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LA CAPTURA DEL ESTADO

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Sinesio López Jiménez
Lourdes Flores sostiene que el montesinismo, al que diferencia del fujimorismo, pretende capturar nuevamente al Estado. La tesis contiene, por lo menos, dos errores. En primer lugar, la diferenciación y la separación de Fujimori y Montesinos (políticamente siameses) constituyen una burda operación típicamente fujimorista. A través de ella se busca limpiar a Fujimori de todos los crímenes y de la corrupción. El dictador es presentado como un estadista mientras Montesinos es el corrupto y el asesino. El chino, se dice además, desconocía las maldades y corruptelas de Montesinos. ¿Por qué Lourdes se traga ese sapo gigante?. En segundo lugar, la pretensión fujimontesinista de capturar el Estado es equívoca pues presenta a éste como autónomo y como si no estuviera ya capturado por los poderes fácticos (los organismos financieros internacionales, los inversionistas extranjeros, la burguesía local, los medios, las FF.AA).
Luego del colapso de la economía, del Estado y de los partidos, los poderes fácticos capturaron el aparato estatal en alianza con el fujimontesinismo que controlaba el gobierno, pusieron orden en la economía a través de los programas de estabilización y de las reformas estructurales y organizaron un Estado neoliberal clepto-patrimonialista para repartirse el botín: los organismos financieros internacionales se alistaron para cobrar su deuda, los grandes inversionistas para obtener la tajada de león de la renta minera y de hidrocarburos y el fujimontenismo y la alta burocracia (civil y militar) para asaltar el fisco en beneficio propio. La captura se concentró principalmente en los aparatos económicos del Estado (MEF, SBS, BCR, SUNAT, etc.), en la cúpula de las FF.AA (hoy casi toda en prisión), del poder judicial y del sistema legal (CNM, TC) y culminó con el blindaje de los primeros a través de la constitución de 1993, las leyes y los procedimientos administrativos ad-hoc.
La repartija se organizó en los aparatos económicos del Estado a través de las privatizaciones, de las concesiones, de las políticas económicas, de las coimas y de las comisiones diversas. Los poderes fácticos (unos más que otros) y los aparatos estatales capturados (la alta burocracia civil y militar) y la cúpula del gobierno (Fujimori y Montesinos) participaron en el asalto. El blindaje legal y las formas de decisión y de gestión (concentradas en la cúpula del poder, decretos de urgencia, hiperactivismo legislativo del Ejecutivo por delegación de facultades, autoritarismo en la aplicación de políticas) otorgaron cierta autonomía al estado neoliberal, no frente a las élites privadas de las que dependía, sino frente a la presión de la sociedad y al escrutinio público y le permitieron evadir la accountability (rendición de cuentas).
El resto de los aparatos del Estado (el grueso de la burocracia civil y militar, la policía, el poder judicial) que despliega las políticas sociales (salud, educación y otros servicios), ejerce la justicia y ofrece la seguridad interna fueron mantenidos en la ineficiencia y en la inopia. Para atender los problemas de la pobreza sólo se dedicaron 200 millones de dólares cada año. El monto mayor (600 millones de dólares al año entre 1993 y 2000) provenía de préstamos del Banco Mundial y del BID. ¿Qué ha cambiado del estado neoliberal capturado después de la caída de Fujimori?. Muy poco. Han cambiado los gobiernos (Paniagua, Toledo y García) y se ha reducido la corrupción en unos gobiernos más que en otros, pero la captura del Estado continúa, su estructura sigue siendo la misma, las coaliciones de los poderes fácticos con las cúpulas de los gobiernos se mantienen, el blindaje de los aparatos económicos se ha petrificado y la repartija corrupta se hace con descaro.
En resumen, el Estado clepto-patrimonialista se mantiene, pero los gobiernos, como es lógico, cambian. En esa lógica, el fujimontesinismo pretende volver al gobierno para participar en la captura del Estado.

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