Avicena, Maimónides y San Benito de Nursia

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Avicena

Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sīnā (en persa: ابو علی الحسین ابن عبدالله ابن سینا, en árabe: أبو علي الحسین بن عبدالله بن سینا) médico, filósofo y científico persa (980 – 1037). Escribió alrededor de 450 libros de diversas materias, fundamentalmente de filosofía y medicina. Sus libros más famosos fueron El libro de la curación y El canon de medicina (también conocido como Canon de Avicena). Sus discípulos le llamaban Cheikh el-Raïs, príncipe de los sabios, el más grande de los médicos, el Maestro por excelencia, el tercer Maestro (después de Aristóteles y Al-Farabi). Es considerado como uno de los más grandes médicos de todos los tiempos.
Avicena, o Ibn Siná (como fue llamado en persa), nació el 7 de agosto del año 980 en Afshana (provincia de Jorasán, actualmente en Uzbekistán), cerca de Bujara. Su padre era musulmán y su madre probablemente de origen judío, existe una controversia al respecto. Parece que fue precoz en su interés por las ciencias naturales y la medicina, tanto que a los 14 años, estudiaba solo. Avicena fue enviado durante su niñez a estudiar cálculo con un mercader, al-Natili. Como tenía buena memoria, el joven niño acabó superando a su maestro en cálculo y en matemáticas. Se sabía de memoria todo el Corán. Cuando su padre fue nombrado funcionario, lo acompañó a Bujara, entonces capital de los Samaníes, y allí estudió los saberes de la época, tales como física, matemáticas, filosofía, el Corán o lógica. Se vio influenciado por un tratado de al-Farabi, que le permitió superar las dificultades que encontró en el estudio de la Metafísica de Aristóteles. Esta precocidad en los estudios también se reflejó en una precocidad en la carrera: con 16 años ya dirigía a médicos famosos.
Cuando tan sólo contaba con 17 años ya gozaba de fama como médico por salvar la vida del emir Nuh ibn Mansur. A cambio, tan sólo pidió permiso para acceder a la biblioteca real, gracias a la cual amplió sus conocimientos de matemáticas, música y astronomía. Su sed de conocimiento también ayudó a que, con 18 años, ya poseía todas las ciencias conocidas. Además se convirtió en médico de la corte y consejero de temas científicos hasta la caída del reino samaní en 999.
En Hamadán el emir buyida Shams o-dowleh le eligió como ministro. Se impuso entonces un programa de trabajo agotador: de día, se dedicaba a la cosa pública, de noche a la ciencia. Además de vivir dos carreras, trabajaba doblemente: dirigía la composición del Shifa y la del Canon médico; la tarea era tan abrumadora que necesitó ayuda: dos discípulos se repartían la relectura de los folletos de las dos obras, siendo uno de ellos el fiel Al-Juzjani, secretario y biógrafo.
A los 20 años, y por mediación de Abū Bakr al-Barjuy, escribió diez volúmenes llamados El tratado del resultante y del resultado y un estudio de las costumbres de la época conocido como La inocencia y el pecado. Con estos libros su fama como escritor, filósofo, médico y astrónomo se extendió por toda Persia, por donde se dedicó a viajar.
En 1021, la muerte del príncipe Shams o-dowleh, y el comienzo del reinado de su hijo Sama o-dowleh, cristalizaron las ambiciones y los rencores: víctima de intrigas políticas, Avicena fue a la cárcel. Disfrazado de derviche, consiguió evadirse y huyó a Ispahán, al lado del emir kakuyida `Ala o-dowleh.
Cuando tan sólo contaba con 32 años, Avicena inició su obra maestra, el celebérrimo Canon de medicina (traducida al latín por Gerardo de Cremona), que contiene la colección organizada de los conocimientos médicos y farmacéuticos de su época en 5 volúmenes.
