Crimen sin castigo

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Incendio en El Agustino: hallan cuerpos de tres bomberos

La policía encontró los tres cadáveres de los bomberos tras incendio en fábrica en El Agustino. Las víctimas habrían fallecido tras la caída del techo del almacén.
La Policía confirmó la muerte de los tres bomberos desaparecidos en el incendio que destruyó anoche un almacén de medicinas del MINSA y una fábrica de zapatos en el distrito de El Agustino.
En diálogo con RPP Noticias, el general Manuel Vera lamentó la noticia y anunció que se procederá con la identificación de cadáveres tras el siniestro en El Agustino.
“Estamos muy apenados porque ya hemos encontrado los cuerpos, y en estos momentos nos disponemos con la fiscal a identificar plenamente los cadáveres”. indicó la autoridad.
Confirmó que los cuerpos carbonizados se hallaron en la zona del almacén del Ministerio de Salud tras romper una pared.
Fuente: Diarios Ojo y El Comercio.

Las palabras. Reflexiones sobre el caso Wiese

Después de doce entregas hemos terminado con la investigación periodística sobre el ‘salvataje’ del Banco Wiese y sus posibles consecuencias para el ciudadano. Para mí, y estoy seguro de que para Lenka Zàjec, la coautora de esta serie, ha sido un desahogo concluir el laborioso proceso.
Por Gustavo Gorriti- Diario La República.
Después de doce entregas y dos resúmenes, hemos terminado (por lo menos por ahora) con la investigación periodística sobre el ‘salvataje’ del Banco Wiese y sus posibles consecuencias para el ciudadano de a pie. Para mí, y estoy seguro de que para Lenka Zàjec, la coautora de esta serie, ha sido un desahogo concluir el laborioso proceso que está detrás de cada párrafo escrito en una investigación.
La sensación de haberle dado vuelta a la página es, por cierto, ilusoria. Uno nunca termina una investigación mayor. O más bien, la investigación nunca termina con uno. Mi primera investigación periodística arrancó, casi por accidente, en febrero de 1982: el caso Langberg. Fue un caso con tal energía comprimida internamente, que su publicación fue antes una explosión que una revelación. Desató todo tipo de consecuencias, directas e indirectas; mediatas e inmediatas. Por ese caso, Alan García pasó a la primera fila del Apra; y por ese caso, Fernando Olivera vislumbró ingresar a la política. Eso, entre muchas otras cosas. Pero además, las fuerzas que desató (lealtades, hostilidades, inquinas, complicidades, rencores y venganzas) siguen vivas, como pude leer hace poco, y así permanecerán, acaso con una leve entropía, hasta que la mortalidad concluya su tarea con todo el elenco que actuó en ese drama.
La primera vez que escribí sobre Montesinos fue en 1983. Ahí lo tienen, 22 años y una historia del Perú después. Y créanme, Montesinos no ha acabado con nosotros; aunque me parece justo añadir que nosotros tampoco hemos acabado con Montesinos.
El caso Villa Coca reventó en 1985. Veinte años después, sus personajes siguen el efecto de la dinámica que generó. Cuando, hace pocas semanas, el ex ministro del Interior Félix Murazzo y el ex director general de la Policía Marcos Miyashiro adscribieron parte de sus problemas a las consecuencias de Villa Coca, muchos no lo entendieron. Pero, por lo menos en eso, tenían razón.
(Debo añadir que los tres casos mencionados fueron publicados en Caretas; y que hubiera sido entonces muy difícil publicar en otro medio que no tuviera un director con la personalidad excepcional [en decibeles, talento y valentía] de Enrique Zileri).
Por eso, cada nueva investigación de importancia es también un peso y una certeza. Te seguirá. Volverás a encontrarte, con sus consecuencias y sus protagonistas, una y otra vez a lo largo de la vida. Por eso, para un periodista, es sano tener claridad y convicción en lo que se hace.
El caso del ‘salvataje’ del Wiese es muy diferente. No hemos sacado a la luz nombres ni hechos del todo desconocidos. No hemos provocado una investigación fiscal o judicial. No hay amenaza ni sospecha de violencia o de intimidación. El caso –incluso ha sido dicho por ahí– es viejo, ya pasó.
Eso último es una sandez. Es obvio que no tomamos el caso para hacer investigación histórica sino por lo que significaba hoy, y sobre todo mañana, para el país. En pocas palabras, los peruanos íbamos a tener que pagar 314 millones de dólares para resarcir el daño que hicieron banqueros por lo menos incompetentes y en más de un caso deshonestos, con el dinero del público confiado a ellos.
El objetivo de la investigación era poder responderle al ciudadano de a pie (a quien se debe el periodismo y los periodistas), si era verdad que debía pagar tanto, teniendo tan poco. O si no tenía por qué hacerlo y debía, más bien, exigir justicia.
Ese fue el simple comienzo, y ahí acabó lo simple. Entrevistamos a todos los lados del caso. Cuando los personajes no pudieron hablar abiertamente, lo hicimos off-the-record o incluso a través de sus abogados. Escuchamos desde ardorosas e inteligentes defensas de la operación de ‘salvataje’ (Susana de la Puente antes de que el JP Morgan le prohibiera hablar; o Carlos Paredes), hasta no menos inteligentes, detalladas e investigadas acusaciones de que ese ‘salvataje’ era el mayor caso de corrupción del fujimorato y uno de los mayores en la historia del Perú (Jaime Mur).
¿Qué quedó en claro? Por lo menos para mí, el razonamiento del ‘salvataje’ tuvo mucho en común con la resolución de una situación de toma de rehenes. O pagas el rescate o caemos todos.
En este caso, los rehenes eran los depósitos en el BWL y el sistema financiero nacional.
