Pillarán NO se arrepiente

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La lección del Caso Villarán

Por Federico Salazar-Diario El Comercio.
Susana Villarán sostiene que no llamó a Jorge Barata, de Odebrecht, a pedir varios millones de dólares, para su campaña.
Ese dinero habría servido para pagar a Luis Favre, el publicista.
Dos aspirantes a colaboradores eficaces, Barata y Valdemir Garreta, han declarado sobre los aportes a la campaña del No. Barata ha señalado que se aportó tres millones de dólares y Garreta, el socio de Favre, ha señalado que otra empresa, OAS, aportó un millón de dólares. Ambas empresas mantenían contratos con la Municipalidad de Lima.
Se han encontrado, además, transferencias de Odebrecht por más de 700 mil dólares en el 2014, año de la campaña por la reelección. ¿Fue un saldo por pagar de la campaña anterior o fue una “señal” sobre la nueva campaña?
La versión de Barata es poco creíble. “Esa señora –dijo– tenía una proyección política muy grande. Había una expectativa importante de que ella continuase en la política peruana y con un nivel de destaque bastante alto”.
En las elecciones del 2014 no había forma en que Villarán remontara. Hacia junio de ese año Datum reveló que tenía 80% de desaprobación. Entonces, ¿por qué Odebrecht envió más de 700 mil dólares desde su área de operaciones no estructuradas (o sea, de su oficina de coimas)?
La pregunta para Susana Villarán no es si habló o no por teléfono con Jorge Barata. La pregunta es con qué dinero financió sus dos campañas.
En su campaña hubo aportes fantasmas, según ha revelado  El Comercio. Es decir, se utilizó el nombre de personas que no aportaron para cubrir el nombre de aportantes que no querían ser identificados.
La señora Susana Villarán tiene muchas cosas que explicar a las autoridades. A sus amigos y colaboradores no tiene que explicarles si llamó o no a Jorge Barata personalmente. Tiene que decirles si su campaña fue financiada por Odebrecht y OAS.
Muchas personas prestaron su tiempo, su imagen, su prestigio, su trabajo para algo en lo que creían. La principal bandera de ese grupo era la lucha contra la corrupción.
Esas personas fueron engañadas y burladas. Como lo fueron, también, personas que colaboraron en las campañas de otros partidos y grupos que también contaron con financiación turbia de empresas de naturaleza criminal, como Odebrecht.
La lección, para unos y otros, es que no hay bandera confiable. Eso no quiere decir que no haya ideales confiables. Quiere decir que hay personas dispuestas a tomar cualquier bandera para conseguir poder, dinero o preeminencia.
Tenemos, entonces, que deshacernos del moralismo de las causas: todas las causas son legítimas, pero, también, todas las causas pueden ser infiltradas por inmorales.
Hay que replantear, por eso, nuestro sistema de selección de asociados, nuestros filtros ideológicos y programáticos. En lugar de perdernos en la nebulosa del fin de las ideologías, tendremos, más bien, que definir las ideas con más precisión y disciplina.
Los partidos y organizaciones cada vez se parecen más a federaciones de independientes. Sus miembros se juntan más por un mismo objetivo de poder que por una idea sobre cómo debe ejercerse el poder.
Si el objetivo es el poder, es más fácil encontrarse con los inmorales.
Es más fácil, además, fiscalizar organizaciones más compactas y menos masivas. Ahí donde los miembros se conozcan y se vean más podrá haber menos fisuras para el “no sabía”, “no me dijeron”, “no era mi área”.
Nada nos libra de un socio torcido y mañoso. Sucede con cualquiera de las causas. Tenemos que tener los ojos bien abiertos y encargarnos personalmente de la verificación de la gestión.
No basta la ley electoral. Eso no nos protege de una mala asociación.
Tenemos que entendernos, primero, entre los que no aceptan los malos manejos. Hay que reconocer, en los grupos distintos, personas que puedan tener el mismo rechazo a los malos manejos.
Las diferencias de ideas hay que discutirlas, por supuesto. Eso, sin embargo, debe suceder después del primer reconocimiento.
Hay que cultivarnos en la tolerancia frente a las ideas distintas y en la intolerancia frente a las morales de raigambre distinta.
No es la ley sino la conciencia la que nos protegerá de los malos elementos.

