El derecho a la vida

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Por Martha Meier Miró Quesada- Diario Expreso
Las ONG, la progresía caviar y el pensamiento único de la corrección política, quieren convertir en el gran problema nacional el supuesto “derecho” al aborto. Esto en un país atenazado por la inseguridad, el narcotráfico, la desnutrición, la mala calidad educativa, la falta de acceso a los servicios básicos y a una vivienda digna, y la corrupción.
Sus sucesivas y fracasadas campañas han tenido diferentes abordajes. La más reciente utilizar la situación de mujeres que resultan embarazadas por violación. Olvidan que el problema de fondo no es el producto, sino la violación que en el Perú, por desgracia, es pocas veces denunciada. El sistema suele repeler a las víctimas de crimen tan monstruoso.
Si por algo hay que luchar es por penas drásticas contra los violadores; una protección real y eficiente, especialmente para las niñas y adolescentes en situación de riesgo (ultrajadas muchas veces en el seno de sus propias familias). Urge crear, además, un mecanismo simple y amigable para acoger las denuncias en los lugares más confiables de cada barrio: templos, colegios, boticas, clubs de madres, etc…), coordinados con las instancias pertinentes.
El Estado debe facilitar el camino para las denuncias de violación apenas ocurrida esta y garantizar que se desplegarán los esfuerzos necesarios para castigar al maldito. Eso sí es un derecho, tanto como exigir un protocolo sanitario que incluya, entre otras cosas, una dosis de la píldora del día siguiente.
Se equivocan quienes le achacan a la religión ser provida. Pier Paolo Pasolini (1922-1975) promiscuo, ateo, comunista, anticlerical y homosexual, fue antiabortista. Consideró que todos los derechos conquistados se asientan sobre el derecho a la vida. “Estoy en contra del aborto”, escribió el 19 de enero de 1975, y “estoy traumatizado por la legalización del aborto porque la considero una legalización del homicidio. La vida es sagrada: es un principio más fuerte todavía que cualquier principio de la democracia”. Y se preguntaba: “¿Se puede tranquilamente pasar por encima de un caso de conciencia personal con relación a la decisión de hacer venir o no al mundo a alguien que quiere decididamente venir?”.
La feminista, marxista, antisistema y atea catalana, Isabel Gómez califica al aborto de “violencia patriarcal ejercida por mujeres”. Debemos “tomar partido por el más débil, y en un embarazo este es el feto”.
Así las cosas los fanáticos y fanáticas son más bien quienes creen que calateándose en la vía pública y colgándose cartelitos de “violada”, olvidaremos que el derecho primordial es el de la vida.

LA “CAVIAR-CRACIA

La palabra “democracia” tiene demasiados significados, surgidos de los intereses del poder de turno o de quienes aspiran a él (cada quien con sus analistas, politólogos y forjadores de opinión).
Ejemplos sobran de dictaduras asfixiantes que se apoderaron del término, lo denigraron y le añadieron algún adjetivo para justificar totalitarios regímenes. De hecho, Stalin detentó el poder en nombre de una supuesta “democracia popular”, tal como Mao Tse Dong; ambos tiranos y cabezas de gobiernos asesinos.
La hoy desaparecida República Democrática Alemana, RDA, fue una cárcel. Angela Merkel, canciller alemana, pasó buena parte de su vida en esa Alemania comunista y recuerda que allí imperó la “dictadura del proletariado” (para los marxistas-leninistas eso es sinónimo de democracia).
El lingüista español Fernando Lázaro Carreter, afirma que “democracia”, como vocablo, tiene más de 25 siglos de uso y que la palabra ingresó en el castellano a principios de los años 1,600. Los siglos, sin embargo, no han generado un significado único y universal sino todo lo contrario. El periodista ecuatoriano Eugenio Lloret Orellana menciona que “David Collier y Steven Levitsky, en el libro ‘Democracia sin adjetivos’, dicen que “existen 550 formas distintas de denominar la democracia con ayuda de un adjetivo, de un prefijo o de ambos a la vez”. Y esas 550 formas son un obstáculo para alcanzar consenso sobre el sistema de gobierno al que aspiramos.
En el Perú hay que sumar la mazamorrera democracia “caviar”, esa que solo existe en tanto los cofrades ostenten cargos y la agenda nacional sea la dictada por los financistas internacionales de sus oenegés. De otro modo será “dictablanda” (como llamaron al segundo belaundismo); “autocracia” o “dictadura” (al fujimorismo, según etapas), y “traición” (al humalismo).
Para los caviares si no se está con ellos se está contra la democracia. Así de simple, ellos son “la” democracia. Estos “iluminados” pretenden esconder su cercanía a la “robolución” cachaco-socialista del general Juan Velasco Alvarado, y la firma de una suerte de “acta de sujeción periodística” para servir a los dictados del nefasto régimen.
Esos mismos promueven hoy “su” democracia, confundiendo a jóvenes carentes de una visión objetiva de la historia política reciente y desconocedores de la sinuosa biografía de esos “caviar-cratas”. Tal es el desconcierto que los chicos salen a las calles a gritar por más democracia y paz, exhibiendo en sus polos la cara del Che Guevara, un simple criminal terrorista antidemocrático.
Pulpín, a la “caviar-cracia” dile no. Reinventa tú nuestro país y no te dejes manipular por esos sesentones.

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