A la hora menos pensada

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Evangelio según San Lucas 12,32-48.
No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”.
Pedro preguntó entonces: Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?.
El Señor le dijo: ¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

Hace muchos años en Canadá, he servido por tres meses en una Parroquia (Santa Teresa de Ávila en Elmira, Ontario) donde una llave ha abierto todas las puertas del Templo, del Salón, de las Oficinas, y de la Casa. Cuando estuve en la Catedral de Santa Theresa en Hamilton, Bermudas, me dieron treinta y dos llaves. No he descubierto, en los cinco años, las puertas o gabinetes que pueden abrir. Las he puesto en cuatro anillos: las llaves que uso regularmente, para abrir las puertas a la Casa, el Templo, y el Salón. Tuve otro anillo para las puertas que abro de vez en cuando, otra con las llaves a las Oficina Diocesanas, una llave a la Casa del Obispo, y finalmente otra para el auto y el garaje.
Esta montaña de llaves me han hecho pensar en el evangelio de este fin de semana (Lucas 12:32-48), porque, para mi, el mensaje central es de corresponsabilidad. Lo que me ha hecho pensar en esto fue que uno de los modelos de un corresponsable es la persona que tiene las llaves, a la propiedad y los bienes, pero la persona no es el patrón. Es el mayordomo. El puede estar encargado cada día, pero es solamente el conserje y no el maestro y dueño.
Jesús introduce la parábola de unos corresponsables descuidados que no tuvieron en serio su responsabilidad hacia el patrón, ni a la gente y las cosas que tuvo que cuidar. Jesús indica que esta falta de responsabilidad: pegando a sus compañeros, malgastando su tiempo, exagerando con la comida y la bebida. Jesús dice que el mayordomo “sabe lo que quiere se patrón” (“knew the master’s will”), y lo que tenia que hacer, pero este no lo hizo. El dice que su castigo será más porque no ha hecho lo que ha sabido que hacer; el ha sabido que le fue dada gran responsabilidad; y ha sabido que fue capaz de cumplir su misión, pero ha decidido no hacerlo. El que fue dado tanto, al final, ha dado muy poco.
Al final del evangelio Jesús dice, “al que se le ha dado mucho se le exigirá mucho, y al que se le ha confiado mucho se le pedirá más aún”. Tal vez no queremos escuchar tales palabras, porque está hablando sobre cada uno de nosotros.
Somos corresponsables de los numerosos regalos y las bendiciones de Dios. En nuestra condición humana tenemos la tendencia de mirar a las cosas que son ‘nuestras’ como exclusivamente por nuestro placer. Después de todo, tenemos derecho a los frutos de nuestro labor. No hay ningún pecado en poseer cosas. Pero, lo que hace la diferencia, como seguidores de Jesús, es cuando las cosas de nuestra vida ocupan un papel tan importante que lo espiritual está olvidado, así como los ‘tesoros’ del reino de Dios –el amor, el perdón, la paz, la compasión, la paciencia y la justicia–; y nos encontramos dominados por los ‘tesoros’ en las bodegas, sobre la repisa, y bajo el vidrio. Esto refleja unas palabras del Papa Francisco cuando ha dicho: “Las riquezas en su bolsillo no tienen mucho valor cuando eres pobre en el corazón”.
El evangelio nos da una oportunidad para reflexionar sobre lo que la corresponsabilidad quiere decir a nosotros. He tenido la buena fortuna de encontrar personas bien formadas en la corresponsabilidad de las parroquias en que he trabajado, usando bien su tiempo, talentos y tesoros, en gratitud por todo con que fuimos bendecidos. Vemos esto en las actividades y programas parroquiales: los ministros litúrgicos, los catequistas, los que tienen posiciones de liderazgo, y los que son generosos con su tiempo y sus talentos. Los vemos en el público, con personas haciendo trabajo voluntario en una multitud de servicios, y en particular hacia los pobres y desventajados. Lo vemos en las contribuciones financieras de tantos feligreses para nuestras necesidades parroquiales, de la Diócesis, y de la Iglesia universal. Están basados en las elecciones que hacemos: para ser buenos corresponsables de lo que hemos recibido.
Tenemos que aplaudirnos, pero al mismo tiempo tenemos que continuar en desafiarnos para interiorizar más y más el llamado a ser fieles corresponsables a lo que Dios nos ha dado. Jesús dice a sus discípulos “no teman”, y no debemos tener miedo o duda que el Señor puede y va a hacer en y a través de nosotros cuando nos abrimos a su llamado a la corresponsabilidad. Tenemos que continuar a buscar maneras de hacer más en nuestra Parroquia, en nuestra Iglesia, y en la comunidad más amplia. Naturalmente, tenemos que dar con alegría, no como una obligación o deber, sino una repuesta en gratitud para las gracias y bendiciones de Dios. Santa Teresa de Ávila dijo, “¡De los santos que no sonríen, líbranos Señor!”. Nuestra corresponsabilidad generosa tiene que ser llena de un dar alegre.
Como tenemos nuestra ‘llaves’ a nuestro propio mundo y dominio, también todos tenemos nuestra propia responsabilidad como mayordomos, corresponsables. En verdad, todo fuimos bendecidos y donados tanto, y hemos recibido mucho. El Señor espera grandes cosas de nosotros, siendo sus fieles corresponsables, llenos de fe. Que mostremos “donde está nuestro corazón”. 

