En vista de las múltiples teorías que existen sobre materia del Estado y su evolución, podemos apreciar que el hombre ha querido agruparse por la sencilla razón de procurar un bienestar personal a través de la incorporación a un grupo que contribuya y haga que el alcanzar ese bienestar sea mucho más rápido, más óptimo y más seguro. El individuo se agrupa porque quiere mayores beneficios, si el grupo no satisface sus necesidades básicas, entonces el grupo no funciona, es dañino para el desarrollo individual. Probablemente las agrupaciones poco le deban a los motivos axiológicos o morales y sólo se hayan integrado porque reconocen que un grupo puede conseguir mejores oportunidades de vida y de desarrollo individual a través del trabajo colectivo, sobre la base funcional. El ejemplo clásico es que un solo individuo tiene posibilidades ínfimas de cazar un mamut, más seguro es que muera en el intento, pero el grupo hace que esas posibilidades de caza se hagan tan altas que más bien sería casi imposible no cazar al mamut si todos están integrados.

Como podrá advertirse, el Estado podrá tener una serie de ropas administrativas, políticas y especulativas, pero básicamente, no es sino un gigantesco grupo de cazadores organizados e integrados cazando el mamut. Existe una finalidad del Estado, una que beneficiará tanto al grupo en general como a cada individuo que lo conforma. Una relación benéfica directa y recíproca: Me beneficio en tanto tú te beneficias de mi condición. Esa finalidad es nada más y nada menos que el mamut.

Así, el fin del Estado tiene una perspectiva trialista: desde el orden de la realidad de los comportamientos políticos[1], desde el orden de las normas jurídicas[2] y desde el orden del valor justicia.[3]

El problema en la actualidad de no poder reconocerse partícipe de los beneficios del Estado puede simplificarse en los siguientes ejemplos: yo, como miembro de mi grupo participé en la caza del mamut y el grupo decidió sin preguntarme ni explicarme llenarme el plato de frijoles sin presa alguna del mamut. Mi amigo, igualmente fue partícipe de la caza del mamut y el grupo decidió que no comerá mamut. Ambos reclamamos por qué la diferencia de trato frente a todos los que comerán mamut y el grupo responde reprendiéndonos con hostilidad. Frente a esos inesperados actos efectuados por el grupo al que yo pensé que iba a brindarme protección, seguridad, tranquilidad y todo los demás beneficios añorados, se ha puesto en mi contra. ¿Cómo es que debería reaccionar? Obviamente quisiera no formar parte de un grupo que en lugar de protegerme me utiliza y se aprovecha de mí.

En esa línea metafórica es indispensable que fácilmente podamos reconocer por qué somos parte de un Estado y por qué existe, a dónde va, cómo llegar a un fin supremo.

Un Estado que ya no cumple con los fines por los que ha sido instituido estaría de más. Y esta idea es sumamente importante para conocer las anomalías de las reformas (o deformas) producidas por las supuestas acciones de gestión política, o como se llamen a aquellos actos dispuestos por la cabeza gubernamental para asediar a los que reclaman que no están gozando de los privilegios por los cuales forman parte del Estado.

En mi opinión, no tratar a los individuos como parte del Estado les otorga todo el derecho para que no traten al Estado como tal, siempre que lo exigido por el individuo esté enmarcado en la línea de beneficio reflejo (me beneficio yo y te beneficias tú) y no en aquél qué sólo nazca del capricho individual (me beneficio yo y no me importa lo que a ti te suceda). Ello implica que cualquier insurrección violenta, por ejemplo los actos terroristas, vandálicos, coactivos o de violencia colectiva, no son ni forman parte alguna del beneficio reflejo, ni es una conducta que deba justificarse bajo ninguna circunstancia, como tampoco es justificable el maltrato del Estado hacia gente que protesta por reclamar sus derechos.

Considero que el respeto es una herramienta que traslada los escenarios bélicos en sencillos debates de gente que a través de juegos de palabras (e intereses) pueden llegar a entenderse y arribar a acuerdos beneficiosos. Obviamente acuerdos sólo pueden denominarse a aquellos que se logran en un horizontal plano, donde no exista ningún tipo de coacción o conminación que implique a alguna de las partes renunciar a beneficios más de lo previsto y necesario.

Preguntémonos si es verdad que ahora mismo el Gobierno traslada al pueblo la idea de que el Estado cumple un papel definitivo y satisfactorio para su desarrollo individual ¿Cumple el Estado con brindarme protección jurídica o me brinda mayor inseguridad jurídica? ¿El grupo contribuye conmigo o solamente contribuye con un determinado subgrupo? Al no existir un Estado que brinde las oportunidades por las que fue creado, se vuelve inservible, no tiene caso su existencia. Esa anomalía sólo es posible por una interpretación sesgada de la Constitución Política que además de tener el riesgo de ser dañina, mal hecha, enferma, en términos peyorativos, se tiene rondando por cada rincón grupos de poder que no necesariamente son empresas o grupos privados, sino los mismos miembros de la cúpula política.

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[1] Desde la perspectiva del orden de la realidad, es decir, en la política, todo lo que se hace, se hace para conseguir un fin propuesto previamente.

[2] El fin del Estado aparece descrito mediante la ley. La Constitución del Estado contiene la descripción de los fines. Ésta se vuelve el estatuto en donde se describen las fórmulas para la interactividad y convivencia para alcanzar los fines propuestos.

[3] El fin del Estado según esta perspectiva es alcanzar el bien común.

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Dejando de cazar mamuts
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