Príncipe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal

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Principe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal

Durante la visita de Benedicto XVI a la mezquita “Rey Hussein Bin Talal” en Amman, el Príncipe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal ha saludado al Santo Padre acogiéndolo como líder espiritual, como Papa, como jefe de Estado, y como peregrino, mientras él mismo ha dado la bienvenida como musulmán, como hachemita, como árabe, y como jordano.
En su denso discurso de bienvenida, el príncipe jordano se congratuló por los mensajes de armonía interreligiosa pronunciados por Benedicto XVI, deteniéndose en particular en el discurso de Ratisbona del 13 de septiembre de 2006. El príncipe Bin Talal agradeció las aclaraciones emitidas por el Vaticano y puso de relieve la necesidad urgente de que los musulmanes “expliquen el ejemplo del Profeta, sobre todo, con obras virtuosas, caridad, piedad y buena voluntad”.
Recordando la mayor virtud del pueblo árabe, la hospitalidad, el príncipe Bin Talal señaló que ésta no significa sólo “amar, dar, y ayudar”, sino que también es “la generosidad de espíritu”. Evocando después las excelencias del pueblo jordano, el príncipe señaló que en este país “todos son iguales ante la ley, independientemente de la raza, origen o género”. En este sentido se detuvo a analizar la presencia cristiana en Jordania, una presencia caracterizada por el sentimiento patriótico de su gente.
Todo esto para decirle a usted, Santidad, que mientras usted los considera compañeros cristianos, nosotros les consideramos nuestros compañeros jordanos porque forman parte de esta tierra como la propia tierra. Espero –ha proseguido- que este espíritu único jordano de armonía interreligiosa, benevolencia y respeto recíproco, sirva de ejemplo para el mundo”.
El príncipe Bin Talal ha alabado el valor moral del Papa de “hacer y hablar según su propia conciencia, independientemente de las modas del momento”, calificándolo además de “maestro cristiano”, y poniendo de relieve el “haber hecho del diálogo inter e intrarreligioso la prioridad de su pontificado para difundir la buena voluntad y la comprensión entre todos los pueblos de la tierra”.
Carta al Cardenal Secretario de Estado Tarcisio Bertone del Príncipe de Jordania Ghazi bin Muhammad bin Talal
Eminencia:
Le agradezco su amable carta fechada el 19 de noviembre del 2007, de la que el nuncio apostólico en Jordania me ha hecho llegar una copia. Sólo soy uno de los 138 primeros firmantes de la Carta Abierta “Una palabra común entre nosotros y ustedes”, pero para responder a su carta, he contactado y consultado a un número de las principales autoridades musulmanas y estudiosos religiosos que firmaron o que han apoyado la Carta Abierta. Ellos han tenido la gentileza de concederme el encargo de coordinar este asunto en representación de ellos. Por tanto, puedo ahora responder a nombre de ellos y del mío propio, como sigue: Primeramente queremos darle las gracias por su respuesta, su carta y las amigables sugerencias. Le ruego transmita nuestro agradecimiento a Su Santidad el Papa Benedicto XVI por su personal aliento e interés. En segundo lugar, también nosotros estamos deseosos de reunirnos con Su Santidad en Roma. De verdad, recordamos con entusiasmo la reciente visita al Vaticano de Su Majestad Abd Allah bin Abd Al-Aziz, rey de Arabia Saudita y custodio de los Dos Lugares Santos. En tercer lugar, aceptamos, en principio, el diálogo que usted propone y el concepto general y coordinaciones. Sin embargo, enviaremos si está de acuerdo en febrero o marzo del 2008, si Dios quiere, tres representantes para que elaboren con Su Eminencia o sus representantes, los detalles de los preparativos y los procedimientos. Si Su Eminencia prefiere algunas fechas en particular dentro de ese periodo de tiempo, entonces le solicitamos que nos lo comunique. Cuarto, recibimos la carta de Su Eminencia como una respuesta a nuestra Carta Abierta “Una palabra común”. Por otra parte, Su Eminencia dice que: “Su Santidad ha quedado particularmente impresionado por la atención prestada en la carta al doble mandamiento del amor a Dios y a los hombres” y que nosotros “podemos y por lo tanto debemos prestar atención a lo que nos une, específicamente a la fe en el único Dios, el creador providente y el juez universal que al final de los tiempos considerará a cada persona según sus acciones”, todo ello “sin ignorar o minimizar nuestras diferencias de cristianos y musulmanes”. Entendemos entonces que la dimensión intrínseca de este particular diálogo católico-musulmán nuestro se basará, si Dios quiere, en nuestra carta “Una palabra común” –que, como usted sabe, es esencialmente una afirmación del Dios Único, y del doble mandamiento del amor a Él y al prójimo– aunque ella transparente que hay diferencias entre nosotros en la interpretación o la comprensión del texto de esta carta, cada una de acuerdo con las propias sensibilidades y tradiciones