Unas palabras sobre in(tolerancia)

Para quienes hayan abierto los diarios seguramente se toparon con la noticia de un atentado en una embajada americana en Libia. La muerte de Christopher Stevens se suma a la enorme lista de personas que son víctimas de la sin razón. Todo porque a otras personas se les ocurrió hacer un video mofándose de los musulmanes y, válgame Dios, representando a Mahoma.
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Manifestaciones intolerantes hay varias y de diversas formas. La homofobia y el racismo son sólo algunas. Sin embargo, el fanatismo religioso es quizá la que más guerras, destrucción muerte ha generado en nuestra historia.
Siempre ha sido una necesidad del ser humano diferenciarse de otro. A partir de la diferenciación con el otro el niño construye su identidad. Hay algunas diferencias que son inofensivas. Por ejemplo aún me sorprende y me da gracia cuando un paciente descubre que soy zurdo. Para el niño que escribe con la derecha debe ser muy raro encontrarse con alguien diferente a él. Pero estoy seguro que a partir de esta diferencia no se construirá un bloque de zurdos y otro de diestros y que entre ellos se desate una sangrienta batalla.
Si se encontrarán dos compañeros de clase hinchas de dos equipos rivales probablemente no pasarán de la pulla o la broma. Pero si en lugar de ser dos compañeros fuesen dos desconocidos y estuviesen rodeados de otras 50 personas lo más probable que ocurra es que se desate una pelea de barras bravas. La diferencia por sí misma no es destructiva. Lo que la transforma en motivo de enfrentamientos son las mismas personas.
Nuestra sociedad no tiene mucho tiempo desde que giró de la organización por castas o estratos hacia una perspectiva más humanitaria. Recién con la Revolución Francesa empezó a corearse el lema de la igualdad. Pero, siendo honestos, la igualdad suele ser malentendida. No podemos decir que todos somos iguales pero sí que todos tenemos los mismos deberes y derechos. Aun así ha pasado poco tiempo para que esta idea cale en nuestra forma de ver las cosas.
Algo más llama mi atención. Cuando Phillip Butters dijo que si él viese a dos homosexuales besarse delante de sus hijos, los patearía. Un grupo de homosexuales protestaron provocativamente delante de la Catedral de Lima. Cuando un intolerante habla, 10 salen a provocar. Decir que no se puede tolerar la intolerancia también es intolerancia.
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No se puede hablar con un intolerante. No se puede intercambiar ideas, argumentos. Tampoco se le puede pedir que sea empático o que por un instante piense como nosotros. La intolerancia es un camino sin salida. Ahí perdemos el tiempo. En donde sí podemos apostar es en la educación. Una educación abierta, flexible, democrática e integradora es una buena vacuna contra la intolerancia.

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