El aborto es homicidio

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Respuesta de un evangélico a Máximo García Ruiz

Reflexiones en torno a lo que el Presidente del Consejo Evangélico de Madrid entiende que la Biblia enseña sobre el aborto
Por José Hutter
I. Introducción
El aborto es un tema candente y altamente controvertido en nuestra sociedad. Hasta el momento uno creía, en su ingenuidad, que la línea que separa a los que están a favor del aborto de los que están en contra (según los términos y condiciones debatidos hoy en día en España) coincide con su creencia o la falta de creencia en los valores éticos de la Biblia. Unos eran los creyentes (o eso pensábamos) y los otros los no creyentes (en la revelación bíblica). Hasta el momento, uno creía que los que nos representan a nosotros, los evangélicos, también defenderían los valores evangélicos porque creían en ellos. Pero no es así. Ya no.
En una publicación reciente titulada “Reflexiones en torno al aborto” (http://www.lupaprotestante.com), Máximo García Ruíz trata el tema del aborto. El señor García es el actual presidente del Consejo Evangélico de Madrid (según me consta) y, teóricamente, representa en esta función a todos los evangélicos de Madrid. Si no fuera por este detalle, uno podría pasar por alto su publicación y restarle cualquier importancia. Pero no es así.
En su artículo, García trata el tema del aborto desde cuatro ángulos: desde un punto de vista humano, bíblico-teológico, social y pastoral. No voy a entrar en los aspectos sociales y humanos porque lo que García menciona allí puede leerse en cualquier publicación de partidos políticos u organizaciones sociales. Ya que soy teólogo, y puesto que el señor García me representa teóricamente en su función de presidente del Consejo Evangélico de Madrid como miembro de una iglesia que apoya económicamente a dicho organismo, me gustaría concentrarme en el punto de vista teológico. Y me voy a tomar la libertad de decir claramente lo que pienso, desde mi punto de vista “ultraconservador” según la terminología de García.
García afirma lo siguiente:
A excepción de un solo pasaje, podríamos decir que circunstancial en el libro de Éxodo, no encontramos en la Biblia más referencias que pudieran ofrecernos una aproximación a este tema”.
Al tema del aborto, para que nos entendamos.
Sorprendente afirmación por parte de alguien que representa a los evangélicos madrileños y que publica regularmente sus opiniones sobre temas altamente teológicos y doctrinales. Y eso que García, supongo, dispone de los mismos 66 libros bíblicos que los demás
II. El significado de Éxodo 21,22-25
Vayamos por partes. El pasaje al que se refiere García, y que “circunstancialmente” se refiere al aborto, es Éxodo 21:22-25. El texto bíblico dice:
Éxodo 21,22-25: 22 Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. 23 Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, 24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, 25 quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.
El centro de atención de este pasaje no es, obviamente, la mujer, sino el fruto de su vientre. Si la expresión “pero sin haber muerte” en el v. 22 hablara de la mujer, estaríamos simplemente ante un caso donde una persona hiere a otra sin intención y sin que pasara nada grave. En este caso no sería realmente necesario poner a una mujer embarazada como ejemplo.
Por otro lado, si la expresión en el v. 23 “si hubiere muerte” hablara de la mujer y no del feto, entonces estaríamos ante un caso de homicidio, aunque involuntario, tratado en otras partes de la Ley. De nuevo, no sería necesario usar como ejemplo a una mujer embarazada.
Queda claro por el contexto, la intención del texto, y también por el mismo texto hebreo, que el énfasis del caso se centra en lo que pasa con el hijo que está esperando la mujer. En el primer supuesto que considera el texto bíblico, cuando hay un nacimiento prematuro, el asunto se arregla con una indemnización. En el segundo caso, la persona que causa la muerte del bebé que nace prematuramente, tiene que morir.
Una vez aclarado el significado del texto procedamos a las consecuencias éticas: esta ley es de gran importancia porque presenta un caso concreto del cual se deducen unos principios. Las conclusiones se pueden resumir de la siguiente manera:
1. El texto no habla de un aborto intencionado, sino de uno fortuito. Si ya en este caso la pena es de tanta dureza, obviamente un aborto intencionado va todavía mucho más en contra de la voluntad de Dios.
2. Incluso en el caso de nacer el niño sano, el hombre que causa el nacimiento prematuro tendría que pagar una indemnización. Queda claro que la vida antes del nacimiento está bajo la protección especial de Dios.
