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BREVES RELATOS PARA EL SORPRENDENTE ANECDOTARIO JOSEFINO

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                                                   Darío Núñez Sovero

Hurgando sobre las motivaciones de una aparente “confrontación” entre jaujinos y huancaínos, encuentro que,  en los orígenes de este hecho y que es una realidad, hay antecedentes remotos y  están referidos, entre otras razones, a las competiciones de antaño entre los colegios centenarios del “San José” de Jauja y el “Santa Isabel” de Huancayo. Estos antagonismos tienen data antigua y se remontan al siglo anterior. Cuando escolar, recuerdo que el año 1956 se realizó en Huancayo un Campeonato entre los colegios aludidos y, aquella vez, se extendió a los colegios femeninos “Nuestra Señora del Carmen” de Jauja y “Nuestra Señora del Rosario” de Huancayo.

Sobre dicho evento, tuve la oportunidad de asistir, subrepticiamente, con la delegación de nuestro colegio, para lo cual conté con la complicidad de los estudiantes-deportistas  de la rama del básquetbol Eduardo “Chino” Onuma y Orfeo ”Volvo” Huatuco. Viajé con la delegación oficial, bajo el liderazgo de los profesores de Educación Física, Alfonso “Loco” Alcántara y Eugenio “Negro” Susaníbar. Las competiciones se realizaron en tres escenarios: el estadio isabelino, el “pampón” del viejo recinto del estadio “Edilberto Chávez” y, por las noches, la cancha de básquetbol del “Colegio Inmaculada”. De este evento, dos hechos nítidos han quedado registrados en mi memoria: primero, cuando se realizaban las competencias atléticas, tocó el turno del salto con garrocha en el cual  nuestro representante era el estudiante, de tercer año, Luis Núñez Figueroa. Nuestra opción era de primera y su contendor –de apellido Loncharich- también era bueno. Superados los saltos iniciales, colocaron  la varilla a una altura mayor. Fue allí donde, en el turno del josefino y para desgracia nuestra, se rompió la “pértiga” –que era de caña bambú- cuando nuestro atleta estaba a una altura de más o menos tres metros. La caída  de espaldas fue inevitable, ante el estupor general, e inmediatamente fue auxiliado por los presentes, pues se temía lo peor. Para contento de nosotros, y fuerte como era, Lucho se sobrepuso un tanto magullado por la inesperada caída. El segundo recuerdo de esta competición, fue que, en la disciplina de salto alto, la representante del colegio del Carmen era la estudiante Luz Borja. Luego de dura competencia con su antagonista rosarina y ante la alegría y el incansable aliento de los josefinos, ella logró el campeonato en esta rama por lo que fue calurosamente felicitada.

El antecedente primario de estas competiciones, según Manuel Espinoza Galarza en su obra “Relatos referentes a Jauja”, se remonta a 1922. Dice nuestro ilustrísimo paisano que aquella vez él también era estudiante. Por entonces la Educación Secundaria en el país pasaba por una serie de innovaciones derivadas de que el Presidente Leguía había traído al país reformadores educativos norteamericanos, bajo el concepto de que era inspiradora para la educación peruana. Para nuestra región fue designado, como “innovador, un docente educativo “gringo” de apellido Albertson y a quién, con el apoyo los profesores de la naciente disciplina de Educación Física, no se les ocurrió mejor idea que organizar una competencia deportivo literaria entre los colegios más antiguos de esa época: el “San Ramón” de Tarma, el “San José” de Jauja y el “Santa Isabel” de Huancayo. La sede y por sorteo, fue fijada en Tarma donde deberían desarrollarse las competencias en noviembre del año siguiente, 1922. Para esa fecha, ya había ocurrido en el viejo colegio jaujino la primera huelga estudiantil –Mayo de 1920- fruto de la cual la Asamblea de profesores no tuvo peor acuerdo que expulsar a connotados estudiantes supuestamente instigadores de la medida de fuerza, entre los cuales estaban el notable Clodoaldo Espinoza Bravo y Manuel Espinoza Galarza, este último de reconocidas dotes artísticas y literarias. Pues bien, en este rubro, el “San José” tenía limitaciones por la escasez de estudiantes de solvencia que debían representar con altura y dignidad el ya renombrado prestigio del colegio, razón por la cual, el Director del plantel se vio en la necesidad de constituirse a la casa de Manuel Espinoza para informar a sus padres que como Director levantaba el “castigo” impuesto, en mérito de lo cual nuestro escritor volvió a su colegio y empezó a prepararse para la competencia. Un día antes de la fecha indicada y por las limitaciones económicas de la delegación decidieron ir a Tarma a pie. Llegado a su destino, desde ya, fueron recibidos con admiración por los lugareños, con el antecedente de que la delegación huancaína vanidosamente se insuflaba como invencible y amenazaba con arrasar los primeros puestos. Los resultados dijeron lo contrario y el colegio jaujino fue logrando triunfos en las competiciones de las que Manuel Espinoza recuerda haber logrado ser el triunfador del concurso literario, ante la ira de los contendientes quienes empezaron a agredir a los jaujinos. Los tres días de reñidas competencias fueron muy halagadoras para nuestros paisanos que satisfechos retornaron a nuestra ciudad con la alegría de haber representado con honor a su colegio y a Jauja, provincia que empezó a ser denominada, con justicia, como la Provincia Rectora del Centro del Perú muy respetada en todos los escenarios del país.

