Carta del Cardenal Rubiano al padre Alfonso Llano SJ

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Llano SJ

Estimado Padre: Reciba mi cordial saludo en el Señor. Muy atentamente le pido rectificar las afirmaciones que hace en su artículo publicado en El Tiempo, en su columna Un Alto en el Camino, el domingo 13 de abril de 2003, ‘Papá: ¿qué es Semana Santa?’ Usted escribe: “Dios siempre ha venido en busca de hombres y mujeres que le ayuden a realizar sus planes de perdón y dignificación de cada ser humano” y enseguida continúa con esta afirmación: “Encontró en Jesús de Nazaret, el hijo de María y José, al hombre según su corazón? Jesús fue un hombre común y corriente. Un hombre como tú y yo. Pero fue un hombre lleno de fe en Dios, su Padre, y de un infinito amor a los pecadores” y más adelante añade, “Dios resucitó a Jesús, lo glorificó, dicho metafóricamente, ‘lo sentó a su derecha’, vale decir, lo hizo igual a sí, Hijo de Dios?”.
Una vez más, sobre temas de la fe cristiana, que tienen que ser expresados en términos adecuados para todos los lectores, tengo que llamarle la atención como su “Obispo”, “el Pueblo de Dios tiene derecho a recibir el mensaje de la Iglesia en su pureza e integridad y por consiguiente, a no ser desconcertado por una opinión particular?” (Instrucción Vocación Eclesial del Teólogo, Doctrina de la Fe). Ya en otras ocasiones le he advertido que debe tener cuidado y discernimiento al escribir, para no apartarse de la Doctrina de la Iglesia. Nuevamente le tengo que recordar que la fe católica se fundamenta sobre la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. No podemos sembrar dudas ni errores sobre la Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre; sobre su resurrección y la Virginidad maternal de María, madre de Jesucristo y “siempre Virgen”.

San Pablo nos enseña que Jesucristo, “el cual, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario se despojó de sí mismo tomando la condición de Siervo, haciéndose semejante a los hombres? y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR, para gloria de Dios Padre” (Flp. 2, 6-11) Debemos proclamar con fe firme que Jesús de Nazaret, hijo de María, y solamente Él es el Verbo, Hijo del Padre, que se hizo hombre, por obra y gracia del Espíritu Santo. “En el principio era el Verbo? y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios?”, “y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn.1, 1.14), esta formulación de la fe católica, no es de ninguna manera materia discutible, es un dogma de fe. Jesucristo es el Hijo de Dios “de la misma naturaleza que el Padre”.
La profesión de fe católica, definida en los Concilios de Nicea I y de Constantinopla I, sobre Jesucristo, está expresada en el Credo “Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo Único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero, Engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado, en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin?” Si nos apartamos de esta profesión de fe, caemos, no solamente en el error sino también en la herejía. “Nadie puede decir ‘Jesús es Señor’ sino por el Espíritu Santo” (1ª.Cor.12,3b.).
Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine con sus dones y que fortalezca nuestra fe. El Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual (Gaudium et Spes) también enseña: “El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho se encarnó para que, Hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas”. Y el Papa Juan Pablo II, explícitamente declaró, que es contrario a la fe cristiana separar el Verbo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, y Jesucristo, Él es el Verbo encarnado, verdadero Dios y verdadero Hombre. Por último, quiero reafirmarle Padre Llano, cuando se refiere a la “autoridad magisterial”, que la divinidad de Jesucristo, la Encarnación del Verbo y la Resurrección no son “algunos puntos de vista, referentes a formulaciones de la fe, que son discutibles entre los teólogos”, como Usted lo ha escrito para su columna de El Tiempo del próximo domingo, en el día de la Resurrección del Señor, y se pregunta, ¿Por qué sigo siendo católico? En la oración lo encomiendo al Señor, verdadero Dios y verdadero Hombre y a la Santísima Virgen María, la siempre Virgen. Con sentimientos de consideración, me suscribo, Afectísimo en Cristo, + Pedro Cardenal Rubiano Sáenz Arzobispo de Bogotá

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