Durante una expedición en Hamadán (Irán), Avicena sufrió una crisis intestinal grave, que padecía desde hacía tiempo y, que contrajo, según dijeron, por exceso de trabajo y de placer. Avicena intentó curarse él mismo, pero su remedio le fue fatal. Murió, siempre precoz, a los cincuenta y siete años en el mes de agosto de 1037 tras haber llevado una vida muy ajetreada y llena de vicisitudes, agotado por el exceso de trabajo. Aún hoy se le venera en Hamadán.
La obra de Avicena dentro de aquellos que buscan guiarse por la razón es de una importancia capital, pues supone la presentación del pensamiento aristotélico ante los pensadores occidentales de la Edad Media. Sus obras se tradujeron al latín en el siglo XII, reforzando la doctrina aristotélica en Occidente aunque fuertemente influida por el pensamiento platónico.
Avicena declaró haber leído en más de cuarenta ocasiones la Metafísica de Aristóteles sin llegar a entenderla del todo, pues no expone el origen de las cosas como obra de un Creador bondadoso. Avicena mezcló la doctrina aristotélica con el pensamiento neoplatónico, adaptando a su vez el resultado al mundo musulmán. Colocó a la Razón (manifestación objetiva de la voluntad del propio Dios) por encima de todo ser y explicó que con esto se nos llama a buscar la perfección. También distinguió entre la esencia abstracta y el ente concreto que no exige existir, pero existe por la esencia. Además, el ente está compuesto por una parte necesaria (en este caso Alá, que existe siempre) y una parte de «lo posible» (el resto de los seres mundo, que sólo existen por una causa: la voluntad de Dios). Niega también la inmortalidad del alma como ente individual.
Curó una grave enfermedad al emir de Bujara, quien, como recompensa, le abrió las puertas de su gran biblioteca. Además de numerosas obras de medicina escribió también sobre filosofía, donde conjugaba la tradición aristotélica con elementos neoplatónicos.
Tuvo una gran influencia en pensadores posteriores de la talla de Tomás de Aquino, Buenaventura o Duns Escoto.
También planteó un pensamiento similar al de Descartes, pero mucho antes que éste, en el que exponía que un hombre suspendido en el aire aislado, sin ningún contacto con nada, ni siquiera su propio cuerpo, sin ver ni oír, afirmará sin duda alguna que existe, intuirá su propio ser.
En muchos libros de filosofía se hermanan el pensamiento de Avicena con el del cordobés Averroes (1126–1198), pues suponen el acercamiento del Islam a la filosofía griega.
De una amplitud variable según las fuentes (276 títulos para G. C. Anawati, 242 para Yahya Mahdavi), la obra de Avicena es numerosa y variada. Avicena ha escrito principalmente en la lengua sabia de su tiempo, el árabe clásico, pero a veces también en la lengua vernácula, el persa. Del conjunto de su obra nos han llegado 105 volúmenes, algunos de marcado carácter enciclopédico como su otra gran obra conocida: el Libro de la curación.
Es autor de monumentos, de obras más modestas, pero también de textos cortos. Su obra cubre toda la extensión del saber de su época: lógica, lingüística, poesía; física, psicología, medicina, química; matemáticas, música, astronomía; moral y ciencias económicas; metafísica; mística y comentarios del Corán.
La finalidad personal del filósofo encontró su acabado en la filosofía oriental (hikmat mashriqiya), que tomó la forma de la compilación de veintiocho mil temas. Esta obra desapareció de Ispahán en 1034, y no quedan más que algunos fragmentos.
Durante varios siglos, hasta el siglo XVII, su Qanûn (‘Canon‘) fue la base de la enseñanza tanto en Europa donde destronó a Galeno, como en Asia. A él se debe el uso de la casia, del ruibarbo, del tamarindo, etc.