Pasados, dos años, el 6 de agosto de 1924, y en versión del extinto Julio Saravia Ancieta,  quien por entonces estudiaba el cuarto año y tocaba la tarola en la banda de música, ocurrió una nueva  y singular anécdota. El gobierno peruano dispuso que, en honor al centenario de la Batalla de Junín, se realizaría una gran parada escolar-militar para la que, nuevamente, fueron participados los colegios “Santa Isabel” y “San José”. Los estímulos eran especiales y la delegación josefina tuvo esmero en su preparación. El viaje, fue acordado realizarlo en tren. El día citado y con el afán de ser ganador, la delegación del colegio huancaíno, que también viajaba en tren, presionó al maquinista para que no ingrese a Jauja, cosa que así ocurrió. Enterados de esta situación y ante la larga espera, en acertada decisión, los directivos del colegio alquilaron dos omnibuses y decidieron llegar a como dé lugar a tan especial efemérides. La delegación huancaína no previó que el tren paraba en la ruta y, en otros paraderos, donde se detenía para proveer de agua a la locomotora, lo que les causaba retraso. De este modo, la delegación jaujina llegó primero al recinto del desfile y fue, en primer lugar, estimulada con el primer premio por puntualidad. La delegación huancaína, al llegar mostró su sorpresa y con contenida rabia, no pudo menos que pasar por el estrado de honor bajo los acordes de la banda josefina que ganaba el aplauso de la concurrencia por ser la delegación oficial del desfile. Concluido el desfile y ya en retirada, los josefinos, en coro, exclamaban al unísono: “te cuadre o no te cuadre, “San José” será tu padre” (Esta última versión me fue contada por Maruja Saravia Espinoza, quien comentó que su padre se lo repetía con acentuado gozo).

La historia de nuestro ahora colegio centenario jaujino es riquísima en anécdotas, como las relatadas. Nuestra intención es motivar a nuestros distinguidos ex alumnos y docentes para incrementar tan valioso legado con nuevos relatos vividos a través de los tiempos.

TEODORO “LOLO” FERNANDEZ: UNA ANÉCDOTA

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Darío A. Núñez Sovero

El presente,  es un post que está dirigido a toda la fanaticada de uno de los clubes más importantes del país, el “Universitario de Deportes”, sin que ello comprometa mi filiación a dicha institución y, lo hago, para aportar a la vanidad de toda esa inmensa legión de seguidores de la popular “U”.

Por todo el Perú es conocido el riquísimo historial de este singular futbolista cañetano, Teodoro “Lolo” Fernández, que acrisoló su incipiente experiencia deportiva en los arenales de la hacienda “Hualcará” de su tierra natal. Meritúa su trayectoria el hecho de haber jugado durante 23 años en el mismo club, hasta su retiro en el año de 1953, después de haber sido un innato goleador y haberse desempeñado, también, como insustituible en las selecciones nacionales de fútbol, habiendo coronado su participación, junto a notables y eximios de aquel tiempo como “Manguera” Villanueva, Juan “el Mago” Valdivieso, Teodoro y Prisco Alcalde, etc. en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, de donde nuestros dirigentes optaron por el retiro luego de que, injustamente, se anuló el triunfo peruano ante Austria, obligándosele a jugar un segundo partido, situación que no fue aceptada. Sobre esta participación en internet existen interesantes videos, uno de los cuales es el de una entrevista al célebre escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien menciona que “fue la vez en que Perú humilló a Hítler”. La constante de tan rico historial fue que  partido que jugaba, el gran Lolo, anotaba y, curiosamente, nunca dejó de usar en la testa una redecilla que, en mi tiempo le decían vasca, fuera una manera de tener siempre presente a su madre quien se la tejió.

