Nuevos contrapesos para el creciente Poder mediático

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Con un contexto de partidos debilitados, sistemas electorales copados por caudillos y outsiders,  y una ciudadanía descreída de las reglas democráticas en comunicación política está surgiendo un nuevo consenso a nivel internacional: Los medios de comunicación ocupan un lugar más central en la política.

El creciente poder mediático en la política se ha reforzado, además, con una mayor concentración de medios, pero también con leyes que permiten conglomerados aglutinan medios, servicios de cable, telefonía y acceso a redes sociales. Eso tiene como consecuencia que hay demandas sociales que están en la sombra de la agenda pública, en la disminución del debate ciudadano, el exiguo periodismo de investigación y el desplazamiento de la información política por la crónica roja y la farándula.

Sin embargo, en Latinoamérica la legislación ha sido, en general, muy laxa ante este fenómeno apostando a una autorregulación que no funciona bien. En los sistemas democráticos todo poder requiere de contrapesos, el poder mediático en la democracia peruana carece de esos contrapesos.

Frente a esta situación la reacción de la población no ha sido pasiva, diversos colectivos ciudadanos se expresaron en contra de la compra de las líneas editoriales durante el fujimorismo, recientes marchas han rechazado la “televisión basura” y hay un creciente activismo en las redes sociales en contra del poder mediático.

Al mismo tiempo, otros actores de la sociedad civil han desarrollado observatorios como Calandria en los 2000 y más recientemente la fundación Mohme en asocio con la UARM.  Este último esfuerzo es importante, pues vienen aportando un análisis riguroso y estadísticas confiables que muestran las debilidades de la cobertura mediática en procesos electorales o en temas sociales como el tratamiento de la mujer. En diferentes partes de Latinoamérica hay observatorios mediáticos que desarrollan un diálogo constructivo con los productores y periodistas. Este esfuerzo de la Fundación y la UARM, sin duda, aporta un contrapeso muy necesario para el creciente poder de los medios.

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