El jueves 4 de junio, mientras se producían los violentos enfrentamientos entre policías y nativos amazónicos (¿?), la Bolsa de Valores de Lima –según El Comercio- despuntaba notablemente en comparación con sus pares sudamericanas. ¿Cómo puede entenderse tamaña disociación?
Desde hace varios años atrás, el Gobierno intenta instaurar una heroica política de descentralización. Heroica porque se enfrenta a casi 180 años de gobierno limeño y más aún a la ceguera de sus propias autoridades en todo lo que pase fuera de la capital. Para muestra un botón: la Unidad de Conflictos Sociales de la Defensoría del Pueblo señala que hasta el 31 de mayo del 2009 habían 268 conflictos sociales (79% de ellos activos).
Como señala el diario Peru.21 en su edición en línea, la Oficina de Inteligencia del Ministerio del Interior había alertado sobre la violencia en Bagua. Pero (¡oh novedad!) la misma ministra salió inmediatamente a desmentir dicha información.
Que el Gobierno todavía piense que Lima es el Perú, no es novedad. Pero que nosotros mismos lo estemos pensando, ese es el mayor peligro. La cobertura en torno a lo ocurrido en la selva ha disminuido por temas como las opiniones de Paolo Guerrero sobre el imitador Carlos Álvarez y viceversa.
Recordemos que una de las causas que la Comisión de la Verdad identificó para el surgimiento de los movimientos terroristas fue precisamente la indiferencia. Para mi gusto, más que indiferencia estamos frente al poder de la negación y, como bien sabemos, en Psicoanálisis hablar de negación y disociación es estar un paso más cerca de la esquizofrenia.
¿Será el Perú un país esquizofrenógeno?
claro que existe un peru