3. La Ley protege incluso a un pájaro que tiene huevos en su nido (Deuteronomio 22:6.7). Cuánto más entonces una vida humana.
III. Más textos bíblicos
Aun así, las evidencias bíblicas en cuanto al aborto son mucho más amplias. Aunque es cierto que no se menciona el tema explícitamente en otros lugares, hay suficientes versículos que nos permiten deducir una posición determinada de la Biblia frente al aborto.
Es interesante que la palabra hebrea que se usa en Éxodo 21:22-25 sea yeled. Se trata de una expresión que normalmente se aplica a niños pequeños, pero también a adolescentes e incluso a jóvenes adultos. Por tanto, lingüísticamente, el Antiguo Testamento considera a un niño en el vientre de su madre como a un niño auténtico, igual que otros niños que ya han nacido. El hebreo del AT no tiene una palabra especial para los no nacidos.
Job describe de una forma muy gráfica como Dios le creó antes de su nacimiento (Job 10:8-12). La persona en el vientre de su madre no era “algo” que podría llegar a ser Job, sino “alguien” que era Job. A Isaías, Dios le dice que le formó en el vientre de su madre (44:2). Todo lo que una persona es, está presente en el vientre de su madre.
El Salmo 139:13-16 nos demuestra de nuevo de una forma muy clara hasta que punto Dios se compromete con una persona antes de nacer. Dios creó al salmista en todos los aspectos de su ser, en el vientre de su madre, mucho antes de nacer. David dice a su Creador: “Me creaste en el vientre de mi madre”. Dios se encarga personalmente de formar un nuevo ser humano.
Sin embargo, David, en el Salmo 51, lo dice todavía más claro. No solamente tenía ya pecado (y esto implica ser una persona a la imagen de Dios en el pleno sentido de la palabra) al nacer, sino a partir del momento de la concepción (Salmo 51:5). Cada persona tiene, según la Biblia, una naturaleza pecaminosa a partir del momento de la concepción. Plantas, animales, órganos humanos, aglomeraciones de células o partes del cuerpo humano no tienen una naturaleza pecaminosa. Afirmaciones de índole moral solamente pueden referirse a una persona.
Jacob recibió la preferencia ante de su hermano gemelo Esaú, aunque todavía no habían nacido (Romanos 9:11). La Biblia dice que ambos lucharon dentro de su madre (Génesis 25:22). Los no nacidos son considerados como bebés en el pleno sentido de la palabra. Dios incluso le dice a Jeremías que le conocía antes de haberle formado (Jeremías 1:5). Si Dios ya tiene un concepto de persona antes de formarla, no se le puede negar a un feto el atributo de personalidad.
En Lucas 1:41.44 tenemos una referencia a Juan el Bautista antes de su nacimiento, al final del sexto mes de gestación. La palabra griega que se usa aquí es brephos, y es la misma que se usa para Jesús después de su nacimiento y para los bebes que se presentan delante de Jesucristo. Para los escritores de la Biblia, un bebé es un bebé, ya sea antes o después su nacimiento. Más todavía: el bebé de Elisabet responde a la presencia de Jesucristo cuando habían pasado solamente unos días desde su concepción por obra del Espíritu Santo (Lucas 1:41).
¿Por qué la Biblia no se refiere en términos más explícitos al tema del aborto? Simplemente porque no era necesario desarrollarlo más. Era completamente impensable para una familia israelita el desear interrumpir un embarazo. Todo lo necesario fue expresado en el sexto mandamiento: “No matarás”. Todo israelita sabía que una mujer embarazada tenía una persona humana en su vientre en el pleno sentido de la palabra. Decirle a un israelita que Dios no tenía nada que decir sobre el aborto le hubiera dejado atónito. Tuvo que llegar el siglo XXI para poder oír semejantes afirmaciones de un teólogo evangélico.
IV. El enfoque histórico
A lo largo de la historia de la iglesia los cristianos han afirmado a una voz lo que la Biblia sostiene: hay vida humana en el pleno sentido de la palabra desde el primer momento del embarazo. La epístola de Bernabé (19:5) del siglo II habla expresamente de la prohibición del aborto para aquel que quiere obedecer a Dios: “No matarás a un niño por aborto. No matarás a los que ya se han formado”.
En la Didaqué, un tipo de catecismo para personas que se habían convertido a la fe cristiana y que data de finales del siglo I o principios del siglo II, se lee (2,2): “No matarás a un niño por aborto o a un recién nacido”.