Las obras de Avicena han sido publicadas en árabe, en Roma, en 1593. Se han traducido en latín y publicado sus Cánones o Preceptos de medicina, Venecia, 1483, 1564 y 1683 sus Obras filosóficas, Venecia, 1495; su Metafísica o filosofía primera, Venecia, 1495. Pierre Vattier había traducido todas sus obras en francés; sólo se publicó la Lógica, París, 1658
El Kitab Al Qanûn fi Al-Tibb («Libro de las leyes médicas»), compuesto por cinco libros, es la obra médica mayor de Avicena. Su Canon tuvo mucho éxito, eclipsando los trabajos anteriores de Al-Razi (850–926), de Haly-Abbas (930–994) y de Abu Al-Qasim (936–1013) e incluso los de Ibn-Al-Nafis (1210–1288), que le son posteriores. Las cruzadas del siglo XII al siglo XVII trajeron de nuevo a Europa el Canon de la medicina, que influenció la práctica y la enseñanza de la medicina occidental.
La obra fue traducida en latín por Gerardo de Cremona entre 1150 y 1187, e impreso en hebreo en Milán en 1473, después en Venecia en 1527 y en Roma en 1593. Su influencia fue duradera y el Canon sólo fue puesto en duda a partir del Renacimiento: Leonardo da Vinci rechazó la anatomía y Paracelso lo quemó. Fue el desarrollo de la ciencia europea lo que provocaría su obsolescencia, por ejemplo la descripción de la circulación de la sangre por William Harvey en 1628. Sin embargo esta obra marcó durante mucho tiempo el estudio de la medicina e incluso en 1909, se dio una clase sobre la medicina de Avicena en Bruselas.
Avicena se desmarca en los ámbitos de la oftalmología, de la gineco-obstetricia y de la psicología. Se detiene mucho en la descripción de los síntomas, describiendo todas las enfermedades catalogadas de la época, incluso aquellas que atañen a la psiquiatría:
•Es el primero en distinguir la pleuresía, la mediastinitis y el absceso subfrénico.
•Describe las dos formas de parálisis faciales (central y periférica)
•Da la sintomatología del diabético.
•Sabe hacer el diagnóstico diferencial entre la estenosis del píloro y la úlcera de estómago.
•Describe diferentes variantes de ictericias.
•Da una descripción de la Catarata, de la meningitis, etc.
•Presiente el papel de las ratas en la propagación de la peste.
•Indica que ciertas infecciones se transmiten por vía placentaria.
•Es el primero en preconizar tratamientos por lavativas rectales.
•Descubre que la sangre parte del corazón para ir a los pulmones, expone con precisión el sistema de ventrículos y de válvula del corazón.
•Es el primero en describir correctamente la anatomía del ojo humano.
•Emite también la hipótesis según la cual el agua y la atmósfera contendrían minúsculos organismos vectores de algunas enfermedades infecciosas.
Puede ser considerado el inventor de la traqueotomía, cuyo manual operatorio sería precisado por el célebre cirujano árabe Abū el-Kasis de Córdoba. En el Renacimiento se encontró información de una intervención semejante, llevada a cabo por el médico italiano Antonio Musa Brasavola (1490–1554).
Pero ante todo, Avicena se interesa por los medios de conservar la salud. Recomienda la práctica regular de deporte o la hidroterapia en medicina preventiva y curativa. Insiste en la importancia de las relaciones humanas en la conservación de una buena salud mental y somática.
La medicina de Avicena podría resumirse en la frase de introducción de Urdjuza Fi-Tib’ (Poema de medicina): «La medicina es el arte de conservar la salud y eventualmente de curar la enfermedad ocurrida en el cuerpo».

Maimónides

Moshé ben Maimón o Musa ibn Maymun (en hebreo: משה בן מימון‎, y en árabe, موسى بن ميمون), también llamado desde el Renacimiento Maimónides (“hijo de Mamon“) o RaMBaM (el acrónimo de sus iniciales en hebreo, רמב”ם), conocido entre los cristianos como Rabí Moisés el Egipcio (1135, Córdoba – 1204, Fustat , Egipto), fue el médico, rabino y teólogo judío más célebre de la Edad Media. Tuvo una enorme importancia, como filósofo y religioso en el pensamiento medieval.