religiosas. Estas mismas diferencias presumiblemente son también materia de discusión entre nosotros, y deberían ser una ocasión de mutua celebración y respeto, y no de división y disputa. También creemos que Su Santidad el Papa Benedicto XVI ha propuesto los Diez Mandamientos (de Ex 20,2-17 y Dt 5,6-21) como una base para el diálogo entre judíos, cristianos y musulmanes. No tenemos ninguna objeción respecto al aporte de esta excelente idea como base de la dimensión ‘extrínseca’ de nuestro diálogo (ya que estos mandamientos están también prescritos de manera repetida en el Santo Corán, en varias formas), no obstante el mandamiento de observar el sábado, que el Santo Corán menciona como instituido por Dios para los antiguos israelitas, pero que los musulmanes ya no tienen la obligación de obedecerlo. Por “intrínseco” me refiero a lo que se atañe a nuestras propias almas y su íntima estructura, y por “extrínseco” me refiero a lo que atañe al mundo y por tanto a la sociedad. Entonces, es sobre esta base común intelectual y espiritual que nosotros entendemos que, Dios mediante, proseguiremos al diálogo en los tres tópicos generales de discusión que Su Eminencia sabiamente ha mencionado en su carta: (1) “efectivo respeto por la dignidad de toda persona humana”; (2) “objetivo conocimiento de la religión del otro” a través de “compartir experiencias religiosas”, y (3) “Un común compromiso a promover el mutuo respeto y aceptación entre las generaciones jóvenes”. Nosotros podríamos quizá discutir como llevar a la ejecución práctica entre cristianos y musulmanes los resultados de nuestro diálogo sobre estos tres tópicos, basados también en “Una palabra común” y en los Diez Mandamientos (no obstante la antes mencionada observación acerca del sábado). Quinto, nuestra ‘visión’ del diálogo ha sido expresada exactamente en el comunicado de algunos delegados musulmanes con ocasión del encuentro “Por un mundo sin violencia: religiones y culturas en diálogo”, (Nápoles, 21-23 de octubre del 2007 Comunidad de San Egidio), cuando dijeron: “El diálogo es por definición entre personas con diferentes visiones, no entre personas con el mismo punto de vista. El diálogo no es imponer a los otros las propias concepciones, ni decidir uno mismo lo que la otra parte es o no es capaz de hacer, menos lo que la otra parte cree. El diálogo comienza con una mano abierta y un corazón abierto. Propone sí, pero no fija unilateralmente una agenda. Es escuchar a la otra parte mientras habla libremente por sí misma, así como expresarse uno mismo. Su propósito es ver dónde hay un terreno común a fin de encontrarse allí y con eso hacer un mundo mejor, más pacífico, más armonioso y más capaz de amar”. Nuestro ‘motivo’ para el diálogo es esencialmente el de querer buscar la buena voluntad y la justicia para practicar lo que nosotros musulmanes llamamos ‘rahmah’ (lo que ustedes prefieren llamar caritas) para así nosotros obtener a su vez el Rahmah de Dios. El Profeta Muhammad (sobre él la paz y la bendición de Dios) dijo: “A quien no muestra misericordia, no se le mostrará Misericordia” (Sahih Bukhari, Kitab Al-Adab, n. 6063).
Finalmente, nuestro ‘método’ de diálogo está de acuerdo con mandamiento divino que está en el Santo Corán: “No discutáis con la gente de las Escrituras sino en el modo mejor, excepto con los que entre ellos infrinjan maldad (y daño). En cambio digan: ‘Nosotros creemos en la revelación que ha descendido a nosotros y en la revelación que ha descendido a ustedes, su Dios y nuestro Dios es Uno solo, y ante Él nos rendimos” (Al-Ankabut, 29, 46). Confiamos, naturalmente, en que usted tenga una similar actitud general a favor del diálogo, ya que leemos con beneplácito (en la primera Carta a los Corintios 13,1-6) las palabras de san Pablo: “Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad”. Menciono estas últimas cosas sólo en vista a algunos recientes pronunciamientos provenientes del Vaticano y de consejeros del Vaticano –que no puede haber escapado a la atención de Su Eminencia– respecto al principio de fondo del diálogo teológico con los musulmanes. Aunque muchos de nosotros consideran estas declaraciones invalidadas por su carta, sin embargo deseamos reiterarle que nosotros, como usted, también consideramos que un completo acuerdo teológico entre cristianos y musulmanes de suyo no posible por definición, pero a pesar de ello deseamos buscar y promover una instancia común y una cooperación basada en aquello en lo que estamos de acuerdo (como mencionado más antes) –como quiera que llamemos a este tipo de diálogo, ‘teológico’, ‘espiritual’ o de otro modo– por el bien común y el bien de todo el mundo, Dios mediante. Aprovecho la oportunidad para expresarle mis mejores deseos y mis profundos respetos, rogándole que transmita a Su Santidad el Papa Benedicto XVI nuestros mejores augurios de una Navidad llena de felicidad y de paz.
Ghazi bin Muhammad bin Talal
Amman, Jordania, 12 de diciembre del 2007
Fuente: Ecclesia Digital.

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