Numa Molina SJ

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ORDENACIÓN P. Rubén Darío Manzano Liscano (SCOR)

Carta abierta al padre Numa Molina SJ

Estimado hermano Numa:
Permíteme presentarme: mi nombre es Rubén Darío Manzano. Soy religioso de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, conocidos como Pasionistas, y diácono de la Iglesia Católica. No soy teólogo, tampoco un erudito; mucho menos politólogo o sociólogo. Soy un humilde cristiano católico venezolano, un religioso desconocido que hace vida y misión en una comunidad de inserción de la ciudad de Caracas. Junto a mis hermanos religiosos ejerzo mi ministerio diaconal entre los más pobres tratando de dar aliento, consuelo, esperanza y alegría al creciente número de seres humanos que tocan a nuestras puertas o que encuentro cada día en mi labor pastoral sin distinción de raza, credo, condición social o ideología política. Administramos con mucha fe los humildes sacramentos que la Iglesia nos ha confiado con la conciencia de ser hombres de Dios al servicio de todo el Pueblo de Dios aunque tengamos que arriesgar nuestras vidas y lo poco que tenemos (como muchísimos religiosos, clérigos y laicos de nuestra Iglesia venezolana que se entregan a tiempo y a destiempo) con tal de llevar la verdad del mensaje del Evangelio a pesar de las amenazas, vejámenes, descalificaciones y vilipendios que sufrimos a diario. Somos hombres y mujeres de carne y hueso, con nuestros defectos y virtudes, que sienten, lloran, sufren, temen y luchan con audacia y valentía; que tratan de ser lo más fieles posibles a nuestra vocación a pesar de nuestras limitaciones. Compartimos nuestra misión con un gran número de laicos que, con fe humilde y sencilla, se entregan cotidianamente como cireneos de los crucificados de hoy que pululan en cualquier lado y cuyos clamores suben al cielo hasta llegar a los oídos de Dios.
Te preguntarás a qué se debe este preámbulo y esta carta. Con caridad fraterna y cristiana te respondo: no escribo para polemizar contigo, ni para descalificar a otros, ni para defender con ciega frialdad ideologías ni revoluciones ni partidos políticos; mucho menos enarbolar la bandera apologética en defensa de algún “líder”.  Tampoco pretendo defender a algún obispo (ellos pueden defenderse mejor de lo que lo haría yo). Por el contrario, humilde y sinceramente quiero expresarte mi más sincero agradecimiento por todo lo que escribiste en el artículo publicado en la página web de Religión Digital el día 16 de abril de 2017 titulado “Iglesia en Venezuela, pueblo de Dios espantado por sus pastores” y al que cualquier persona puede acceder al hacer clic en este link.
Te agradezco porque te refieres a nuestra Iglesia (a la que perteneces, a la que en buena parte debes tu formación, tu vida, tu “status”, tus viajes, tu renombre, tu manutención, tu pasado, tu presente y tu futuro) como, y cito, “una institución eclesial instalada en las sacristías, aburguesada y sin dimensión profética. Es una iglesia amartirial y aprofética que se ha amoldado siempre a los gobiernos de turno y a los poderes económicos” a lo largo de su historia.  Te agradezco porque, lejos de sentirme ofendido como parte de esa iglesia de la que hablas, tus palabras me motivan y animan mi fe, pues cada una de tus “imparciales” descalificaciones hacen que esa Iglesia se haga más fuerte, más fiel y más evangélica gracias a que está sufriendo la misma suerte que sufrió su Señor y Creador.
Hermano: te agradezco que no generalices con tanta falta de caridad cristiana al hablar de una Iglesia amartirial y aprofética por el hecho de no contar en nuestro país con fieles cristianos cuyo martirio cruento y profetismo público sea reconocido por la Iglesia universal con el título de santos o beatos. No olvides que el martirio y la profecía son dones de Dios. Obvias con mucha parcialidad ideológica no cristiana a tantos hombres y mujeres, hermanos tuyos y míos, que día a día salen a la calle a vivir un martirio incruento en medio del calvario en el que se ha transformado nuestro país, con el corazón temeroso pero cargado de fe y esperanza tratando con todas sus fuerzas de ayudar a crear otro mundo posible, poniendo su granito de arena en la construcción del Reino de Amor, Justicia y Ternura por el cual Jesucristo, tu Señor, mi Señor, nuestro Señor, se hizo hombre y por el cual murió vejado y maldecido en una cruz de ignominia, víctima del odio inoculado en su propio pueblo por los poderosos de su época.  Ese mismo Jesús muere hoy encarnado en los Abeles que hoy son asesinados en Venezuela a manos de tantos Caínes que viven engañados y que solo respiran odio, envidia, resentimiento y venganza. ¡Cuántos mártires anónimos mueren hoy víctimas de la violencia y la represión desmedida, movidos por su fe (cuya autenticidad corresponde solo al juicio de Dios) en la justicia y la verdad verdadera!  Ni tú ni yo podemos negar que la gracia de Dios esté trabajando en el anonimato.