Nació en la capital de Al-Andalus, es decir, en Córdoba, el 30 de marzo de 1135, en el seno de una distinguida familia de jueces rabínicos, estudiosos y dirigentes comunitarios, documentada desde el siglo X y que pretendía descender del Rabí Yehudá ha-Nasí, de la (segunda mitad del siglo II), redactor de la Mishná. Su familia materna, por el contrario, era de humilde condición; su madre era la hija de un carnicero que murió al darle a luz, y su padre se volvió a casar. Era éste un erudito formado en Lucena por Rabí Yosef ha-Leví ibn Migas. Inició ya de pequeño sus estudios bíblicos y talmúdicos en la ciudad de Córdoba, pero en 1148 una ola de fanatismo almohade hizo que su familia tuviera que aparentar su conversión al Islam y cambiar a menudo de residencia por la España musulmana. Vivió en la ciudad de Almería, donde dio cobijo en su casa a su maestro Averroes, hasta trasladarse en 1160 con sus hijos a Fez. Allí residió durante sólo cinco años, debido a la intolerancia almohade que les obligó a exiliarse, primero durante unos meses, en Palestina y finalmente en Egipto. Maimónides residió allí el resto de su vida junto a su familia, en la ciudad de Alejandría y después en Fustat (hoy El Cairo, Egipto), donde se ganó la vida ejerciendo la medicina en la corte del visir Saladino, y luego en la del visir al-Fadl, hijo mayor de Saladino. Con este oficio obtuvo una gran fama y admiración popular. En 1177 fue nombrado dirigente de la comunidad judía de Egipto. Murió en Al-Fustat el 13 de diciembre de 1204. Posteriormente su tumba fue trasladada a Tiberíades, en Israel.
Su fama en la cultura europea se debe a su obra filosófica. Aunque ésta fuera muy discutida por el judaísmo, entre otras razones por su fuerte oposición al misticismo de los cabalistas y su influencia aristotélica, se le considera la mayor figura posbíblica (según el proverbio “De Moisés a Moisés no hubo otro Moisés“). En ciertos ámbitos más conservadores se le llegó a considerar hereje de su religión, manteniendo a lo largo de su vida confrontaciones religiosas con judíos y, en especial, hubo una fuerte oposición contra la secta de los caraítas.
Fue muy conocido por sus coetáneos como médico, dejando una importante huella en la tradición popular que muestra a Maimónides, sobre todo, como un médico a quien se atribuyen milagros que le elevan al nivel de santo, un sabio juez y un rabino.
Sobre sus conocimientos en medicina escribió un buen número de tratados, como el que dedicó al sultán Saladino, el Tratado sobre los venenos y sus antídotos el año 1199, al hijo del sultán, Al-Fadl, Guía de la buena salud (1198) y la Explicación de las alteraciones (1200).
Sus obras mayores de tema rabínico (talmúdico) son dos: un comentario en árabe de la Mishná, El Luminar (1168), también titulado Libro de la elucidación, y la Segunda ley o Repetición de la ley del año 1180, que constituye su obra magna y consiste en una amplia y minuciosa recopilación por materias de todas las leyes y normas religiosas y jurídicas de la vida judía (es decir, del Talmud).
Estas obras tuvieron mucha fama y le otorgaron numerosos discípulos. También es autor de obras filosóficas de gran peso en el pensamiento medieval, escritas durante los últimos años de su vida, como el Tratado sobre la resurrección de los muertos (1191).
La guía de perplejos (1190), mal apodada Guía de los descarriados, es la clave de su pensamiento filosófico y ejerció una fuerte influencia en círculos tanto judíos como cristianos y sobre todo escolásticos.
En ella establece una conciliación entre la fe y la razón dirigida a quienes vacilan entre las enseñanzas de la religión judía y las doctrinas de la filosofía aristotélica que entonces imperaban, demostrando que no hay contradicción en los puntos en que fe y razón parecen oponerse. Es decir, una conciliación entre el sentido literal de las escrituras y las verdades racionales, acudiendo a la interpretación alegórica en casos de conflicto.
