LOS POBRES NO SON ESTADISTICAS

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Sinesio López Jiménez

Una aplanadora que masifica, uniformiza, nivela y cosifica a la humanidad. Los hombres y las mujeres dejan de ser personas para convertirse en cifras estadísticas. Ya no actúan, sólo se comportan. Ese es el terreno fértil en donde germinan, crecen y florecen las ciencias sociales (sociología, economía, etc.) y las estadísticas como disciplina académica. Esta es la crítica más radical, más profunda y más pesimista que Hannah Arendt, una de las filósofas más importantes del siglo XX, ha hecho a la modernidad. El debate actual sobre el porcentaje de reducción de la pobreza parece confirmar la crítica pesimista de la filósofa alemana. Los pobres son tratados como meras cifras estadísticas. Ellos han perdido su calidad de seres humanos. Los políticos y los técnicos discuten si son más o son menos. Más aún: se manipulan las cifras, se apelan a supuestas metodologías técnicamente fundadas, se fijan ridículos límites monetarios para contar el número de pobres y muy pobres. El pobre tiene un precio: vale menos de 229 nuevos soles. El muy pobre vale la mitad. Como si todo eso fuera poco, el gobierno añade un maltrato más a los pobres estadísticamente cifrados: Las políticas sociales asistencialistas, que supuestamente reducen el número de pobres, los tratan como cosas. Ellos no piensan, no opinan, no expresan sus deseos, sus preferencias y sus prioridades. El gobierno, sus técnicos y sus burócratas les han expropiado esas capacidades y derechos. Una política que considere a los pobres como seres humanos (que exigen, por eso mismo, ser tratados con dignidad) requiere un doble enfoque: Por un lado, es necesario analizar la pobreza como una situación que genera una serie de vulnerabilidades y, por otro, hay que examinar las capacidades y potencialidades que, pese a ello, logran conservar los pobres para participar activamente en la solución de sus propios problemas.

La pobreza destruye, sin duda, a los seres humanos, vulnera su inteligencia, afecta su autoestima, limita su libertad, restringe sus capacidades de acción, silencia su voz y mengua sus potencialidades de realización humana. Los pobres, además, son muy vulnerables y están permanentemente sometidos a amenazas y a riesgos que no pueden enfrentar con éxito. El pobre tiene férreas limitaciones para domesticar el azar. La pobreza es, sin embargo, algo relativo. Ni siquiera la pobreza extrema es absoluta. Los pobres, que la sufren, conservan algunas potencialidades que les permiten superarla. Sobre esas potencialidades pueden operar tanto las agencias externas a los pobres como las capacidades mismas de los pobres para luchar contra ella. Este doble enfoque ha sido realizado por Nora Bonifaz, Decana del Colegio de Sociólogos de Lima, a pedido de PROPOLI, institución que, a su vez, encargó al INEI en el 2005 la realización de un censo en diez distritos pobres de Lima. Nora Bonifaz hizo un mapa de vulnerabilidades: individuales (discapacidades, vulnerabilidad en el empleo), familiares (vulnerabilidad familiar, vulnerabilidad en la vivienda y sus servicios) y del contexto y del entorno (vulnerabilidad en salud) e hizo igualmente un mapa de empoderamientos (disculpen la palabrita horrible) o de capacidades que conservan los pobres (capital cultural, capital social y activos físicos). Construyó dos grandes índices, uno de vulnerabilidades y otro de empoderamientos o capacidades, los cruzó e hizo algunos hallazgos que pueden sorprender. Unos distritos más que otros presentan más vulnerabilidades y algunas de éstas (las de empleo y las familiares) son más graves que otras. Lo mismo pasa con el mapa de las capacidades. Sorprende que el capital cultural (nivel de educación y capacitaciones) sea tan bajo. En realidad, el capital de los pobres es el capital social (organizaciones, redes, etc). Pero sorprende también el índice de activos físicos que no son nada desdeñables. Pero el hallazgo fundamental es el siguiente: Salvo en tres distritos, los pobres de los otros siete distritos tienen más capacidades y empoderamientos que vulnerabilidades. En las escalas de vulnerabilidades y empoderamientos existe, sin embargo, una pequeña franja de pobres en una situación de indigencia muy grave. Ellos tienen altas vulnerabilidades y muy bajos empoderamientos. Sería interesante replicar este mapa en todo el país, sus regiones y sus gobiernos locales. Mi hipótesis es que en las regiones de la costa se puede encontrar mapas similares al de los diez distritos pobres de Lima. En la sierra y en la selva, en cambio, los mapas de vulnerabilidades y empoderandamientos pueden ser muy diferentes y es probable que, en eso casos, las vulnerabilidades sean mayores que los empoderamientos. Cualquiera sean las formas que asuman los mapas de los pobres, lo importante es que ellos sirvan para desplegar políticas sociales que los consideren como seres humanos, teniendo en cuenta que las mejores políticas sociales son las buenas políticas económicas, como no se cansa de decirlo Efraín Gonzales de Olarte. Sin empleo de calidad y sin salarios dignos no se resuelve el problema de la pobreza. Las políticas sociales para ser eficaces, además, deben desplegar medidas de desarrollo de capacidades, lo que se logra a través de una educación y de una salud de calidad.

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