Allanen el camino del Señor

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Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28:
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. 
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. 
El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy el Mesías”. 
“¿Quién eres, entonces?”, le preguntaron: “¿Eres Elías?”. Juan dijo: “No”. “¿Eres el Profeta?”. “Tampoco”, respondió. 
Ellos insistieron: “¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”. 
Y él les dijo: “Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. 
Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: “¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”. 
Juan respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”. 
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.

El Papa advirtió a la Curia del peligro de traidores y de corruptos

Por Ary Waldir Ramos Díaz– www.es.aleteia.org
“Navidad nos recuerda que una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis”, dijo el papa Francisco en ocasión de los saludos de Navidad a la Curia Romana desde la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano este jueves 21 de diciembre de 2017.

El Pontífice indica que en la reforma del Gobierno de la Iglesia se necesita “paciencia, dedicación, y delicadeza”.

Una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe estar animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida”.
Como cada año, el Pontífice aprovechó su discurso para mover los ánimos de la misión de los curiales al servicio del Gobierno de la Iglesia Católica.
“En realidad, una fe solamente intelectual o tibia es sólo una propuesta de fe que para llegar a realizarse tendría que implicar al corazón, al alma, al espíritu y a todo nuestro ser, cuando se deje que Dios nazca y renazca en el pesebre del corazón”.
En el pasado había denunciado las “enfermedades de los eclesiásticos”, en otro discurso enumeró las posibles “curas”, el año pasado les advirtió de que no puede haber reforma sin un cambio de corazones. Y en esta ocasión, les exhortó a ser un único cuerpo con la Iglesia para servir a todo el mundo.
Les invitó a seguir la “estrella de Belén” que guía “donde yace el Hijo de Dios, no entre los reyes y el lujo, sino entre los pobres y los humildes”. En este sentido, citó a Ángel Silesio, en su Peregrino querúbico, quien escribió: «Depende sólo de ti: Ah si pudiera tu corazón ser un pesebre, Dios nacería niño de nuevo en la tierra»”. 

Traidores

El Papa también advirtió del peligro “de los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia, es decir de las personas que han sido seleccionadas con cuidado para dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma, pero -al no comprender la importancia de sus responsabilidades- se dejan corromper por la ambición o la vanagloria”.
Luego, señaló a esas personas que cuando son “delicadamente apartadas se auto-declaran equivocadamente mártires del sistema, del ‘Papa desinformado’, de la ‘vieja guardia’.

Abandonar lo superfluo

Por ello, instó desde el principio del discurso a “abandonar lo que es superfluo, lo falso, la malicia y lo engañoso, para ver lo que es esencial, lo verdadero, lo bueno y auténtico”.
Francisco invitó a servir pensando también al mundo exterior, es decir, “sobre la relación de la Curia con las naciones, con las Iglesias particulares, con las Iglesias orientales, con el diálogo ecuménico, con el Judaísmo, con el Islam y las demás religiones”, argumentó.
En el contexto de la “reforma” que lleva adelante desde hace cuatro años, ha realizado un discurso sin condenas, pragmático y centrado en la conciencia de que los cambios no son fáciles.
Aplaudió las cosas bien hechas, como la buena recepción de los jefes de los dicasterios a los obispos del mundo durante las ‘Visita ad limina’.

Una reforma “delicada”

“Hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”, citó a Monseñor Frédéric-François-Xavier De Mérode. Esto para indica que en la reforma se necesita “paciencia, dedicación, y delicadeza”.
La “Curia es una institución antigua, compleja, venerable, compuesta de hombres que provienen de muy distintas culturas, lenguas y construcciones mentales”, sostuvo.
Advirtió que en cumplir esta misión la Curia no debe estar “encerrada en sí misma”, pues traicionaría el objetivo de su existencia y caería en la autorreferencialidad, que la condenaría a la autodestrucción”.
La reforma terminaría en 2018, cuando el Papa y los cardenales que lo asesoran ( el C9) implementen los cambios necesarios al documento “Pastor Bonus” de Juan Pablo II (1988), ya parcialmente con transformaciones realizadas en 2014 por Bergoglio, y que contiene la normativa de las oficinas, los dicasterios vaticanos, las congregaciones y la Secretaria de Estado.

Superar las intrigas

Igualmente, instó a los organismos eclesiásticos y las personas que trabajan en ellos a “superar la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos que en realidad representan -a pesar de sus justificaciones y buenas intenciones- un cáncer que lleva a la autorreferencialidad”. 
“Cuando sucede esto, entonces se pierde la alegría del Evangelio, la alegría de comunicar a Cristo y de estar en comunión con él; se pierde la generosidad de nuestra consagración”, añadió.
Señaló que el servicio de la Curia a la Iglesia en la comunión con el Papa se expresa tanto fuera como dentro de los muros leoninos.
“Primado diaconal «con relación al Papa» e igualmente diaconal, por consiguiente, es el trabajo que se realiza dentro de la Curia romana ad intra y hacia el exterior ad extra”.
Usó las palabras de su predecesor Benedicto XVI para destacar la misión de este órgano “en su dimensión cristológica”, que es sobre “todo expresión de la firme voluntad de imitar a Cristo”.

Cuerpo de la Iglesia

El Papa ha hecho una metáfora del cuerpo de la Iglesia en la que la Curia son los ojos y los oídos del obispo de Roma. “Los sentidos nos ayudan a captar la realidad e igualmente a colocarnos en la realidad”.

Escuchar el grito y las alegrías de la Iglesia

Por eso, instó a que los curiales agudicen los «sentidos institucionales». “Se trata de percibir las instancias, las cuestiones, las preguntas, los gritos, las alegrías y las lágrimas de las Iglesias y del mundo para transmitirlas al Obispo de Roma”. 
En su alocución recordó que la Curia y debe cuidar la relación con las Naciones. Definió el papel de la Diplomacia Vaticana que “busca sincera y constantemente el que la Santa Sede sea un constructor de puentes, de paz y de diálogo entre las naciones”.
“El único interés de la Diplomacia Vaticana es estar libre de cualquier interés mundano o material”, añadió.
También aseguró que la Curia está al servicio de las Iglesias particulares, de las Iglesias orientales y del diálogo con el Judaísmo, el Islam y las otras religiones.
En los saludos finales, Francisco regaló a los cardenales y los altos miembros de la Curia presentes hoy en la Sala Clementina del Palacio Apostólico los libros: Quiero ver a Dios, de Padre Maria Eugenio di Gesú Bambino, OCD y la fiesta del perdón con Papa Francisco, subsidiario para la Confesión y la indulgencia, de la Librería Editora Vaticana.
El Papa así renovó sus fervientes deseos de Feliz Navidad para la Curia y sus seres queridos.

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