Fue así que surgieron polémicas por parte de “antimaimonistas” – básicamente, por parte de un grupo de musulmanes que pretendían una lectura literal del Coran, los mutallajim – que lo tacharon de racionalista. A pesar de ello fue una obra muy comentada y de gran influencia en el mundo musulmán y la escolástica cristiana, por ejemplo en Santo Tomás de Aquino. En su juventud escribió también poesías religiosas y una epístola en árabe.
Como judío en territorio islámico tuvo una vasta formación bidireccional: la tradicional judía y la árabe profana (con sus incorporaciones de la griega), a partir de las enseñanzas de su erudito padre Maimum, por lo que escribió obras en hebreo como también en árabe, en una prosa que se caracteriza sobre todo por la sistematización y la claridad expositiva.
De Maimónides surge el movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV que se extendió por España y el sur de Francia. Partidario del realismo teológico ha llegado a ser considerado precursor de las ideas de Spinoza, pero filosóficamente no se le considera muy original por seguir básicamente a Aristóteles, apartándose de él en puntos que parecen contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Por lo tanto, su carácter es conciliador.
En el texto de Mishne Tora se agregaron con el correr de los años numerosos errores como será, en el texto de cada precepto, en sus divisiones o en comentarios. Las razones de los errores son tales como errores en la transcripción que quedaron fijos en el texto, ediciones en las cuales algunos de los transcriptores “corrigieron” el texto según su entendimiento y la censura de la Iglesia en ciertas naciones europeas (Hashkenaz) que alteró todas las referencias a ella y a sus puntos de vista (por ejemplo en las relaciones matrimoniales) del texto original. Si agregamos a esto el hecho de que el propio Maimónides corrigió el texto en varias oportunidades, nos encontraremos con que el texto actual no representa el original escrito por Maimónides.
Con el propósito de dilucidar el texto correcto y exacto, es necesario basarse en manuscritos y ediciones exactas, que no fueron influenciadas por los transcriptores ni por la censura. En numerosas oportunidades las versiones incorrectas fueron la causa de interrogantes sobre las palabras de Maimónides en su obra El Código de Maimónides, y en cuanto se dilucidó el error en el texto las interrogantes pasaron a ser irrelevantes.
Desde mediados del siglo 20 se han impreso cuatro ediciones científicas de la obra:
•La edición de Sabetai Frenkel. Edición en la cual hay comentaristas clásicos junto con otros, y asimismo un conjunto complejo de índices. Hasta ahora se han impreso todos los libros (la obra está dividida en 14 partes según temas. Cada una es llamada “libro”) excepto el libro del Amor (Ahava).
•La edición del Rabino Iosef Kapaj. Edición basada fundamentalmente en manuscritos yemenitas a la que le fue agregada un resumen de los esclareciminetos de los comentaristas de Maimónides en el transcurso de las generaciones.
•La edición “Mano Simple” (Yad Pshuta) del Rabino Nahum Eliezer Rabinovich. Edición basada en varios manuscritos (que cambian de tomo en tomo según su exactitud) con un agregado de comentarios originales. Hasta hoy se ha impreso aproximadamente la mitad de la obra.
•La edición “El Código de Maimónides Exacto” del Rabino Itzjak Shilat. Edición sin comentarios en la cual se encuentran las versiones más conocidas contrapuestas y revisadas. Hasta el momento se editaron cuatro tomos. El plan original es editar dos tomos por año.
La edición que presenta las versiones basadas en manuscritos sin ningún comentario, con numerosos índices y en un único tomo (1000 páginas), fue editada por “Yeshivat Or VeYeshua” Mishne Tora en un solo tomo con 8 índices. La edición presenta la versión exacta y revisada del texto basada en la edición del Rabino Iosef Kapaj e incluye las diferencias de versiones más importantes respecto de las ediciones más renombradas.
