LA REPRODUCCIÓN DE LA DESIGUALDAD

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Sinesio López Jiménez

Si algo debiera haber aprendido García en su larga carrera hacia el poder es que la política es el campo de la incertidumbre, que la Presidencia de la República no otorga el don de la infalibilidad a quien la ejerce y que, por eso mismo, los errores hay que reconocerlos y corregirlos. Eso es lo que hace grande a un político. La persistencia en el error revela un orgullo mal entendido y una pequeñez de espíritu. La terquedad en mantener el vapuleado tercio superior induce a pensar que no es sólo un error sino también una defensa de intereses mezquinos lo que está de por medio: la presencia en el magisterio de militantes apristas que se educan en mediocres universidades públicas y privadas e institutos de educación superior en donde ocupan el tercio superior. Esa misma pertinacia en el error en otras políticas educativas hace que la educación no sea una herramienta de igualación de oportunidades sino una forma de reproducir las desigualdades. En un estudio realizado en 18 países latinoamericanos, la CEPAL (Una década de desarrollo social en América Latina, 1990-1999, Santiago de Chile, 2004) ha demostrado que la educación, pese a su masificación, ha sido incapaz de torcerle el cuello a la desigualdad social. El 75% de los jóvenes provienen de hogares en donde los padres tienen menos de 10 años de estudios y más del 45% no alcanza el umbral educativo (12 años como promedio) para acceder al bienestar (empleos bien remunerados y adecuado nivel de vida). La situación en las áreas rurales es aún más dramática: El 80% de los jóvenes no logra acumular el capital educativo mínimo para acceder al bienestar, aún considerando umbrales más bajos que los urbanos. La proporción de jóvenes que superan significativamente el nivel educativo de los padres es baja, pese a la ampliación de la cobertura educativa entre ambas generaciones. Los años promedio de estudio de los jóvenes se han elevado de 7.1% a 10.4 en las zonas urbanas y de 3 a 6.8 % en las rurales, pero sólo el 30% de los jóvenes urbanos y el 20% de los jóvenes rurales han logrado superar significativamente el nivel de educación de sus padres. Los jóvenes de estratos sociales bajos tienen escasas posibilidades de lograr un nivel de educación que les permita alcanzar un nivel mínimo de bienestar. Sólo el 30% de los jóvenes cuyos padres no han terminado la primaria logran terminar el ciclo secundario. En cambio, el 75% de los hijos de padres que han cursado al menos 10 años de estudios termina la secundaria. Esto significa que la desigualdad se reproduce de generación en generación y que la educación actual no es un canal de movilidad social en AL porque no logra romper las cadenas de la desigualdad social.

La transmisión intergeneracional de las desigualdades educacionales es importante porque ahora el ciclo secundario concluido es el umbral necesario para situarse fuera de las garras de la pobreza. Hay drásticas diferencias en la proporción de jóvenes con más de 12 años de estudio según el nivel de educación de los padres. En los países con más bajos niveles de educación secundaria (Bolivia, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Venezuela) “sólo uno de tres jóvenes cuyos padres tienen menos de seis años de educación llega a completar la enseñanza media. En cambio, tres de cada cuatro jóvenes cuyos padres tienen más de 12 años de estudio alcanzan, como mínimo, ese nivel”. La diferencia en el nivel educacional de los jóvenes con respecto al de sus padres también existe en los países con tasas más altas de matricula en la secundaria (Argentina, Chile, Panamá, Perú y Uruguay): “En estos países la proporción de los jóvenes urbanos que cursan 12 o más años de estudio alcanza en promedio a 60%, cifra que supera el promedio correspondiente del primer grupo de países, donde llega a 53%. Esta distancia también se registra en las zonas rurales (37% frente a 11%). Sin embargo, si bien en estos países sólo 36% de los hijos de padres con menos de seis años de estudio terminan la educación secundaria, más del 90% de los hijos de padres que completaron la secundaria alcanzan dicho nivel”.

El excelente estudio de la CEPAL constata que los esfuerzos por ampliar la cobertura de la educación no se han traducido, en la última década, en una reducción de la distancia que separa a los jóvenes de los distintos estratos sociales: en 15 países de AL, las diferencias en la proporción de jóvenes de 20 a 24 años de edad con más de 12 años de estudio que provienen de hogares con distinto nivel educativo, prácticamente no ha variado. Esto significa que en AL el capital educativo de los hijos depende del capital educativo y del nivel socioeconómico de los padres: Es muy probable que los jóvenes que cursan sólo ocho años de estudio reproduzcan la pobreza de su hogar de origen. La situación se torna más dramática si se tiene en cuenta que la calidad de la educación que reciben los jóvenes depende del estrato social del que provienen: Los que provienen de estratos sociales medios y altos y que se educan generalmente en colegios privados reciben una educación de mayor calidad que los provenientes de estaros populares y pobres.

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