Como diría nuestro escritor Edgardo Rivera Martínez, Lolo Fernández, con la aureola triunfal que tenía y “rodeado de tan justa fama”, a la semana de haberse retirado (Octubre de 1953) fue invitado por el Club “José Soriano” de Trujillo para hacerle un homenaje. Esta institución estaba integrada por jovenzuelos de posición media que se caracterizaba por proveer de jugadores jóvenes a los mejores equipos trujillanos de la década del 50. Me refiero al “Sanjuanista”, “Seminarista”, “Rambler de Salaverry”, “Los diablos rojos de Chiclín, “Unión Laredo”, etc. La sede de esta entidad estaba ubicada entre los jirones San Martín y Gamarra, a dos cuadras del Estadio Mansiche. Llegó Lolo, ataviado con terno y su inseparable redecilla y más pudo la inquietud que, cual comején, corroía el espíritu joven de los anfitriones, que no pudieron evitar pedirle a Lolo una demostración de su innata capacidad goleadora. Ante la aceptación de éste, todos se dirigieron al recinto del estadio y allí, el héroe de mil jornadas deportivas, pidió ubicarse frente al arco y solicitó la presencia de un balón y un arquero. No le fue nada difícil anotar ante la sorpresa del custodio que ni vio la pelota ingresar. Pidió dos arqueros y volvió a anotar, y así sucesivamente hasta  que con seis porteros, dio dos pasos atrás, y de un furibundo remate anotó con arquero y todo. Los presentes quedaron pasmados del asombro y no pudieron más que aplaudir. La contundencia de este futbolista era evidente, sus adversarios lo temían y por algo lo motejaron como el “cañonero”. Ese símbolo viviente estaba allí con su espíritu siempre jovial, su terno y, en la cabeza, su irrenunciable redecilla. A un costado, mi aniñada curiosidad grabó en mi memoria este hecho.

JAUJA-HUANCAYO: UN ENFRENTAMIENTO VACUO

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Darío A Núñez Sovero

Desde tiempos seculares, jaujinos y huancaínos nos encontramos ocupando orillas opuestas en cuanto a posiciones de exacerbado nacionalismo que, en algunos casos, linda con el chauvinismo, emulando otros enfrentamientos que a lo largo del país observamos cuando vemos cómo trujillanos y chiclayanos hacen lo mismo, o camanejos y arequipeños, huamanguinos y huantinos, etc. En nuestro caso, es bueno mencionar que esta, aparente, confrontación  ha reverdecido  con el tema del aeropuerto, ya que en tiempo reciente se ha reinventado una iniciativa huancaína para contar con uno propio, situación que, de darse, opacaría la vigencia del aeropuerto “Francisco Carlé” de Jauja.

En este subyacente enfrentamiento, existen lamentables olvidos que llevan a ignorar que ambas nacionalidades ocupamos idéntico espacio geográfico: el Valle del Mantaro, anteriormente denominado Valle de Jauja. Se suma a ello el hecho de que todos los estudios explican que ha existido, con algunos matices, una unidad histórica en el devenir de nuestra cultura que, en tiempos prehispánicos, se conocían como Cultura Wanca-Xauxa, segmentada en espacios Hanan Wanca, Lurin Wanca y Hatun Xauxa. En tiempos de la colonia, los pueblos del valle del Mantaro hemos sido obligados tributarios de las mitas y los obrajes impuestos desde el gobierno del Virrey Toledo. Cuando nace la república, tanto Jauja como Huancayo hemos pertenecido a la Intendencia de Tarma. Los primeros intentos de la independencia nos sorprenden (en nuestro valle) como una unidad geográfica tanto que, por ejemplo, el 20 de Noviembre de 1820 se Jura la Independencia, primero en Huancayo y por la tarde en Jauja. A este respecto, el profesor Luis Cáceres Osorio me explica que, dicho día,  en Jauja se juró la independencia dos veces, aludiéndome que en ese entonces Huancayo pertenecía a Jauja, pues como provincia cobró autonomía a partir del 18 de Noviembre de 1864 en que fue creada según proyecto de ley que presentó el senador jaujino José Jacinto Ibarra. Para la historia ha quedado este registro: “…En 1864 Huancayo, pues, dejó de pertenecer a Jauja, justo por gestiones de un parlamentario jaujino que no quiso ni pudo tolerar que un Distrito y una Ciudad, como Huancayo tan populosa y tan activamente comercial, mucho más que la propia Capital de la Provincia, continuara en un estado de injusta y artificiosa dependencia geopolítica. Dicha ley fue dada cuando era Presidente del Senado el General Ramón Castilla, de la Diputados don José Rufino Echenique, y cuando ejercía la presidencia del Perú Juan Antonio Pezet…” (1). Pero, volviendo al tema de la Jura de la Independencia, es importante remarcar que, en Huancayo, este hecho estuvo alentado por los mismos jaujinos, a saber: el año de 1820 el gobernador político y militar del distrito de Huancayo era el coronel miteño don Marcelo Granados, y el párroco, el licenciado jaujino don Estanislao Márquez. Significa que las dos autoridades más importantes de dicha ciudad eran jaujinos (sin olvidar que Mito pertenecía a Jauja por entonces). Las citadas autoridades, conjuntamente con el General Álvarez de Arenales acordaron redactar el acta y jurar la independencia. Ya por la tarde del 20 de Noviembre, el mismo sacerdote Márquez y esta vez con la compañía del insigne patriota jaujino Alejo Martínez Lira y el enfervorizado pueblo, jurarían la Independencia en la ciudad de Jauja. Como se advertirá, en ambas circunstancias (la Jura de la Independencia de Huancayo y la creación de su provincia) han sido jaujinos los que han alentado, sin mezquindades,  el avance de dicha ciudad.