En el marco del “Proyecto Mishne Tora (El Código de Maimónides)” de la Yeshivat Or VeYeshua, está planeada la edición de una versión de bolsillo, comentada según distintas obras de Maimónides. Hasta el momento fue editado el Libro del Conocimiento.
En Guía de perplejos se encuentra todo su pensamiento filosófico. Las ideas que muy probablemente influenciaron a Alfonso de la Torre en la Visión deleitable son:
•Maimónides distingue tres grupos de seres creados: los minerales, las plantas y los seres vivos (incluyendo al hombre), compuestos de materia y formas perecederas; las esferas y las estrellas, en las cuales la forma es permanente; los seres dotados de forma, pero sin materia, como son los ángeles.
•Admite la creación como un acto conforme a la esencia divina, el cual abarca todos los seres, no tiene otro fin que a sí mismo y por lo tanto su duración es ilimitada.
•Prueba la existencia de Dios a partir de argumentos aristotélicos, y afirma su unidad e incorporeidad.
•El alma es una en esencia, pero tiene cinco facultades: la fuerza vital, los sentidos, la imaginación, el apetito (pasiones y voluntad) y la razón (libertad y entendimiento).
•El entendimiento es la facultad que caracteriza al hombre, pero las demás le son comunes con la mayor parte de los animales. Éste puede ser pasivo (entendimiento material que sufre la acción de la vida orgánica, es inseparable del cuerpo e individual) o activo (adquirido o comunicado, separado del cuerpo).
•Habla del estado profético, constituido por una iluminación superior a lo que cada uno puede aspirar que produce el máximum de ciencia y dicha, entendiendo la profecía como una emanación de Dios que se extiende por medio del intelecto a la facultad racional y después sobre la facultad imaginativa.
•El hombre es libre y la libertad es una función de la inteligencia, y este intelecto, como forma del alma humana, es inmortal porque no necesita del alma para sus operaciones, sino que entiende separado absolutamente del cuerpo.
•La resurrección de los cuerpos se debe a la fe pero la razón no la puede demostrar aunque tampoco negar y la admite como un milagro compatible con la creación.
•El entendimiento constituye el verdadero fondo de nuestro ser, la parte inmortal del hombre y por eso el hombre debe encaminar todos sus actos a obtener la perfección suprema de esta facultad mediante el conocimiento de Dios; conocer y amar a Dios es el fin último de la vida.
•El hombre es libre y esta libertad, actuando como tal, puede por sus solas fuerzas realizar el bien desinteresadamente.

Benito de Nursia

Conocido como San Benito (Nursia, 480 – Montecasino, 547, Italia). Fundó la orden de los benedictinos o Benedictina que consiste en que los monasterios se convirtieran en sitios autosuficientes organizados en torno a la iglesia de planta basilical y el claustro; es considerado patrono de Europa y patriarca del monaquismo occidental. Benito escribió una Regla para sus monjes que fue llamada “La Santa Regla” y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas. Su fiesta se celebra el 11 de julio.
La única fuente con información sobre la vida de San Benito de Nursia es el libro segundo de los Diálogos, escritos por San Gregorio Magno (c. 540-604). Para estos relatos, el pontífice se basó en el testimonio de algunos monjes que conocieron al santo. Este libro, en algunos pasajes, carece del rigor histórico tal como se entiende en la actualidad.
Hijo de un noble romano, su infancia se desarrolla en Nursia donde realiza sus primeros estudios. Es enviado a Roma para estudiar filosofía y retórica, pero decepcionado por el desorden moral de los habitantes de la ciudad y deseando una vida más espiritual, pronto abandona la capital para retirarse a Enfide (actual Affile), de donde huyó, según la leyenda, tras realizar un milagro. Con ayuda del abad de un monasterio cercano llamado Román, se instaló en una gruta de difícil acceso, en un lugar cercano llamado Subiaco, para vivir allí como un ermitaño. Después de pasar tres años en ese lugar, dedicado a la oración y el sacrificio, fue descubierto por unos pastores, quienes extendieron su fama de santidad.
