Fuente: Diario la República (1 Junio 2010)
La creación de un ministerio de cultura responde a la necesidad, cada vez mas urgente, de cumplir con uno de los mandatos del Estado: la protección y promoción del patrimonio histórico y cultural y la defensa de los derechos culturales de sus ciudadanos. No necesito exagerar la importancia que estos temas tienen para el Perú, por su diversidad cultural, la riqueza de su patrimonio histórico, arqueológico y cultural y por el potencial que este ultimo representa como factor de desarrollo humano, de reafirmación de los derechos culturales y como plataforma de dialogo entre las diferentes naciones que conviven en nuestro territorio.
Sin embargo, este proyecto de ley todavía necesita esclarecer algunos conceptos que se pueden prestar a confusión tales como la diferencia entre la cultura de una nación y su patrimonio cultural; alta cultura y cultura popular y políticas culturales y derechos culturales.
Cultura y patrimonio
En lo referente a la diferencia entre cultura nacional y patrimonio cultural. La cultura se refiere al conjunto de tradiciones, formas de vida y valores de aquellos grupos humanos que comparten un origen, un territorio y una historia. El Estado nación nace como la forma de gobierno que recoge y canaliza la voluntad de sus integrantes, de ahí que le corresponda la tarea de asegurar que su cultura se transmita y se conserve.
Cultura y patrimonio cultural pueden ser considerados como sinónimos, aunque en un sentido estricto, la cultura, es más amplia. El patrimonio está constituido por recursos que en principio se heredan y de los que se vive. El patrimonio sería entonces, una utilización de la historia, un rescate de elementos del pasado a los que conferimos la capacidad de simbolizar o representar los valores y rasgos centrales de una cultura.
Ahora bien, el patrimonio no se constituye naturalmente por sí mismo. Decidir cuáles expresiones culturales (costumbres, rituales, artes, mitos, monumentos etc.) son representativos o simbolizan la identidad de un grupo o una nación implica llegar a un consenso entre distintos actores sociales Por tanto, constituye un campo de confrontación simbólica inevitable, entre las distintas versiones y propuestas. Es preciso preguntarse entonces ¿Quién activa las versiones sobre el patrimonio? ¿Quién representa o dirige la representación? ¿Quién efectúa la selección?
Alta cultura y cultura popular
La noción de cultura que predominó hasta mediados del Siglo XX fue dejando de lado su acepción original: lo que define a una colectividad, sus formas de vida y sus tradiciones para equipararla con los logros de un grupo humano expresados en sus obras, en las artes y en el refinamiento de sus costumbres. Esta acepción de cultura dio origen a la división entre alta cultura y cultura popular. Es por ello que por lo común se identifica las políticas culturales con el auspicio de la llamada alta cultura, es decir las artes y la educación formal. Sin embargo, es cada vez mas evidente que esta división entre alta cultura y cultura popular es una manera de reproducir la hegemonía de ciertos grupos y de excluir a las minorías que no tienen acceso a las oportunidades educativas de las elites. Mas aun, en un país pluricultural como el Perú, esta dicotomía es una de las formas en que se reproduce la subalternización de las culturas y grupos nativos cuyas manifestacines culturales se califican como exóticas o ancestrales mientras las artes y la cultura con mayúscula se reservan a los grupos dominantes.
Políticas culturales y derechos culturales
Los Estados nacionales contemporáneos son un producto de la historia de Occidente que fue copiada en el resto del orbe. Uno de los motivos por los que se adoptó este modelo fue que se asumía que la civilización occidental había llegado a la cúspide del progreso humano y, por ende, debía ser imitada por el resto de las sociedades.
Esta propuesta ha generado una serie de críticas porque convierte al Estado en una maquina homogeneizadora que atenta contra los derechos culturales de los ciudadanos que conviven dentro de su territorio pero tienen orígenes, costumbres y estilos de vida propios. En este contexto, la mayoría de los países se definen como pluriculturales y han asumido la interculturalidad como un eje en el diseño de políticas públicas . De hecho en las últimas décadas han proliferado los movimientos que se articulan en torno a la afirmación de sus identidades culturales. En ese sentido es fundamental que el Ministerio de cultura se constituya como un espacio de negociación intercultural y como un garante del respeto a la diferencia.
En suma, el debate en torno a la creación de un ministerio de a cultura debería ser un espacio para que los diferentes grupos que componen la nación peruana discutan y dialoguen sobre nuestras herencias, nuestras identidades y sobre quiénes la representan. Debería ser también la ocasión para revisar las formas en que algunas políticas culturales reproducen la marginación de las culturas y pueblos originarios al diferenciar alta cultura y cultura popular. Finalmente, es crucial definir el lugar que ocupará el Ministerio de Cultura en el proceso de construcción de canales de dialogo intercultural que nos permitan construir un Estado verdaderamente pluricultural.
ESta muy bien impulsar la cultura, pero si tuviera que elegir, elegiría un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.