Gracia y donación

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Evangelio según San Marcos 12,38-44.
Y él les enseñaba: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”.
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia.
Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

Dos años después de la firma de la Declaración de Independencia Elizabeth Bayley nació en Nueva York. A la edad de veinte años se casó con William Seton y tuvieron cinco hijos. Sin embargo, más tarde William contrajo tuberculosis, y la familia se trasladó a Italia, donde los médicos creyeron que el clima sería más propicio para una cura. Sin embargo, desafortunadamente, allí murió William Seton.
Después de que ella y sus hijos regresaron a los Estados Unidos desde Italia, comenzó a recibir instrucciones para ser recibida en la Iglesia Católica. Estaba tan impresionada con la caridad y la bondad de la familia católica en Italia que decidió abrazar su fe. Esto tuvo graves consecuencias, incluido el rechazo tanto de su propia familia como de la familia de su difunto marido.
Elizabeth se convirtió en maestra, y llamó la atención del obispo de Baltimore, John Carroll, y él le pidió que abriera una escuela en Emmitsburg, una zona rural pobre. Con gran dificultad y sacrificio, estableció una escuela, y finalmente con las otras jóvenes que el Obispo le envió, formó la rama estadounidense de las Hermanas de la Caridad. Fue canonizada en 1975, la primera santa nacida en Estados Unidos.
Nos encontramos con otras dos viudas en las lecturas de este fin de semana. En el Primer Libro de los Reyes (17:10-16) nos encontramos con la viuda de Zarephat que era indigente, pero estaba dispuesta a dar todo lo que tenía para alimentar al siervo de Dios, Elías el profeta. Dios la bendijo por su generosidad –su total entrega en la fe– y la recompensó.
En el evangelio (Marcos 12:38-44) nos encontramos con otra viuda, en circunstancias similares. Ella viene al templo a dar su aporte y aunque solo son dos monedas pequeñas, era todo lo que tenía. Mientras que otros daban de lo que les sobraba, ella daba todo de lo poco que tenía.
¡Mensajes poderosos y testimonios poderosos!
Mientras reflexionaba sobre estos ejemplos, pensé “¿qué clase de donante soy? ”
Un escritor espiritual dice que hay tres tipos de donantes:
– donantes de rencor, aquellos que sienten que “tienen que” dar, y están resentidos por ello
– donantes de deber, aquellos que se sienten obligados a dar
– y donantes de gracias, que dan desde el corazón, sin ningún rencor ni sentimientos de obligación.
Estos tres tipos pueden ser fáciles de identificar en nuestras propias vidas o en personas que conocemos.
Hace muchos años participé en un curso de “Mayordomía” en Tampa, Florida. La primera premisa a la que nos presentaron es que la fuente de la mayordomía –compartir tiempo, talentos y tesoros– es la gratitud. Como seguidores de Jesús deberíamos ser dadores de gracias, reconociendo que todo lo que tenemos y somos proviene de Dios, que Dios nos ha bendecido y que Dios está con nosotros. Obviamente eso fue lo que motivó a la viuda de Zarephat, la viuda en el evangelio, y a Santa Elizabeth Ann Seton. La gratitud es la fuente de gran alegría y felicidad. Cuando nos damos cuenta de cuánto somos amados y de cuánto hemos sido bendecidos podemos abrirnos y compartir lo que tenemos. Si sentimos que hemos sido difíciles y que Dios nos ha olvidado probablemente seremos tacaños y lo pensaremos dos veces antes de dar.
Muchas veces pensamos en mayordomía sólo en términos de participación y contribución de adultos, pero los niños y adolescentes también están llamados a mayordomía. Una vez más, el ejemplo de los padres es a menudo el punto definitorio de cómo responden sus hijos. Con demasiada frecuencia usar el tiempo, talentos o tesoro de uno al servicio de otros no resulta natural para algunos niños. La mentalidad hoy a menudo parece ser “¿Cuánto me dan si limpio mi habitación o guardo mis cosas? ¿O cuidar de mi hermana menor?” Recuerdo una vez después de una campaña de comida hablando con los niños en la escuela primaria Parroquial, pidiéndoles que reflexionaran sobre lo que trajeron. Yo les dije: “Cuántos de ustedes fueron en el armario o despensa y sacaron del estante lo que más les gusta, esperando que la familia que recibe su regalo también lo disfrute? O, ¿cuántos entraron y eligieron lo que no les gusta y no tienen intención de comer?” Muchas cabezas cayeron cuando dije eso, porque muchos de ellos hicieron justo eso – como, de qué quiero deshacerme. A veces, como adultos, no somos conscientes de cómo nuestras actitudes y nuestras prácticas pueden moldear las ideas de mayordomía de niños y adolescentes. Recuerden el dicho: “Padres, no se preocupen tanto si parece que sus hijos no están escuchando. Preocúpate más de que te estén observando. Si los padres son generosos y son buenos administradores de su tiempo, talentos y tesoros, hay una mejor oportunidad de que sus hijos ‘crezcan’ siendo un ‘gracias’ y una buena administración“.
En tantos lugares en los que he trabajado he visto ejemplos de dadores de gracias y buena administración una y otra vez -en los niños, adolescentes y adultos- que dan de su tiempo, talento y tesoro para el bien común, no pensando en sí mismos y “que hay en ella ¿Para mí?”.
Espero que por nuestra experiencia como dadores de gracias y buenos administradores reconozcamos cómo hemos sido bendecidos por nuestra entrega de tiempo, talentos y tesoros -las amistades que hemos hecho, los dones y talentos que hemos descubierto en nosotros mismos, y cómo repentinamente ayudar a alguien menos afortunado que nosotros mismos hemos descubierto cuánto hemos sido bendecidos. Esa gratitud es la fuente de nuestra administración.

