QUIÉN QUIERE REMAR POR EL DIALOGO

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A lo largo de estos últimos 7 meses de conflicto sobre el proyecto Conga, las partes involucradas en el conflicto, léase gobierno regional, los frentes de defensa, los ministros, el gerente de Buenaventura y los directores de Newmont se han empecinado en cumplir sus objetivos sin importarles lo que piensen o hagan las partes contrarias, y han conducido este conflicto al despeñadero. Desde el primer fallecido por el conflicto estas partes primarias debieron tener la visión de hacer un golpe de timón para cortar la espiral de conflicto que ya tomó 5 vidas. Sin embargo, ellos, y la mayor parte de políticos, periodistas y analistas se enfocaron en deslegitimar, demonizar y estereotipar a la parte contraria logrando una mayor polarización y su consiguiente correlato socio-afectivo de frustración, rabia, sed de venganza y deseos de dañar y eliminar a la otra parte. Afortunadamente el gobierno ha tenido la lucidez de escuchar otras voces y dar un primer paso apostando por un proceso de facilitación.

Sin embargo, los religiosos Cabrejos y Garatea, no debieran estar solos en esta tarea. Se ha observado en otros conflictos internacionales que en la medida que la sociedad entera se compromete en la búsqueda de soluciones y alternativas y crece el número de personas que se posicionan en medio y no caen en la polarización, entonces el conflicto tiene condiciones favorables para su transformación.

Un segundo paso muy importante es desarrollar un proceso de distención, el cual empieza con que el presidente ordene a sus ministros que cesen en sus ataques verbales. La situación es muy simple el ejecutivo está abordando el conflicto como si se tratara de una lucha política o una contienda electoral, y desarrolla una serie de prácticas contenciosas y tácticas políticas para desprestigiar y deslegitimar a los opositores al proyecto. Si el gobierno se planteara como objetivo “encausar” el conflicto, bastaría consultar cualquier manual nacional o internacional de transformación de conflictos y entender que la ruta transitada en los meses pasados solo echa más gasolina al conflicto, genera el endurecimiento de la parte contraria y una mayor cerrazón en torno a sus posiciones maximalistas.

Lo mismo es exigible a Santos, y otros líderes que se oponen al proyecto, vendría bien una “cura de silencio” de su parte para apoyar el proceso de facilitación iniciado. Al cual también debieran sumarse políticos, algunos periodistas y analistas, que si bien no reman a favor del diálogo por lo menos que no deslegitimen el proceso o a los facilitadores.

Si bien el gobierno, al igual que el presidente regional de Cajamarca dicen estar dispuestos al diálogo, está claro que no sabe cómo llegar a ese objetivo y precisamente la comisión facilitadora tiene una tarea central allí. En primer lugar la comisión tiene que evaluar las condiciones para un diálogo constructivo identificando los nudos y oportunidades a partir de reunirse con todos los actores. Tal vez en un periodo cumplan un rol de mensajeros entre las partes buscando puntos en común, desarrollando una agenda y obteniendo mutuas concesiones de ambas partes (como levantar el estado de emergencia y que los mismos opositores al proyecto contengan algunos grupos radicales) conocidos también como gestos de buena voluntad, todo lo cual crean condiciones para el diálogo. Otra tarea de los facilitadores es construir las reglas de juego y desarrollar un acercamiento entre las partes para centrarse primero en los asuntos que son más fáciles de resolver para luego concentrarse en aquellos que demandan que ambas partes cedan y se busque una solución intermedia y creativa.

En estos meses los que han defendido a una de las posiciones o los que han tratado de hacer entender las necesidades de una de las partes, rápidamente han sido engullidos por la polarización mediática y política reinante, es hora que remar hacia el diálogo, dejar de hacer política, y poner el hombro en un proceso más profesional para transformar el conflicto.

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