Cuatro monjas que contaron las estrellas del cielo

Por Pablo Esparza- www.bbc.com
Ante los ojos de Emilia Ponzoni, Regina Colombo, Concetta Finardi y Luigia Panceri pasaron cientos de miles de estrellas.
Durante 11 años, entre 1910 y 1921, el trabajo meticuloso y discreto de estas cuatro monjas ayudó al Vaticano a catalogar y a trazar el mapa de una parte del cielo.
Gracias a ellas, el Observatorio Astronómico Vaticano pudo cumplir con la ingente misión de rastrear y localizar los miles de estrellas visibles en el cielo entre el paralelo 64 y el 55.
Cómo unos dibujos hallados en el Vaticano están reescribiendo lo que sabíamos de la historia del comercio mundial
Su misión consistió en revisar cientos de placas fotográficas bajo la lupa del microscopio, medir y anotar su posición. Por eso, a las cuatro monjas se les conoció como las “hermanas medidoras”.
El encargo formaba parte del proyecto Carte du Ciel, Mapa del Cielo en francés, y del catálogo astrográfico impulsados por Amédée Mouchez, director del Observatorio de París en el congreso astronómico internacional de 1887.
Mouchez vio en las nuevas tecnologías fotográficas desarrolladas a finales del siglo XIX una herramienta poderosa al servicio de la ciencia: crear un mapa detallado del cielo y un censo de estrellas ya no parecía una tarea imposible.
Al proyecto se sumaron cerca de 20 observatorios de todo el mundo, desde el de Greenwich, en Londres, hasta el de Córdoba, en Argentina.
El Observatorio Vaticano fue uno de ellos.

Un observatorio centenario

Tras haber sufrido varias transformaciones desde el siglo XVI, la Specola Vaticana -como también es conocido- es uno de los observatorios más antiguos del mundo. En la actualidad tiene su sede en Castel Gandolfo, la residencia de verano del Papa, a unos 25 km de Roma.
“Ellas fueron, hasta donde yo sé, las primeras mujeres en tener una colaboración regular (con el Observatorio)”, le dice a BBC Mundo Guy Consolmagno, director de esta institución.
“Su trabajo fue esencial para el proyecto de la Carte du Ciel”, agrega el astrónomo y jesuita estadounidense.
Sin embargo, la identidad de las cuatro monjas pasó inadvertida durante décadas.
Plaza principal de Castel GandolfoFoto GETTY IMAGES: Castel Gandolfo, donde tiene su residencia de verano el Papa, es donde se encuentra ahora la Specola Vaticana.
En 2016, un artículo de la periodista Carol Glatz publicado por Catholic News las rescató del olvido. Glatz cuenta cómo el jesuita Sabino Maffeo, de 96 años y experto en la historia del Observatorio, se topó con sus nombres “ordenando papeles”.
Desde entonces, las mujeres que aparecen retratadas ante el microscopio en viejas fotografías en blanco y negro dejaron de ser anónimas.