Hermano: es verdad que la humanidad de nuestra Iglesia se ha aliado muchas veces con los poderosos de turno a lo largo de su historia. Y muchas veces ella misma lo ha reconocido y ha pedido perdón. Se reconoce así: humana y pecadora, con sus luces y sombras.  Puede que le haya faltado contundencia, compromiso, testimonio y hasta credibilidad. Pero tus palabras parecieran negar que en ella vive el Espíritu de la Gracia de Dios que todo lo transforma y recrea y que la guía y sostiene a pesar de las tinieblas. ¿Se te olvida o ignoras intencionalmente todo el bien que esa Iglesia imperfecta ha hecho a lo largo de su historia? Te recuerdo que ella es mucho más que los obispos y la jerarquía (de la que tú y yo formamos parte por ser clérigos). Ellos, nosotros, somos apenas una pequeñísima parte del Pueblo DE Dios que tú buscas dividir y polarizar afirmando que solo una parte de él es digno y fiel por profesar una ideología política partidista que, además, pretendes equiparar a la propuesta evangélica escatológica de Mateo 25,32.
Hermano, te pregunto: ¿cómo puedes afirmar que los obispos venezolanos carecen de una mirada imparcial  sobre lo que sucede en el país cuando tu visión también está sesgada por la defensa a ultranza de algo que pudo haber sido pero que ya no es? ¿Por qué no anuncias y denuncias con profetismo evangélico el odio que reina entre nuestros hermanos y que tú pretendes obviar? ¿Por qué no hablas de las víctimas de la violencia tirana y que cada día engrosan cifras que no son publicadas verazmente en los medios de comunicación nacionales? ¡Oh sorpresa! la gran mayoría de esos medios son del Estado y los que no (los privados) están silenciados por una censura amenazante proveniente del mismo Estado. Una verdad que, aunque se pretenda callar brilla por sí misma. ¿Por qué no denuncias la escasez de alimentos, de medicinas, la moribunda asistencia hospitalaria, el adoctrinamiento en nuestras escuelas, las largas colas que hacen nuestros hermanos para comprar lo necesario para malvivir y subsistir en medio de una lucha por la supervivencia del más “vivo” o más desleal, la ausencia de salarios justos, el encarecimiento de la vida? ¿Por qué no hablas de paz, de la búsqueda del consenso partiendo del necesario disenso en un clima de verdadero diálogo sin reproches, amenazas, descalificaciones y abusos de poder? ¿Por qué no denuncias la corrupción, la desidia, la división, el revanchismo, el clientelismo, el “cuanto hay pa’ eso”, la falta de planificación, la falta de futuro, cordura, fraternidad, esperanza, fe, misericordia y amor? ¿Acaso esas denuncias no son también evangélicas y cuyo objeto constituye un pecado que clama al cielo?
Hermano: por empezar a anunciar y a denunciar lo que hay de pecado en nuestro país en mi incipiente y humilde ministerio diaconal he sido amenazado, descalificado como “güarimbero”, “extranjero” y “opositor apátrida”, incluso en medios de comunicación en donde graban, tergiversan y manipulan mis homilías con tal de crear una mentira convertida en verdad perversa, difundiéndola entre gente humilde y sencilla que cada día es adoctrinada para convertirla en una masa manipulable que cree luchar ciegamente por sus derechos cuando muchas veces es conducida a lo contrario. Y así como yo muchos hombres y mujeres de Dios, que no buscan otra cosa que la paz y la justicia evangélicas, se ven sometidos al escarnio público por ser consecuentes con su fe en un Dios providente, Padre de TODOS. No puedo negar que haya habido, a su tiempo, importantes reivindicaciones sociales para los más pobres en los últimos 18 años. Pero hoy, esos logros se han ensombrecido por la profunda degradación social que actualmente padecemos todos, en especial, los más empobrecidos.
