Coronavirus: nos repetimos otra vez

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Por Mariella Balbi– Diario EXPRESO.
Hasta que llegó la segunda ola del COVID-19. Pero hoy, gracias a la variante inglesa, el contagio es muchísimo más rápido. Si antes uno infectaba a tres, ahora contamina a seis. Exponencial. Sin embargo, el gobierno de Sagasti es igual de inepto que el de Vizcarra para enfrentar la pandemia.
Se miente como antaño. El Presidente de transición, suponemos que con premeditación, afirmó muy orondo que la segunda ola se inició por las fiestas navideñas. Su equipo de comunicación no le mostró las acertadas opiniones del calificado galeno, Ernesto Bustamante, PhD en Hopkins University, la catedral de la ciencia médica.
Este indica, con curva estadística de por medio, que la ola mortífera arrancó con las marchas violentas contra Merino. El gobierno lo sabe. Cuando se advirtió ello se criticó a Pilar Mazzetti, exministra de Salud entonces, por callar y no alertar a la población sobre el peligro. Esos jóvenes equivocados contagiaron a gente mayor de su entorno. Simple. No hay misterios.
Nos embaucan también diciéndonos que sí hay camas UCI cuando vivimos el mismo espanto de hace seis meses. Mazzetti insiste en que estas y los respiradores se incrementarán. Ya conocemos ese cuento. Pueden aumentar pero no hay médicos para este delicado quehacer. Peor aún, nuestros galenos están en huelga. No les dan el aumento acordado y ni siquiera los reciben. Solo falta que escasee el oxígeno. La sordera respecto a opiniones valiosas pero divergentes del Ejecutivo continúa.
Ya padecimos la muerte de 35,000 peruanos (cifra oficial no real). La falta de atención primaria es la misma. Nos estafan con la promesa de que ya llega la vacuna china. No sabemos cuánto pagarán por cada dosis. ¡Nuestra vida, nuestra salud son secreto de Estado! Ridículo y farsesco.
Los peruanos estamos aterrados, no tenemos amparo. Encima, hay discrepancias en el ‘decente’ gabinete. La ministra de Salud dice ola, el de Economía rebrote. Como si el problema fuera semántico. Ella quiere un confinamiento drástico, él no quiere parar más la economía. El resultado de tal improductivo debate fue una confusa conferencia de prensa del Presidente transitorio.
No se entendió nada y estamos en pánico. La entrega masiva de mascarillas y la toma masiva de pruebas moleculares (ahora hay rápidas), que haya gel en todas partes, medicación de emergencia se dejan de lado. Y los peruanos están ‘misios’ para comprarlos. Como comentó un taxista: solo queda rezar para que no te toque. Una ruleta.
No se tiene un plan ni mínimo ni máximo para el año escolar. Igual que antes los pudientes estudiarán, mal, virtualmente. Los pobres perderán dos años. El régimen elimina arbitrariamente el secreto bancario con el cuento de la OCDE, de la que estamos lejísimos. La ideologizada y ‘progresista’ Junta Nacional de Justicia iniciará con Chávarry su ‘razzia’ política. Toda repetición es una ofensa.

Alimentar al monstruo

Por Dante Bobadilla- ElMontonero.pe
Tras dos décadas de fabulosas leyes para fortalecer los partidos y hacerlos transparentes, garantizar la democracia, renovar la política y otras maravillas, lo que tenemos es un desastre total en la política, con una feria de partiduchos y un carnaval de candidatos salidos de la nada. Nada ha cambiado. Incluso está peor que antes. Pero nunca perdemos esa eterna ilusión de creer que las leyes transforman la realidad y que la intervención del Estado garantiza mejores resultados.
Hoy los candidatos son rechazados por el Jurado Nacional de Elecciones por razones tan ridículas como olvidar señalar una propiedad, un vehículo o un empleo, alterando así el proceso electoral, vetando el derecho a ser elegido y limitando las posibilidades de la población. Es lo que pasa cuando se le da poder a los burócratas. Solo son buenos para inventar trámites y requisitos absurdos, y para pervertir el fin de la democracia.
El Estado peruano es un desastre por donde se le mire. Algo que es reconocido en el mundo, pues hemos quedado como el país más inepto en el manejo de la pandemia, y uno de los pocos que no tiene ninguna vacuna a estas alturas. Para colmo, los socialistas que están ahora en el poder sin ganar las elecciones, han hecho recular al gobierno para impedir que los privados puedan importar vacunas. Estos izquierdistas son como el perro del hortelano.
Admitámoslo: el Estado no funciona. Es lo primero que un candidato debe reconocer antes de empezar a ofrecer maravillas. Que no vengan con reformas del sector privado ni con más ministerios para darle nuevas tareas al Estado. Quienes tienen ese tipo de discurso están ignorando la realidad y vendiendo humo. Si estamos así de mal es porque nos hemos llenado de charlatanes en la política, que creen que toda solución pasa por crear nuevos ministerios, más organismos públicos y más leyes que permitan una mayor intervención del Estado.
Lo primero que se debe cambiar en el Perú es el Estado. Hemos pasado por catástrofes en las que el Estado ha sido el protagonista, como la gran inundación de San Juan de Lurigancho, las permanentes roturas de ductos en Pamplona, el desastre protagonizado por un camión cisterna de gas en Villa el Salvador, la carencia de personal calificado, equipamiento e insumos en los hospitales, la lenidad en la reconstrucción del Norte y hasta de Pisco, etc. La lista es interminable y aún falta sumarle los hechos de corrupción. El Estado no nos sirve. Esto es una realidad palpable. ¿Pero han escuchado a algún candidato proponer una reforma del Estado?
Lo que seguimos escuchando es más Estado: un Ministerio de Ciencia, un Ministerio de Alimentación, una central estatal que compre la producción agrícola a “precio justo”, control de tasas, más guerra a las AFP y a los bancos, más control a las empresas y más impuestos. Es decir, tenemos el cerebro al revés. En lugar de reducir el Estado y fortalecer al sector privado hacemos todo lo contrario. No aprendemos de la realidad ni la experiencia.
Y lo curioso es que en esta feria de ofertas fabulosas de mayor poder estatal para vigilar y controlar a los privados, no es posible distinguir entre conservadores y progresistas. Ambos compiten por el mismo discurso estatista. Los peruanos sufren una extraña ceguera que les impide ver al monstruo del Estado, pese a que lo sufren a diario. Una reciente encuesta revela que alrededor del 70% prefiere que el Estado se haga cargo de diversos sectores de la economía. Se tiene una curiosa idea idílica sobre el Estado, una ilusión que se resiste a cambiar incluso ante las evidencias de la realidad. La gran pregunta en este momento es si seguiremos alimentando al monstruo hasta que vuelva a devorarnos, como ya lo hizo en los ochenta.

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