Hipocresía seudoliberal

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Cardenal Juan Luis Cipriani

Una respuesta a Alfredo Bullard
Por Martín Santiváñez Vivanco, Doctor en Derecho- Diario El Comercio
El relativismo evanescente intenta mediatizar el Derecho, destruir los procedimientos, subvertir la jerarquía normativa y presentar como iguales instituciones jurídicas que en esencia son opuestas porque cumplen fines distintos.
La paradoja suprema del seudoliberal consiste en utilizar la demagogia ramplona para atacar a las personas que expresan una postura contraria a ese relativismo que él mismo defiende. Eso ha sucedido cuando Alfredo Bullard (un abogado que no cree mucho en el Derecho, según sus propias palabras), decidió perpetrar un artículo equiparando al cardenal Cipriani con Hitler y Barrabás. Semejante bajeza es más propia de la desviación jacobina que del espíritu auténticamente liberal, un espíritu, al menos en el papel, basado en el consenso y la tolerancia, en el respeto mutuo y la proposición de ideas, no en la imposición autoritaria de adjetivos.
Se equivocan los que sostienen que un paso hacia la civilización es la proscripción de toda noción, también jurídica, sobre lo bueno y lo malo, sobre lo justo y lo injusto. Es precisamente al revés. Una sociedad es más civilizada cuanto mayor es su adhesión a las nociones de bondad, belleza y justicia. Cuando todo se ha tergiversado o nivelado, el resultado, en el ámbito jurídico, es la deshumanización del Derecho y, en el mundo artístico, novelas de escribidores que pocos leerán tras una generación y espasmos de mal gusto, como aquél descrito en el artículo vargallosiano: “Caca de elefante”.
El Derecho desligado de la ética produce leviatanes estatales seudoimparciales que se fundan en no definir nada importante, dejando en el limbo de lo relativo cualquier aspiración a la verdad. Y libertad sin verdad no es libertad en modo alguno. El paganismo del siglo II vivió bajo este clima moral, frívolo y sumamente cruel. Pero ni siquiera en su época de mayor poder el viejo relativismo aspiró a destruir los conceptos claves del Derecho mediante la perversión de los principios jurídicos. Los clásicos, Cicerón y la Stoa, se encargaron de consolidar la noción de un Derecho natural y ante este freno el relativismo terminó por estrellarse.
Hoy, una concepción mal definida o, mejor dicho, no definida, de libertad, provoca contradicciones como el insulto en boca de seudoliberales y la destrucción paulatina de los principios jurídicos. La confusión sobre qué es “libertad” con mayúsculas y qué configura una licencia irresponsable provoca un dogmatismo violento que balbucea “Hitler”, “Barrabás”, y otras estupideces impropias de un jurista, cuando no se encuentran argumentos sólidos para explicarnos por qué la democracia es buena a veces y por qué no cuando contradice tu postura.
Los seudoliberales no saben definir qué es libertad y renuncian a hablarnos de la verdad, de los principios y del Derecho natural. Prefieren legitimar la dictadura de una minoría que quiere vendernos gato por liebre equiparando instituciones que responden a realidades distintas (matrimonio y unión civil). Señalar la diferencia esencial entre estas dos figuras inmediatamente provoca que los seudoliberales se rasguen las vestiduras y te insulten: “Hitler”, “homofóbico”, “cavernario”, “cucufato”. He aquí una reacción fundamentalista, hipócrita y convenida. 
El orden de la libertad es el Derecho. Y el Derecho es un sistema de conceptos definidos. El relativismo tiene estas manifestaciones de hipocresía. Cuando sirve a ciertos fines, se aplica. Cuando no, te insulta. He aquí una noción falsa de libertad que, por intolerante, nos conduce a la anarquía. Y en la anarquía no hay Derecho porque allí, en la oscuridad primitiva, no cabe que exista ninguna responsabilidad. Insisto: no tengan miedo seudoliberales. Vamos a votar.

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