Hay un hecho complementario que, me parece, fue el definitivo para consolidar las distancias. Ocurrió el año de 1931 y es de carácter político. Por ese entonces, la capital del Departamento de Junín era la ciudad de Cerro de Pasco, Por razones climáticas y a pedido de las propias autoridades, el gobierno del General Sánchez Cerro decidió su traslado (Decreto Ley Nº7001 del 15-01-1931). Por su importancia, le correspondía  a Jauja ser la nueva capital, pero como los responsables del gobierno estimaron que nuestra ciudad era el bastión del leguiísmo y Huancayo era bastión del sanchezcerrismo, con el apoyo del prefecto se decidió que la capital fuera Huancayo (“Poder y Conflicto Social en el Valle del Mantaro” Alberti Giorgio y Sánchez Rodrigo. p.47). Leguía había caído en desgracia y sufría cárcel, por tanto sus simpatías por Jauja no estaban en estima. Un hecho confirma esta aseveración: el año 1922 se bendijo la construcción de la Capilla de Cristo Pobre en Jauja y fue designado padrino el Presidente de la República, don Augusto B. Leguía, quien fue representado por su hija Lola (así figura la placa recordatoria de mármol a la entrada de dicho templo). Este acto evidencia las buenas relaciones de Jauja con dicho presidente, lo que era mal visto en Huancayo. Lo real es que  la nueva capitalidad del departamento de Junín, sumado a que, según Alberti y Sánchez, el crac de 1929 llevó a la ruina los comercios más prósperos de Jauja y a que, el mismo año, la terminación de  la carretera central fuera en Huancayo, llevaron a que dicha ciudad iniciara un período de prosperidad aparejada a que Jauja sufra un lamentable postergación. Las brechas, en vez de cerrarse se han ido profundizando, tanto que, en el fondo nuestras distancias carecen de sentido.

Hay en la historia de Jauja una serie de acontecimientos que han tratado de limitar su desarrollo y he querido resaltarlos con la mejor buena fe. Las nuevas generaciones deben asumirlos como referentes para iniciar nuevas jornadas que le permitan a nuestra provincia lograr llegar al lugar que por justicia le corresponde.

(01). ESPINOZA S., Waldemar. Enciclopedia de Junín, t.I. Huancayo, Ed. San Fernando, 1973. P. 330