“Lentejita y las lentejas”

Por Mario Ghibellini-Revista SOMOS del Diario El Comercio.
Susana Villarán está en aprietos a raíz de la declaración del publicista brasileño Valdemir Garreta sobre los 3 millones de dólares que recibió de Odebrecht y OAS para asesorar la campaña en contra de su revocación en el 2013. Se discute ahora si la ex alcaldesa supo o participó de alguna negociación al respecto, lo que ella ha negado de plano. Pero la verdad es que, por Lentejita que fuese, esta fallida sucesora de Frejolito tendría que haber intuido el trasiego de ‘lentejas’ (en la acepción que desarrolló el dirigente antiminero Pepe Julio Gutiérrez) que le estaba facilitando una asesoría tan valiosa, y por eso sus alegatos sobre campañas de difamación suenan majaderos. No hay que perder perspectiva: gracias a los opinables méritos de su gestión municipal, la carrera política de la señora Villarán había ya naufragado antes de esto, y lo que el presente escenario plantea es apenas la interrogante de por qué ella, como tantos políticos locales, escogió para sí un destino tan poco adecuado a sus habilidades.
Desorientación vocacional
Los políticos son, en efecto, seres extraños. Empiezan la vida igual que cualquiera de nosotros, pero en algún momento algo los hace cambiar. O tal vez, más bien, mientras casi todos cambiamos, ellos no. Como se sabe, tres son las ocupaciones con las que todo niño sueña: bombero, astronauta y presidente (en el caso de las niñas, habría que sustituir quizás las dos primeras por actriz de cine y florista). Pero luego la vida se encarga de convertir a la mayoría en afiladores de cuchillos, sicólogas infantiles o cultores de algún otro oficio de igual provecho para la sociedad, y solo unos pocos insisten con su ilusión original. Y esto, que debemos agradecer en el caso de los bomberos, en el caso de los quieren ser presidentes resulta un poco inquietante y absurdo.
En honor a la verdad, el absurdo es un ingrediente constitutivo de la política. La sola idea de un sujeto que salta sobre una silla y trata de convencer a los demás de que le confíen el manejo de sus destinos porque él es la suma de las virtudes y la vocación de servicio encarnada, es profundamente absurda. Pero el, digamos, hábito electoral nos ha hecho esencialmente inmunes a lo descabellado de toda esta situación.
Un problema adicional, por otra parte, es que, mientras para ser bombero o astronauta hay que pasar por exámenes exigentes, llegar a ser presidente –o congresista o alcalde– no requiere en el Perú de ningún control de calidad, y entonces acabamos con gobernantes que ejercen el poder que les toca tal como lo habían anticipado en su fantasía infantil: construyendo conjuntos habitacionales como quien juega Lego, creyendo que pueden generar riqueza por decreto o dándose la gran vida a costa de los contribuyentes. En realidad, para la enorme mayoría de ellos, el poder es un fin en sí mismo; y los discursos ideológicos, solo elaboraciones retóricas para llegar a él.
¿Cuánto de esto vemos reflejado en la fábula de una señora que quiso ser presidenta y luego alcaldesa; y luego, en su afán de no ser removida del cargo, no detectó la danza de ‘lentejas’ que corría a su costado; y luego postuló a la reelección a pesar de que había prometido no hacerlo; y luego estuvo dispuesta a integrar una efímera plancha presidencial con una persona procesada por el crimen de un periodista a pesar de haber sido una defensora de los derechos humanos; y luego termina así? Ustedes dirán, pero lo que es claro es que hasta ahora no tiene moraleja.

