Javier Heraud Pérez

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Javier Heraud
Guerrillero del Markham
A 45 años de la muerte del poeta y guerrillero, sus familiares decidieron exhumar su tumba en Puerto Maldonado para sepultar sus restos en la capital.
Los restos del poeta Javier Heraud fueron sepultados en un cementerio limeño, en una discreta ceremonia privada, donde se leyeron sus poemas y se recordó pasajes de su vida que se extinguió bajo las balas de las fuerzas del orden hace 45 años.
“Quisiera descansar todo un año y volver mis ojos al mar/ y contemplar el río crecer y crecer como un cauce/ como una enorme herida abierta en mi pecho”, fue uno de los versos del poema El Viaje (1961), que leyó emocionada su hermana Cecilia durante el sepelio.
Los restos del vate, quien se unió a las guerillas y murió el 15 de mayo de 1963 a los 21 años en un enfrentamiento con las fuerzas del orden, en un paraje de Puerto Maldonado, fueron trasladados a Lima desde esa ciudad de la selva peruana.
Heraud Pérez estuvo enterrado por 45 años en el cementerio “Los Pioneros” de Puerto Maldonado.
Antes de recibir sepultura, sus familiares leyeron varios fragmentos de los poemas que escribió Heraud, entre ellos “El Viaje”, con el que obtuvo el premio “El Poeta joven del Perú”, así como El Río (1960), entre otros.
“Se ha cumplido el deseo de mi madre, porque ella quería que los restos de Javier estén al lado de mi padre Jorge”, dijo la hermana del poeta, con emotivas palabras durante el sepelio.
Un deseo familiar
Los restos de Heraud fueron enterrados en el sector Los Algarrobos del cementerio Jardines de la Paz, donde recibió el adiós de sus familiares en una ceremonia previa.
“Yo no me río de la muerte/ Sucede simplemente/ que no tengo miedo de morir entre pájaros/ y árboles”, fue otro de los versos más destacados de Heraud, que fueron leídos.
La madre del poeta, Victoria Pérez, de 96 años de edad, no pudo acompañar a este cortejo fúnebre debido a su avanzada edad, refirió Cecilia.
Los demás hermanos del poeta peruano, Jorge, Victoria, Marcela y Gustavo también hicieron uso de la palabra en esta ceremonia evocando la memoria de Heraud.
“Por 45 años mi hermano ha estado rodeado de árboles y flores y pájaros”, dijo Gustavo parafraseando uno de los poemas de su hermano, y al explicar que si ahora los restos del vate regresan a Lima, desde Puerto Maldonado, fue por el deseo expreso de su madre.
Finalmente, Cecilia agradeció al Equipo Peruano de Antropología Forense porque apoyó a la familia para hacer posible el traslado de los restos de Heraud.
Heraud nació en 1942 en Miraflores, Lima. Fue hijo de Jorge Heraud Cricet y Victoria Pérez Tellería, y fue el tercero de seis hermanos, quienes lo acompañaron hasta su tumba.
Fuente: Agencia Andina de Noticias.
Refúgienme como siempre en vuestros pechos
Es imposible

A mis amigos
Sólo quiero conocerme
a fondo como siempre,
sólo quiero
descansar en tierra muerta y en olvido.
Yo podría vivir solo
en el mar,
o en los montes,
pero siempre
necesitaría
de unos cuantos,
de un puñado,
de un racimo
de amigos
para pasar las
noches al lado
del café y del
silencio.
Refúgienme
como siempre
en vuestros
pechos,
corazones
alertas.
No sé si
podré
escribir
más
pues
ya
no
puedo
arreglar
este poema
librarme de esta
mesa, librarme
de
esta silla.
Poema en el avión*
Si acaso me preguntan
dónde estuve
y si insistentes, quieren
averiguar los sitios que he pisado,
les diré.
“Tres meses son tres años,
tres años son tres días,
tres días son tres horas,
y en verdad, en verdad hablando
sólo salí a dar una vuelta
por el parque,
entré al cinema
me tropecé con otras gentes en otras
partes.
Y ya estoy aquí,
nada le ha pasado a nadie,
yo sigo como siempre
admirando los ríos del otoño,
yo sigo como siempre
esperando al verano para maldecirlo,
y conversando con mis viejos
objetos adorados:
y no pregunten más,
que de mí no habrá ya más respuestas”.
Bien, yo deberé decirles
a mis amigos “lo he hecho.
Estuve en Moscú.
Aquella vez que volví a casa
me sentí muy derrotado.”
*Escrito al regreso de su viaje a Moscú y Europa
¡Qué difícil,
volcar mi corazón ahora,
en plena España,
en el corazón
sangrante de Madrid,
cuando las palomas
de la paz y del otoño
vuelan hacia los altos
edificios del futuro
y aquí la primavera
muere sin nacer,
váse sin venir!
¡Qué difícil decir:
vengo de Moscú,
del Asia,
he visto surgir a Samarkanda
con sus altas ermitas
que los años construyeron,
qué difícil
repito, repetirle
a los océanos sus
símbolos marchitos,
y decir luego:
He estado en España
y allí mi corazón sangró
inmediatamente
como si trabara contacto
con el viento que
corta las rosas en invierno!
Pero es cierto.
Esta es Madrid,
éste es mi corazón
sangrando,
éste es nuestro camino,
y seguiré gritando la
verdad de los
bosques apagados,
la verdad de las rosas
caídas,
la verdad de España
y sus historias.
*Madrid, octubre de 1961
L: ¿Dónde está Combray? *
J: En el jardín de Swann, en otoño.