Clemente de Alejandría escribe que aquellos que usan medicamentos abortivos no solamente intentan de esta manera ocultar su fornicación sino que además matan al feto y se convierten así en los asesinos de toda la raza humana (Paedogus 2:10.96.1).
En su defensa de los cristianos delante de Marco Aurelio en 177 d.C., Atenágoras argumentaba: “¿Por qué razón deberíamos cometer homicidios (como se nos acusa) si somos nosotros quienes enseñamos que mujeres que llevan a cabo un aborto son homicidas y tendrán que rendir cuentas de esto delante de Dios? … El feto en el vientre es un ser vivo y objeto del cuidado de Dios (Alegato a favor de los Cristianos, 35.6).
Tertuliano dijo: “No importa que quitas: la vida que nació o si destruyes a aquel que debe nacer. En ambos casos, se trata de homicidio” (Apología 9.4).
Podríamos seguir y seguir. Basilio el Grande (Cánones 188.2), Jerónimo (Eustochium 22.13), Agustín (Del Matrimonio 1.17.15), Orígenes y Cipriano, todos dicen lo mismo: el aborto es homicidio. Y desde Juan Calvino hasta Dietrich Bonhoeffer y Carlos Barth, el resultado de sus estudios bíblicos les lleva a la misma conclusión: el aborto para un cristiano es siempre ilícito y está prohibido. El teólogo Bruce Metzger llega a esta conclusión: “Es realmente sorprendente la vehemencia y uniformidad con la cual los primeros cristianos se oponen al aborto”.
Lo más sorprendente del artículo de Máximo García es sin lugar a dudas su conclusión, que voy a citar completamente, con algunos comentarios míos:
En resumen, los sectores ultraconservadores de las iglesias (esto incluye también a Calvino, Bonhoeffer y a Carlos Barth) tienen el derecho constitucionalmente reconocido a considerar éticamente reprobable el aborto (gracias por recordárnoslo, pero este derecho constitucional puede cambiar mañana, ¿entonces qué?), la investigación genética y otros aspectos propios de una sociedad que incorpora a su acerbo legal leyes que garantizan las libertades y eliminan la discriminación evitando que sean penalizadas jurídicamente; tienen derecho, incluso a manifestar públicamente su postura, pero quienes están legitimados para tipificar si se trata de un delito o no son únicamente los órganos del Estado. La convivencia en el plano civil no puede regirse por la verdad revelada que reciben ciertos sectores religiosos, sino por la razón [sería interesante escuchar su explicación de por qué es la “razón” la que dirige un estado y no los 10 mandamientos. Los nazis también vieron que era muy razonable exterminar a los judíos y a los discapacitados mentales] y por las leyes elaboradas dentro de un marco democrático.
Lo que el señor García nos dice es muy simple: Dios no pinta nada en la vida pública y las iglesias tienen que aceptarlo. Punto. El Estado, sin embargo, así se ha convertido en el dios que nos dice lo que es legítimo y lo que no. ¿Se ha parado a pensar alguna vez el señor García lo que pasaría si en algún momento el Estado decidiera democráticamente restringir la posibilidad de evangelizar, de permitir la eutanasia de personas con defectos mentales o físicos, o simplemente prohibir el uso de la Biblia por contener capítulos políticamente incorrectos? Si leyera el planteamiento del señor García en un artículo escrito por alguien que fuera ateo, agnóstico, comunista o fascista, lo entendería. Ninguno de ellos cree en Dios ni en su Palabra. Lo que no entiendo es que alguien que es teólogo evangélico puede defender una postura teológica como la suya y decir que la Biblia no dice nada al respecto. Y lo que es más grave aún, no entiendo como alguien que supuestamente también me representa a mí y a otros que defendemos la postura histórica de los protestantes en cuanto al tema en la misma línea que los padres apostólicos y los padres de la iglesia lo hicieron, siendo Presidente de un organismo evangélico, puede escribir esto y aún mirarse al espejo sin ruborizarse.
Aunque sea yo el único que lo diga públicamente, mi reivindicación es: señor García, dimita de su cargo como Presidente del Consejo Evangélico y entre en política. Allí tiene mucha gente esperándole y que comulgará con sus tesis. La mayoría de los evangélicos en Madrid no solamente no comparten su postura, sino que además la consideran un insulto y una vergüenza, si es que algún día llegan a saber lo que su representante cree.
Fuente: Teología Digital.

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