¿Caviar? Sí, muchas gracias

Por Alonso Núñez del Prado Simons-Ideele Revista Nº 275.
Las muchas veces que se usa el término ‘caviar’, además de las diversas publicaciones que se han hecho comentando la palabra, además de la pregunta sin respuesta que alguna vez hizo un magistrado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, me lleva a tratar de resumir las características que llevan a que se califique a una persona como ‘caviar’.
Aunque pretendió, originalmente, ser un adjetivo descalificador o por lo menos un apelativo despectivo, el término ‘caviar’ ha terminado por ser, finalmente, un piropo o halago, aunque hayan varios que difícilmente estarán dispuestos a reconocerlo.
Más allá de su origen histórico en la Francia de Mitterrand y las características circunstanciales o superficiales que le asignan algunos, como ser egresado de colegios religiosos y de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), las que podríamos considerar características de un ‘caviar’ son: ser liberal en el sentido de contrario a conservador, es decir partidario de hacer cambios para mejorar el sistema, interesado en mejorar las condiciones de los sectores desfavorecidos; defensor de los Derechos Humanos; prodemocrático y antidictatorial; partidario de la preservación de nuestro planeta y del medio ambiente; contrario a todo fundamentalismo; no ser neoliberal y creer que el Estado tiene que jugar un papel en la economía y la vida social; ser una persona cultivada y leída, interesada en la cultura y no en hacer fortuna; creer que ‘ser’ es más importante que ‘tener’; para algunos, un caviar es contradictorio, porque muchas veces vota en contra de sus propios intereses; pero tiene un defecto grave, le gusta vivir bien (comer caviar…)
El problema es que nadie ha podido explicar por qué a las personas de izquierda[1] no les puede gustar vivir bien, como a la mayoría de los mortales. Parece que algunos siguen reclamando lo que los marxistas ortodoxos: la incompatibilidad entre ser progresista y ser de origen y gustos burgueses. Según esta absurda pretensión los únicos autorizados a vivir cómodamente y con todas las ventajas son las personas de derecha, que en estricto sentido son las que pretenden  mantener el statu quo, porque conviene a sus intereses, una razón que no pasaría ningún examen de moralidad. En otras palabras, los que pretenden cambios en el orden socio económico y político, porque es a todas luces injusto, tienen que vivir pobre y miserablemente, porque de otra manera no se explica que sean tan tontos de apoyar las reformas que los afectarán.
Entre otras muchas contradicciones toda esta crítica a los caviares olvida que los hombres dejan de serlo si se los extrapola del grupo en el que se desarrollaron y al que pertenecen (pueden cambiar). Una verdad incontrovertible es que lo que afecta a uno afecta al grupo y al final afecta a todos. La búsqueda de los beneficios individuales es bastante miope y a la larga termina explotando en la cara. En el mundo de hoy los ejemplos sobran. En nuestro Perú los abusos cometidos por la oligarquía crearon a Velasco y también a Sendero. En el ámbito mundial la incapacidad de los gobiernos de los Estados Unidos para mirar más allá de sus fronteras resultó en la tragedia del 11 de septiembre. Tratar de mantener privilegios injustos a la vista de quienes tienen mucho menos o nada resulta en la envidia, las revoluciones y también las guerras. Tenemos que entender de una vez por todas que somos parte de la humanidad y tenemos que lograr la realización de todos o de la mayoría o por lo menos que la oportunidad exista. Me imagino que me acusarán de idealista, pero los hechos demuestran que más bien estoy siendo más realista que los ‘realistas’ que entienden el adjetivo como la búsqueda de ventajas para sí mismos olvidando a los otros o muchas veces expoliándolos.
Supongo que a mucha gente le resultará absurdo, pero la verdad es que como dice el título de este artículo, cuando a uno le dicen ‘caviar’ debería decir ‘sí, muchas gracias’.
Nota:
[1] Ver mi artículo ‘Teoría política y confusión de términos’ publicado en ‘Semana Económica’, la ‘Revista Ideele’ y ‘El Político’.
¡El radicalismo antiminero otra vez en el sur!

¡El radicalismo antiminero otra vez en el sur!

