectura personal de la muerte del Padre Gianni es la siguiente: para el Padre Gianni su muerte tiene el sentido de la “misión cumplida”. Ha ofrecido su vida por la de la comunidad indígena de la selva amazónica de San Martín de Pangoa. De nuevo podemos decir que el “grano de trigo” que cayó en la tierra murió para dar vida.
La mañana del 7 de abril el cuerpo salió hacia Verona y Levico Terme (Trento), donde lo recibió su madre, hermanos, hermanas, parientes y tantísima gente, que llenaba la iglesia de Levico, para la Misa de las 14.30, presidida por el vicario general de la diócesis, Monseñor Lauro Tisi, acompañado por más de 30 sacerdotes, entre los que se contaban unos 15 combonianos (de Trento, Arco, Limone, Verona, Bressanone, Como). Intervinieron en la homilía Monseñor Tisi, el Padre Romeo Ballan (de Verona) y el Padre William Dal Santo (del Perú). Al final hubo testimonios de familiares, del alcalde de Levico y del director de la Secretariado Misionero de Trento. La emoción era tan grande como la estima que este Comboniano, muerto a los 55 años, supo suscitar a su alrededor y en favor de las lejanas tierras misioneras de los Andes y de la selva amazónica del Perú.

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