Sobre “El sex appeal de la anticorrupción” y por qué no creer en la democracia


Lo que muchos quieren olvidar, Kouri y Montesinos o "el video 450"
Acabo de leer el artículo de Augusto Alvarez Rodrich “El sex appeal de la anticorrupción”(1) en él plantea la pregunta ¿Qué le interesa (realmente) al elector? Aquí un fragmento:

“La reiterada elección de Kouri en el Callao; el respaldo popular a la gestión municipal de Luis Castañeda a pesar de las severas denuncias de corrupción; el sólido segundo puesto de Keiko Fujimori en la campaña presidencial; el triunfo electoral de Alan García en el año 2006; o la derrota contundente de Valentín Paniagua en el mismo proceso, aportan evidencia empírica de que la lucha por la decencia y las credenciales de una trayectoria sin sombras no son cartel suficiente para ganar una elección. El roba pero hace obra puede seguir teniendo, lamentablemente, atractivo electoral.”

Antes, de decir lo que considero que le interesa al elector peruano promedio, tengo que señalar enfáticamente que no creo en el sistema de elecciones representativas, por varias razones.

En esta pequeña nota, solo voy a explicar una. Porque esta demostrado empíricamente que los representantes elegidos son oportunistas que al ser elegidos, dejan tiradas las demandas de los electores y privilegian sus propios intereses y/o el de los grupos particulares que los llevaron al poder. Paso a dar algunas razones, que considero las más evidentes, de este comportamiento oportunista de los candidatos (que luego serán elegidos representantes).

Primero, una causa de este oportunismo son: la ineficiencia e ineficacia del sistema de control del Estado. Cuando digo ineficiencia, me refiero a que los mecanismos de control no tienen la capacidad (operativa) para controlar los diferentes niveles del Estado. Ya sea, por barreras legales, burocráticas, simplemente por compadrazgo, o porque la frase “una mano lava la otra” es parte del ADN de la República. Cuando digo ineficacia me refiero a la cuestión ontológica del Estado. Una pregunta inocente ¿cómo quien tiene el poder, buscaría su propio control? Dicho de otra manera, ¿cómo una clase que controla el poder, puede querer ser controlada o limitada en su poder? Algunos dirán y donde queda el equilibrio de poderes. Hay que tener en cuenta que el ideal -hoy dogma- de Montesquieu, como mecanismo de control del Estado es la respuesta a un contexto histórico, que buscaba mantener los privilegios de (su clase) la aristocracia. Si no, recordemos también sus tres formas de gobierno: despótico, monárquico y republicano.

Otra causa del oportunismo político, considero que es la existencia de asimetría de información entre electores y elegidos. Esto en economía se conoce como problemas de agencia: riesgo moral y selección adversa.

El Riesgo moral, se presentaría cuando el elector sólo conoce lo que el candidato muestra o dice, pero al ser elegido hace cosas que no ha dicho o, peor aun, contrarias a lo que mostró o dijo en la campaña. En el Perú, nos acordamos aun de la promesa de un ponja con cara de “soy inocente” (Fujimori), quien en campaña decía no al shock y luego, aplico el shock económico o “la yuca” más brutal de nuestra historia reciente. Ejemplos, en política abundan. Alan García y su promesa de revisión total del TLC con EEUU, ¿qué pasó? Ya se aprobó y además se firmó el TLC con China y ya estamos camino a firmar otro TLC con la Comunidad Europea. Otros ejemplos son: Toledo, Castañeda, Kouri, etc.

La Selección Adversa, es otro problema de agencia, un poco más complejo de explicar. Luego de tantos años de mentiras, los electores no saben por quien votar, así es que terminan poniendo a todos los candidatos en un mismo costal, terminan pagando justos (si es que existen) por pecadores. Pero a esto se suma que, como los malos son los que ganan y los “buenitos” no, los segundos terminan por salir de la escena política y dedicándose a labores menos ingratas. Efecto parecido a la ley de Gresham(2), ¿podemos decir que hoy la política esta plagada de buenos o malos políticos? La mayoría coincidirá con que esta plagada de Kouris, Montesinos, Fujimoris, Garcias, Toledos, Castañedas, Flores, Bedoyas, Humalas, etc. No digo si son buenos o malos, eso se lo dejo a Ustedes.

Para volver a la pregunta inicial ¿Qué le interesa (realmente) al elector? Creo que es evidente que al elector le interesa la solución a sus problemas, porque eso es lo que les han hecho creer harán los elegidos, quienes necesitan de sus votos en cada elección, para “legitimar” -yo diría legalizar- su estadía en el poder.

Por eso, hoy en día una campaña anti-corrupción, no asegura una victoria en estas contiendas electorales, donde la población es manipulada al antojo de los comandos de campaña y los medios de comunicación a sueldo, encargados de inflar y desinflar candidatos. Si los candidatos por la “honestidad” buscan ganar las elecciones, van a tener que hacer el linkage entre honestidad y eficiencia -algo que no se puede decir que haya hecho Paniagua, que jugó al hombre invisible. Por otro lado, hay que demostrar los altos costos de la corrupción. Todo esto lo digo con una mirada de desden sobre la política oficial, pero interesada en el futuro de mi país ¿Si existe una diferencia entre corruptos y “honestos” en la política? Espero que esta se pueda evaluar, medir, cuantificar en el nivel de bienestar de las mayorías.

Notas

(1) Álvarez Rodrich “El sex appeal de la anticorrupción”, La República 4 de marzo de 2010
(2) Grosso modo, ley de Gresham señala que en una economía donde circulan dos monedas, la moneda mala (depreciada o devaluada) termina sacando del mercado a la buena (la que conserva su valor), debido a que todos buscan atesorar la buena moneda y deshacerse lo más pronto de la moneda mala. Con el tiempo sólo las monedas malas están en circulación en el mercado y las buenas están guardadas.

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Acerca de Ser Social

Simplemente un ser social. Economista y PhD en Management Sciences. Intento comprender a las personas y sus interacciones en la sociedad. Creo que "La práctica sin la teoría es ciega y la teoría sin práctica es estéril" (Kant, 1793).

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