La juventud está llamada a marcar el cambio…también en la COP26

Por Teresa Gutiérrez– Revista Vida Nueva.
La 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, más conocida como COP26 está siendo noticia estos días. Glasgow reúne las dos primeras semanas de noviembre a gobiernos, empresas y entidades de todo tipo para tomar conciencia y compromisos que buscan, entre otras cosas, reducir las emisiones de carbono del planeta y frenar otra peligrosa curva, que es la subida de las temperaturas globales. Hace tiempo que escuchamos que “no hay planeta B”. Lo que hace unas décadas preocupaba sólo a unas pocas personas, ahora se convierte en tarea prioritaria para la mayoría de los gobiernos de todo el mundo. Nuestro planeta cada vez sufre más daños y están a punto de ser irreversibles. Nos estamos dando cuenta un poco tarde, pero aún hay remedio. Eso sí, hacen falta medidas urgentes. Pero para alcanzar una verdadera justicia climática, hay otras acciones importantes que debemos tomar, y la comunidad cristiana tiene la suerte de contar con un gran material para conocer el estado de la cuestión en las dos encíclicas del Papa Francisco: “Fratelli Tutti” y por supuesto, “Laudato Si”.
Pero los problemas medioambientales no se reducen sólo al efecto invernadero, sino que hay un complejo entramado de causas y consecuencias de utilizar de manera desmesurada los recursos de los que disponemos, y es bueno que poco a poco estemos mirando más allá de eso para reparar en las injusticias medioambientales, sociales y económicas que se están creando a raíz de ello. La opción por los pobres que la Acción Católica lleva en su ADN se hace hoy más necesaria que nunca, pero es importante verla desde un prisma diferente al paternalismo que en algunas ocasiones hemos tenido ciertas regiones. La sostenibilidad pasa necesariamente por devolver la dignidad que les ha sido injustamente arrebatada a tantas personas que están sufriendo los daños de estos cambios, casi siempre sin haberlos provocado.
Estos días, varias personas de la JEC Internacional estamos asistiendo como delegación a Glasgow, y tratando de aprender más sobre esta crisis que vive el planeta, con intención de trasladar este aprendizaje de vuelta a nuestras regiones. Y en la JEC somos muy de marcar objetivos, porque nuestro sello de estudiantes no nos lo quita nadie, y tenemos que dejarlo claro. Por lo que necesitamos fijar y exigir a los gobiernos y empresas que fijen acciones concretas y medios para lograrlas. El planeta también lo necesita y estamos dispuestas a hacer todo lo posible por poner nuestro granito de arena para cuidar nuestra casa común. La juventud siempre está llamada a marcar el cambio. La JECI nace de los movimientos estudiantiles nacionales de más de 80 países, cuyo núcleo siempre es el grupo de vida, la comunidad de hermanos y hermanas en la fe. Esa comunidad de iguales que se reúnen para crecer, con un compromiso serio para con ellas y la Iglesia, con esa fe que mueve montañas.
Cada vez que voy a estos eventos me doy cuenta de lo mucho que me queda por conocer, de que vuelvo con muchas más preguntas y con pocas respuestas, y que estoy cada vez más interesada en la economía y menos en el economicismo. Pero, sobre todo, de la suerte que tenemos en la JEC de contar con una comunidad tan valiosa y de la gran suerte que supone pertenecer a una Iglesia que mueve y se mueve, constantemente en salida. Porque en ella he aprendido, entre otras muchas lecciones, el valor de la comunidad, el respeto y cuidado de la Creación, la opción por los pobres y la importancia de los procesos. Y está claro que como mejor se sale de una crisis es en comunidad y con compromisos claros. Debemos aspirar a una transformación radical del sistema económico para alcanzar una justicia climática que pase por la justicia social, pero tampoco podemos dejarles toda la responsabilidad a las instituciones. En paralelo, es bueno que nos transformemos por dentro, y tratemos de tomar compromisos, por pequeños que sean. Reducir el consumo de productos animales, comprar menos ropa y de mejor calidad, potenciar el consumo local, renovar aparatos electrónicos y electrodomésticos sólo cuando lo necesitemos, utilizar el transporte público o reducir el consumo de plásticos son algunas de las más conocidas. Toda crisis conlleva una serie de oportunidades. ¿Seremos capaces de identificarlas y aprovecharlas?