A partir de allí, y especialmente gracias a sus supuestas dotes de taumaturgo, fue visitado constantemente por personas que buscaban su consejo y dirección espiritual. Es elegido abad de un monasterio en Vicovaro, en el norte de Italia, pero dado que los monjes no aceptan su régimen de vida exigente, intentan envenenarlo. Según la leyenda, Benito descubre las intenciones de los monjes porque, en el momento de impartir la bendición, el recipiente se hace pedazos. Tras esto, el abad decide abandonar la comunidad. Vuelve a Subiaco, donde, debido a una gran afluencia de discípulos, funda allí varios monasterios. En 529, a causa de la envidia de un sacerdote de la región, se refugia en Montecassino donde funda un monasterio y desde donde se extiende la Orden Benedictina. En 540 escribe su famosa Regula monasteriorum (Regla de los monasterios). Murió en el año 547.
A Benito se le representa habitualmente con el libro de la Regla, una copa rota, y un cuervo con un trozo de pan en el pico, en memoria del pan envenenado que recibió Benito de parte de un sacerdote de la región de Subiaco que le envidiaba. San Gregorio cuenta que, por orden del santo, el cuervo se llevó el pan adonde no pudiera ser encontrado por nadie.
Algunos creyentes invocan a san Benito para protegerse contra las picaduras de las ortigas; el veneno; la erisipela; la fiebre y las tentaciones.
Es patrono de los archiveros, de los agricultores, de los ingenieros; de los curtidores; de los moribundos; de los granjeros; de la villa Heerdt cerca de Dusseldorf, de Alemania; de enfermedades inflamatorias; de los arquitectos italianos; enfermedades del riñón; de los monjes; de la villa de Nursia (su ciudad natal); de un pueblo alicantino llamado Callosa de Segura; de Italia; de los religiosos; de los escolares; de los criados; de los espeleólogos.
Las reliquias de San Benito están conservadas en la cripta de la abadía de Saint-Benoît-sur-Loire (Fleury), cercana a Orleans y de Germigny-des-Prés, donde se encuentra una iglesia carolingia, en el centro de Francia.
Se creó un galardón con su nombre, que fue recibido por el entonces cardenal Joseph Ratzinger (ahora Benedicto XVI) el 1 de abril de 2005.
La Regula monasteriorum, que consta de 73 capítulos y un prólogo, fue retomada por Benito de Aniano en el siglo IX, antes de las invasiones normandas; él la estudió y la codificó dando origen a su expansión por toda la Europa carolingia, aunque fue adaptada para restarle importancia a los trabajos manuales, en relación a la liturgia y a los monjes. Posteriormente, a través de la Orden de Cluny y la centralización de todos los monasterios bajo la Regla de San Benito en cabeza de los cluniacenses, fue como la Regla de San Benito adquirió gran importancia en la vida religiosa europea durante la Edad Media. En el siglo XI apareció la reforma del Císter, que buscaba recuperar un régimen benedictino más ajustado a la Regula. Otras reformas (como la camaldulense, la olivetana o la silvestrina) han buscado darle también énfasis a diferentes aspectos de la Regla de San Benito.
A pesar de diferentes momentos históricos, en los cuales la indisciplina, las persecuciones o las agitaciones políticas han hecho decaer la práctica de la Regla de San Benito o han diezmado la población monástica, los monasterios benedictinos han mantenido en todos los tiempos un gran número de religiosos y religiosas. Actualmente, alrededor de 700 monasterios masculinos y unos 900 monasterios y casas religiosas femeninas, ubicados en los cinco continentes, siguen la Regla de San Benito. Se incluyen en esta cifra monasterios de confesión protestante, tanto anglicanos como luteranos.
Su influencia en el monacato es considerable tanto en occidente como en el mundo, especialmente en lo que concierne a la vida intelectual del cristianismo. Esta Regla es un modelo de vida colectiva, tomada como ejemplo en la organización de algunas empresas.

Fuente: Wikipedia.

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