Las hermanas de la Virgen Niña

Pero, ¿quiénes eran? Y, ¿cómo llegaron a trabajar para la Specola Vaticana?
Emilia, Regina, Concetta y Luigia habían nacido en Lombardía, cerca de Milán, a finales del siglo XIX y eran hermanas de la Virgen Niña.
Se incorporaron a los trabajos de medida y catalogación de estrellas en 1910 a solicitud del Observatorio y a pesar de la reticencia inicial de su congregación, que consideraba esta función demasiado alejada de su misión de caridad.
Pocos años antes, el Observatorio Vaticano se había unido al proyecto de la Carte du Ciel gracias al interés del astrónomo y meteorólogo Francesco Denza, quien representó al papa León XIII en el congreso de París 1887.
A su regreso a Roma, Denza convenció al pontífice de la conveniencia de participar en la empresa. Una tarea que quizá no fue tan difícil.
León XIII -quien en 1891 refundó el Observatorio y le dio un nuevo impulso- quería responder a las acusaciones de hostilidad hacia la ciencia por parte de la Iglesia.
Y el ambicioso proyecto internacional de mapear el cielo ofrecía una buena oportunidad de mostrar una imagen diferente del Vaticano.
La implicación de las cuatro monjas en él, sin embargo, llegó varios años después, tras la muerte de Denza y de León XIII.
Cómo crear un mapa del cielo
Ya durante el papado de Pío X y bajo la dirección del jesuita estadounidense John Hagen, la Specola Vaticana dio un giro y aceleró los trabajos del mapa del cielo.
“(Hagen) viajó a Europa para ver cómo lo hacían y vio que en algunos observatorios había mujeres que leían la posición (de las estrellas) y la anotaban en un libro con las coordenadas precisas”, contó Maffeo en el artículo de Catholic News.
Hagen ató cabos y pidió ayuda a las Hermanas de la Virgen Niña.
El arzobispo de Pisa, Pietro Maffi, en una carta de 1909 dirigida a Angela Ghezzi, superiora de esa congregación, describe el perfil del puesto de trabajo de forma precisa: “necesitamos dos hermanas con visión normal, paciencia y predisposición para el trabajo mecánico y metódico”.
Con el tiempo, a las dos primeras monjas se sumaron dos más. En un principio trabajaron en las instalaciones del Observatorio, situado entonces detrás de la cúpula de San Pedro. Después desempeñaron su labor en un convento cercano. Durante 11 años revisaron el brillo y la posición de 481,215 estrellas.

Del reconocimiento al olvido

La contribución de las cuatro monjas fue reconocida en su época con una audiencia privada con el papa Benedicto XV, quien les regaló un cáliz de oro en 1920. Ocho años después, Pío XI volvió a recibirlas.
El Catálogo Astrográfico, publicado por el Vaticano al concluir su parte del proyecto, también recogió un agradecimiento explícito a estas mujeres.
Dos hermanas trabajandoFoto OBSERVATORIO VATICANO: Las hermanas colaboraron en el proyecto durante 11 años.
“Si fuimos capaces de resolver en 14 años toda la sección vaticana, se lo debemos a la prontitud de las hermanas medidoras, quienes realizaron este trabajo tan extraño a su misión con celo superior a todo elogio”, se puede leer en el último volumen de la obra.
Casi 90 años después, el actual director de la Specola Vaticana se refiere a la aportación de las cuatro monjas en términos similares.
“Sin su trabajo, el catálogo de estrellas brillantes de la sección del cielo asignada al Vaticano no se hubiera completado ni publicado. Y no todos los observatorios lograron publicar sus catálogos”, asegura Consolmagno.
El proyecto internacional de la Carte du Ciel se abandonó inacabado en 1966 tras haber registrado más de cinco millones de estrellas. Solo 10 de los observatorios participantes, entre ellos la Specola Vaticana, concluyeron su parte del trabajo.

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