Hermano: te recuerdo que el llamado a la desobediencia civil que tú pretendes criminalizar en tu escrito es un derecho de TODO ciudadano venezolano, consagrado en el artículo 350 de nuestra Constitución Nacional. Esa misma que ha sido violada reiteradamente por sus propios defensores y guardianes, y que hoy la pretenden desconocer implantando un Golpe de Estado institucional que desconoce la voz de la mayoría del pueblo venezolano que eligió la Asamblea Nacional. ¿Por qué no has denunciado proféticamente esa violación que postra a todo nuestro pueblo?  ¿Ese es el testimonio profético que das a la “aprofética” Iglesia venezolana?
Hermano Numa: ¿se te olvida que tú también eres “pastor” del Pueblo de Dios y que compartes esa labor junto con todos los presbíteros y obispos de Venezuela? Afirmas que, y cito, “aquí ya casi pereciera que ser cura y ser opositor al gobierno son sinónimos”. Y tienes razón, porque aquí no hay cabida para el disenso, para la libertad de pensamiento y de conciencia, que vayan en contra de las ideologías y los poderes de turno. Y esto no es un mal de ahora (a pesar de que se ha visto recrudecido en los últimos años) sino de hace mucho tiempo y gobiernos atrás. ¿Por qué no empleas tu fama y tu prestigio para sumar y multiplicar en vez de restar y dividir a una Iglesia y a un pueblo ahogado en la división y la polarización?  ¿No darías así mejor testimonio de profetismo cristiano? ¿No contribuirías a cambiarle la cara a esta Iglesia amartirial y aprofética que criticas con vehemencia?
Hermano: no soy ni de un bando político ni del otro. Tampoco un pusilánime o un indiferente. No tengo prebendas ni privilegios políticos partidistas. Tampoco soy un tarifado ni un apátrida. Soy un hombre de Dios, como tú, como muchos. Viví y vivo en carne propia la cruda realidad de patear las calles buscando el sustento, lo necesario para vivir, para repartir y compartir entre los pobres que tocan a la puerta de nuestra Parroquia. Te invito a que renuncies a tus privilegios de clérigo y religioso católico, te despojes de cualquier ventaja y salgas hoy a las calles de nuestra Venezuela en busca de pan, futuro, salud y trabajo, sin títulos, sin “palancas”, sin filiaciones partidistas, sin carnets ni identificaciones políticas, en el anonimato, así como lo hace muchísima gente de nuestro humilde pueblo que lucha día a día por sobrevivir. Estoy seguro que el poder de la cruda realidad te hará verla de otra manera.  Porque es muy fácil criticar desde posiciones privilegiadas y muy difícil construir y edificar desde abajo y sin derechos, como hacen muchos católicos, no creyentes y organizaciones de la Sociedad civil. Y esto mismo aplica también para los miembros de nuestra Iglesia que no dan testimonio creíble de su misión y que permanecen enclaustrados en sus sacristías y templos olvidándose del dolor y el sufrimiento de los pequeños de Dios, viviendo una fe estética sin compromiso evangélico por los otros.
Estimado hermano: sé que estas líneas que te escribo pondrán en peligro mi vida y la integridad de los que me rodean.  No me las doy de temerario ni de valiente.  Al contrario, temo y mucho; no al que puede matar al cuerpo sino al hecho de callar y convertirme en cómplice silente de las estructuras de pecado que hoy nos oprimen como pueblo.  Dios es el Dios soberanamente libre y que nos hace libres.  Y a su amparo me acojo porque no cuento con guardaespaldas.
Querido Numa: cuando quieras y puedas te invito a mi casa, a que nos conozcamos, nos sentemos y nos miremos a los ojos como hermanos y podamos dialogar en paz aunque partamos del necesario disenso; porque las diferencias han de sumar, no restar. También me gustaría brindarte un humilde café. Solo avísame con tiempo para reunir el dinero y poder hacer las colas necesarias para encontrar al menos un poquito para ofrecerte, si es que se puede y se consigue. Pido a Dios que te bendiga y nos bendiga; que envíe su Espíritu para que renueve la faz de la tierra noble de Venezuela y podamos convertirnos en un país mucho mejor de lo que somos y de lo que fuimos. Recibe mi más sincero abrazo fraterno en Cristo Jesús.
Con alegría, fe y esperanza, tu hermano
Rubén Darío Manzano Liscano CP

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