Son hojas que recogí del jardín de Swann
un ocho de octubre en Cambray o Illiers,
da lo mismo.
Habíamos tomado el tren hacia Chartres
Lucho, Rachel, yo y Amaranta.
Allí hacía mucho frío,
pero nos consoló una lluvia
que nos obligó a tomar unos coñacs.
Claro, y también estaba la catedral
mostrándonos claras estampas,
sucios laberintos y blancos campesinos
(no pagamos nada por ellas y aún las conservo.)
No había tren para Illiers
pero estaba el autobús esperándonos.
Y mucho frío también en Cambray,
pero había un hotel de la imagen
con cuartos perfectos y edredones de plumas.
Y la paloma aquella que comimos,
y el vino tinto de la aldea,
y el queso natural que allí fabrican,
y el claro pan y el postre de manzana.
Sí, son hojas que recogí del jardín de Swann,
sobre una colina, sobre un puente pequeño
y un arroyo navegable,
pero Lucho se mareaba en la barca y no subimos.
No sé si el pueblo era hermoso,
pero allí estaban la casa de Marcel,
y la magdalena de la tía Leonie,
y la foto de Francisca la dulce,
y el acostumbrado libro de Ruskin,
y Enrique el olvidadizo de Prusia.
¿Qué más había?
Tal vez un retrato de Proust,
tal vez una ventana con vidrios de colores,
tal vez una azucena, un huerto,
un rosal, algunas rosas y estas hojas.
(1961)
*Antes de dejar París, Javier tuvo una gran satisfacción. Él había realizado un paseo de dos días a Illiers, un pueblito del sur donde vivió uno de los escritores que más admiró: Marcel Proust. Durante ese viaje corto, Javier escribió el poema.

Canción del amigo
A Degenhart Briegleb,
Dégale, para algunos

1
Caminamos
mucho tiempo
juntos,
juntos llegábamos
al colegio,
juntos dejábamos
la bicicleta,
peleábamos juntos,
hablábamos,
jugábamos,
reíamos
juntos
como siempre
y como ahora.
2
Es imposible
situarte
exactamente.
No
recuerdo el
preciso momento
en que nos
vimos,
seguramente
fue en las
aguas mutuas de
la infancia.
(Un banco, una
pequeña carpeta,
no sé).
Pero mucho tiempo
hemos andado juntos:
años que parecen
otoños fríos,
días como rayos,
fuegos como
imágenes.
3
Pero ya no me
acuerdo de ti.
Es claro
todos pueden
decirme,
que si lo
conocí tanto
tiempo, no
puede
haberse alejado
de mi lado,
aunque esté
ausente como
ahora.
Pero para mí no es así.
He visto rostros
levemente y
los recuerdo aún.
Pero Dégale
pocas veces
aparece en mis
recuerdos:
hoy camino solo,
claro,
tengo
amigos
pero ninguno
como él.
4
Compartimos muchas
cosas en el colegio:
a la vez empezamos
a escribir algunos
versos que luego
se hicieron poemas con
el tiempo.
El debe seguir
escribiendo como yo:
yo en mi suelo,
y él desterrado
voluntariamente
(bebiendo
fríos,
escupiendo nieve,
adelantando
el aliento por
el tiempo).
5
Si tú supieras
qué difícil
es vivir entre
cadáveres,
qué difícil
caminar con
los ojos cerrados,
porque ya no se puede mirar.
Y aquí (tenías
razón, toda la
vida seré un
niño)
olvido tus
pesares:
yo vivo entre
cadáveres
pero vivo entre
los míos
(lo cual es
siempre un
consuelo)
y tú sin embargo
recoges y bebes
el polvo de la
distancia.
6
Cuando tú te
fuiste leíamos
a Machado,
a Vallejo,
con fervor
descubrimos a
Darío,
Hölderlin
nos lo dio
a leer Carlos
Espinoza,
Juan Ramón
nos alegraba
y sonreía.
Hoy Juan
Ramón yace
olvidado,
Darío es siempre
un poeta lo sé,
pero ya no
me
toca.
Conservo,
(seguramente
también tú)
vivo a Vallejo
y a Machado,
pero hay
otros que
surcan mi
cabeza,
otros que
bajan en las
noches a
tocar la ventana
de mi cuarto.
7
Poco te recuerdo:
Sin embargo ahora,
quiero elevar un
canto enorme de
palomas y
cantar a tu
regreso,
que
presiento
durará un
tiempo.
Dos años
ya es mucho,
mucho tarda tu
retorno.

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