España, tierra de mártires: San Severo de Barcelona

San Severo, obispo de Barcelona, fue regente de esa sede por el año 300.
No se conoce nada sobre su nacimiento e infancia. Las primeras fuentes son las actas de su martirio, redactadas a mediados del siglo IV.
Se sabe que fue un pastor ejemplar, entregado con celo al cuidado de su rebaño.
Eran las épocas de la terrible persecución a los cristianos de Diocleciano emperador, que tenía como esbirro para Barcelona a Publio Daciano, quien busca hacer sufrir a las cabezas visibles de la Iglesia para que todos los seguidores de Jesús escarmienten.
San Severo era consciente que la persecución venía sin piedad y piensa en esconderse para seguir guiando la grey desde la clandestinidad. Siguiendo ese pensamiento se va a Castro Octaviano, al otro lado de la montaña.
Pero después de seguirle el rastro es apresado junto a algunos de sus sacerdotes. A los sacerdotes se les decapita, también con la intención de hacer tambalear en su fe al obispo Severo, al que además se le tortura, se le azota con látigos con puntas de plomo.
Al final, desesperados los verdugos con la resistencia del santo, uno coloca un clavo en su cabeza y otro da un mazazo al clavo, llevando así al obispo al cielo.
Los restos fueron conducidos a Cugat, donde se les dio sepultura y en honor suyo se construyó una capilla que lleva su nombre. Más tarde parte de sus restos fueron llevados a Barcelona. La festividad de San Severo fue de precepto en Cataluña, lo que da prueba de la gran devoción que a San Severo le tuvieron sus paisanos, quienes entre 1699 y 1705 le construyeron la iglesia de San Severo, levantada en el barrio gótico frente a la Catedral en Barcelona. Entre los egregios devotos de este santo cabe citar a Fernando el Católico y el rey Martín de Aragón.
Las reliquias del santo obispo se encuentran hoy en la catedral de Barcelona.
Fuente: www.es.gaudiumpress.org

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