¡Que nadie tome en serio a Nabovok!

(o sobre “Desesperación”, la otra joya)
Desesperacion

Hay muchas razones para leer Desesperación: técnicamente impecable, sólidos personajes, una trama que engancha desde el principio y juegos literarios que permiten que Nabokov se luzca sin ser ostentoso.
Hay una sola razón para no leer Desesperación: es una burla.

Pero que no se me malinterprete. La recomendación está hecha: lean Desesperación pero prepárense para que se les tome el pelo. No hay que extrañar de un escritor que se define a sí mismo como un gran ilusionista y que en unos de sus libros –Curso de Literatura Europea- ya había señalado que la obligación del lector es descubrir el sentido oculto en los detalles.
Quizá en esta burla se encuentre la razón más importante para leer este libro. Burla que se inicia desde el Prólogo, acaso el primer capítulo de esta novela corta. Por más esfuerzos que el supuesto autor hace por desligar a Hermann de Humbert, el parecido es innegable: ambos miran desde un lugar tan alto que falta el oxigeno, confundiendo las ideas con las pasiones. Ambos se comportan como insectos atraídos por la brillantez de su desgracia.
En “Desesperación” hay una idea seductora que atraviesa la trama desde el inicio: el encuentro con un otro yo que, como la hoja que se encuentra con su reflejo, desconoce que su destino está marcado por la desgracia. ¿Acaso es una referencia a Narciso en el lago?
Porque, si bien Nabokov siempre fue reacio a las teorías psicoanalíticas, es excesivamente tentador hablar de narcisismo y alter ego. Pero, ¿no sería esta otra forma de engaño? ¿Como si fuese una mera distracción mientras por lo bajo se mueven cosas más importantes?
Es este juego de espejos y reflejos en los que parece vivir Hermann y que ocultan el mayor engaño de todos: la completa y más profunda soledad humana.
Les dejo la frase del libro: “y mi voluntad yacía inerte en un mundo vacío”.
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