Hay circunstancias en las que no queda otra alternativa que pagar algún rescate y entregar salvoconductos, para evitar un daño mayor. Ahí, el buen negociador es quien paga el menor rescate posible y desactiva el peligro inminente.
Pero una vez desactivada cualquier crisis de rehenes, se examinan las fallas de seguridad que permitieron llegar a esa situación, castigando a los responsables; y se busca someter a la justicia a los responsables del evento. En este caso, no pasó lo primero con los organismos reguladores ni pasó lo segundo con los banqueros del BWL. Por lo contrario, la apurada resolución de una crisis, bajo la amenaza de un descalabro bancario, fue presentada como una obra maestra de ingeniería financiera. Y los causantes de la crisis siguieron haciendo negocios, mientras se suponía que el resto de nosotros debía aplaudirlos, y meternos la mano a los bolsillos para pagar los $314 millones.
Eso puede pasar en una dictadura, pero nunca debe suceder en una democracia. Como escribimos hace un par de días, el JP Morgan ha tenido que pagar alrededor de 5 mil millones de dólares como castigo y compensación por el papel que tuvo en los fraudes masivos de Enron y Worldcom. Eso, sin contar las multas que antes tuvo que pagar a la Securities and Exchange Commission (SEC) y al fiscal de Nueva York, Robert Morgenthau. Y así debe ser: cuando uno maneja el dinero de los demás, sea gobernante o banquero, debe atenerse a la responsabilidad que ello supone.
Eso no sucede aquí todavía, pero debe empezar a suceder.
La investigación permitió ver, además, cosas que el público debe saber, y juzgar.
Así, por ejemplo, el manejador de imagen o relacionista público de Susana de la Puente (a través del JP Morgan) es Freddy Chirinos. Chirinos tiene simultáneamente como cliente a Pedro Pablo Kuczynski. Lo tuvo como ministro de Economía y lo tiene como Primer Ministro. Banquera y ministro han tenido que negociar más de una vez. ¿Utilizando al mismo manejador de imagen?
De otro lado, buena parte de los primeros procuradores anticorrupción han terminado defendiendo a los acusados por corrupción.
Así, el ex procurador César Azabache defiende hoy a Gonzalo de la Puente Wiese y, a través de su estudio, a Augusto Wiese Moreyra. Y el estudio del ex procurador José Ugaz, donde trabajan los ex procuradores Luis Vargas Valdivia e Iván Meini (que fue quien investigó el caso Wiese), defiende a Martín Fariña, el otro funcionario del JP Morgan que está acusado en el caso. Otro ex procurador, César Pantoja, trabaja con el abogado Augusto Loli, que defiende a Susana de la Puente.
Le pregunté a Iván Meini cómo se sentía respecto a que su Estudio defienda a quien él acusó como procurador. “Tengo claro que no hay conflicto de intereses”, dijo Meini. “El Estudio ya veía el caso [cuando me reincorporé]. Dije que yo no iba a ver ningún caso en el que hubiera participado”. Meini, que investigó temas de criminalidad económica, sostiene que su caso es “como el de un juez al que le llega un caso que vio como abogado. Se inhibe, pero no renuncia a ser juez… la alternativa es dejar de desempeñarme como abogado”.
Todo Estudio grande en Lima ve casos vinculados con la corrupción, dice Meini, “…que objetivamente estén defendiendo algo que yo denuncié, lo acepto, porque tengo claro que en el Estudio respetan mi punto de vista… respecto al caso del Banco Wiese, sigo opinando como Iván Meini el procurador, con la información que tuve hasta diciembre”. Su caso, me dijo, es como “si La República investigara a alguien que conoces, te inhibirías, pero no inhibirías a La República”. Para casos como ese, y como el suyo, dice Meini, “existe la institución de la inhibición”.
El ex procurador Ronald Gamarra, que trabaja ahora en el Instituto de Defensa Legal (IDL), ve el problema en forma diferente. “Dentro de lo complicado que es el asunto, me parece que para ellos [los otros ex procuradores] la lucha anticorrupción fue un trabajo, no un compromiso… creo que no midieron las consecuencias cuando entraron a trabajar a la procuraduría… más allá de lo legal está lo ético. Luchaste por algo, no puedes aparecer en el otro lado… [esto] debió ser una meta, no un trabajo”.
¿Ha influido algo de lo descrito en una distorsión de la perspectiva no sólo en la defensa sino también en la acusación?
Los periodistas que hemos investigado el caso pensamos que una persona a quien se le cargaron las tintas en forma largamente excesiva es Eugenio Bertini, a quien se caricaturizó como “el banquero de Montesinos”, (que no fue), mientras que a los banqueros verdaderos de Montesinos, Venero, Duthurburu y Valencia, no les pasó nada. ¿Había que convertir a una persona en cabeza de turco para facilitar la impunidad de otros? La carrera de Bertini ha sido ya destruida, pero es injusto que no se repare su reputación.
De diferente manera, Manuel Custodio es también un chivo expiatorio. Me parece que Custodio tiene varias responsabilidades por las que rendir cuentas. Pero en todos los casos, obedeció órdenes y siguió instrucciones. Entonces, ¿cómo así está él perseguido mientras que los que le dieron las órdenes prosperan?

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2 pensamientos en “Crimen sin castigo

  1. Edgardo Campero Chunga

    Muy consternado por estas tres víctimas de los bomberos voluntarios de nuestra Patria, que se investigue las causas del incendio a profundidad. Honor y gloria para ellos y profundo pesar para sus familiares.

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  2. Jesús

    Honor y gloria para estos valerosos peruanos. Apoyo económico ejemplar debe otorgar el gobierno a sus familiares, no con palabras y tramites burocráticos. Hechos y no palabras, para volver a confiar en la autoridad.

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