Paro en Chumbivilcas apunta contra mineras de la región

Diversos gremios de la provincia de Chumbivilcas (Cusco) están promoviendo un paro y una asamblea popular para los días 11 y 12 de diciembre. Sin embargo las demandas locales contra los gobiernos regional, provincial y distrital envuelven la verdadera intención: apuntar contra las principales minas del llamado Corredor Minero del Sur, que producen más del 50% del cobre nacional. El objetivo de estos sectores, más que evidente, es utilizar las legítimas demandas de la población para paralizar la minería, con el objetivo de ralentizar el crecimiento y generar un ambiente de escepticismo a favor de las propuestas antisistema en las elecciones del 2021.
La plataforma del autoproclamado Frente de Defensa de los Intereses de Chumbivilcas, de la Liga Agraria, de las Rondas Campesinas, Barrios Populares y Construcción Civil consta de trece puntos alrededor de demandas locales. Pero en el punto cuarto se plantea una “huelga provincial en contra de la empresa minera Hudbay, Ares, MM Bambas, proyecto Otunsa y minería informal”. ¿Qué tiene que ver una huelga contra las actividades mineras con los demás puntos de la plataforma? Nada. Entre los otros reclamos, están las ineficiencias de las autoridades en la compra de diez tractores, seis ambulancia y seis camionetas para el hospital, y en el informe del techado y construcción del mercado. Asimismo, en la plataforma se plantea la evaluación del personal y retiro de algunas gerencias de la Municipalidad Provincial de Chumbivilcas (MPCH), informe de funciones de fiscalización, ordenanzas y de obras, y proyectos según presupuesto participativo de los distritos, UGEL y servicio de Electrosur, entre otras.
Como se aprecia con absoluta claridad, la estrategia antiminera se envuelve con las justas demandas de la población local. En vez de propiciar una alianza entre las localidades y las empresas mineras para exigir que el Estado (ministerios, regiones y municipios) cumplan sus responsabilidades en la inversión y gasto de los impuestos que las compañías mineras han pagado puntualmente, el radicalismo antisistema demoniza a las empresas privadas con el claro objetivo de cargarle las responsabilidades del fracaso estatal.
La cosa es tan clara que solo basta conocer quiénes están detrás de este paro contra la minería para entender el intento de manipulación. Por ejemplo, el presidente del autoproclamado Frente de Defensa de los intereses de Chumbivilcas, Cayo Huaytani, es simpatizante de Gregorio Santos. El presidente de la llamada Liga Agraria, Arcadio Hurtado, también es simpatizante del MAS Democracia de Gregorio Santos. Igualmente son activistas de esta organización Leonidas Molina, presidente de una supuesta organización de rondas campesinas (en el sur no hay esta tradición organizativa), y el presidente del sindicato de construcción civil, Eliseo Minaya.
Probablemente los reclamos relacionados con las ineptitudes de las autoridades sean justos, debido a que los ofrecimientos y compromisos no se cumplen y a que las deficiencias de los servicios municipales y del proveedor de energía eléctrica incomodan a los pobladores. Probablemente sus reclamos no solo no son atendidos, sino que además existe un trato displicente que afecta a los pobladores. Y el descontento con la autoridad y la burocracia local es latente cuando se demanda la “evaluación total del personal y retiro de algunas gerencias de la MPCH”, pidiendo además la “presencia de los partidos políticos para prohibir campañas lujosas, pintas, marchas y embanderamientos”. ¿Por qué, entonces, los antimineros no les dicen a los pobladores que el canon que recibe Chumbivilcas de las empresas mineras modernas es la fuente principal de los recursos que no se gastan adecuadamente por las autoridades?
En todo caso el Perú está notificado. Los antimineros vuelven a la carga con la intención de paralizar las minas del sur del Perú. ¿Qué conducta asumirán el Ejecutivo y el Legislativo? ¿El Ministerio del Interior ordenará que la policía de la región asuma su responsabilidad ante la violencia? ¿Cuál será la conducta de los fiscales y jueces frente a los atentados contra la propiedad privada que desarrollará el violentismo bloqueando carreteras? ¿Los partidos se harán de la vista gorda frente a la estrategia del radicalismo de agudizar las contradicciones con miras a las elecciones regionales del 2018? Mientras en Lima la política se judicializa, el antisistema avanza en el sur.
Fuente: www.elmontonero.pe

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