RESCATEMOS LA CASA DE EDGARDO RIVERA MARTÍNEZ

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Dario A Núñez Sovero

Edgardo Rivera Martínez es el más alto exponente de la nacionalidad xauxa. Su vasta obra es reconocida como una de las más importantes de la literatura peruana. Ningún jaujino, antes y después de él, ha vivido y logrado trascender en la historia como lo ha hecho nuestro ilustre paisano. Luego de sus estudios primarios y secundarios en ésta su Jauja natal, nuestro escritor estudió en las universidades de San Marcos (Lima), Perugia (Italia) y París (Francia). De vuelta a su patria ejerció la docencia en las Universidades del Centro del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidades de Iowa y Darmouth (EEUU) y Tours y Caen (Francia), desde el año 2,000 fue incorporado como Miembro de la Academia Peruana de la Lengua. Luego de haber publicado numerosas obras y haber ganado el Primer Concurso del Cuento de las 1,000 palabras organizado por la Revista Caretas, el año 1993 publicó su obra cumbre “País de Jauja”, novela que fue propuesta para el Premio “Rómulo Gallegos” y que es considerada, por la crítica especializada, como la más importante de la década del 90 pasado. Como recordándonos que los mortales llegamos, obligatoriamente, a un fin, Jauja y el Perú se consternaron al enterarse, el 5 de Octubre del 2018, que Edgardo Rivera había fallecido. Se apagó así la vida de quien hizo de Jauja la ciudad de mayor renombre en el orbe pues, sus obras han sido traducidas a muchos idiomas, por lo que es conocido como “el Jaujino Universal”. Se fue la vida de quien vivió enamorado de su tierra, su paisaje y sus ricas vivencias, tierra para la que escribió sin remilgos y con mucho apasionamiento. Un llanto silencioso e incontenible se apoderó, desde entonces, de nuestros espíritus.

Y nuestra tristeza se mezcla con una reprimida impotencia cuando verificamos el estado de abandono en que se halla la vivienda del escritor. Situación que, lamentablemente, constituye un baldón para todos los jaujinos, un verdadero deshonor que no debemos permitir que continúe así. En diálogos anteriores con nuestras gentes que se conduelen de esta situación, recordábamos que no hacen muchos años, en una exposición que hubo en la Casa de la Literatura Peruana sobre la obra de Edgardo Rivera, también se expusieron algunos elementos adicionales del que dieron cuenta los medios informativos. Entre estos (si mal no recuerdo): la MacKintosh en la que el escritor digitó la obra “País de Jauja”, el piano en el que interpretaba las composiciones que mayormente le agradaba, su riquísima biblioteca, su escritorio, etc. Sugeríamos que, de ser posible una restauración de su casa del Jr. San Martín, Cuadra 7, Jauja, todos estos elementos podrían ser ubicados en su vivienda de modo  que ésta se convierta en una Casa Museo de obligada visita para los turistas y estudiantes que estén motivados por conocer la obra de tan renombrado literato. La referida casa se convertiría en una de las expresiones de mayor orgullo y pertenencia de todos los jaujinos. Pienso que esta tarea, como en otros lugares, tendría que ser asumida por los responsables del Ministerio de Cultura o un Patronato Ad-hoc que lo administre, naturalmente con el consentimiento y aprobación de sus deudos.

Esta es la casa de Edgardo Rivera Martínez en la cuadra 7 del Jirón San Martín – Jauja. Necesita urgente restauración por parte del Ministerio de Cultura y la Municipalidad de Jauja.

Y ya que hablamos de cómo otros pueblos viven orgullosos de las viviendas donde nacieron sus ilustres hijos escritores, sin ir muy lejos, recordemos la Casa de César Vallejo en su Santiago de Chuco natal en el departamento de La Libertad, la misma que habiendo estado, también, en abandono, desde el año 2012 ha sido restaurada e inaugurada con los materiales de adobe y techos de carrizo y tejas, gracias a la iniciativa de las autoridades locales y el apoyo de la minera Barrick; esta casa actualmente es el emblema de la población santiaguina.

Casa restaurada de César Vallejo en Santiago de Chuco – La Libertad

En Valparaíso, Chile, los lugareños viven felices con la masiva afluencia de turistas ávidos de visitar la Casa de Pablo Neruda. Esta casa, construida a orillas del mar, con el apoyo de un arquitecto amigo y al gusto del escritor, al que él denominó Isla Negra en alusión a lo negruzco de los roquedales, se yergue majestuosa con su forma de barco, con techos bajos, pisos de madera y pasillos estrechos, ha sido declarado Monumento Nacional desde el año 2000 y en ella descansan los restos del Nóbel y su mujer Matilde Urrutia (no podía ser más romántica la historia del escritor). La administración de ella corre por cuenta del Patronato Pablo Neruda.

Casa de Pablo Neruda en Isla Negra-Valparaíso.

En Europa, los españoles viven orgullosos de mostrar al mundo la casa donde vivió el insigne Manco de Lepanto, Miguel de Cervantes Saavedra, concretamente en Valladolid, a donde el escritor universal llegó a vivir el año 1602. Esta casa, totalmente restaurada, muestra no sólo las verjas y jardines por donde solía pasear tan grande personaje, sino también las habitaciones en las cuales se dedicaba a escribir. Las fotografías son elocuentes.

Se paga tres euros para ingresar y ver la casa de Cervantes

Hemos querido exponer aquí la necesidad de hacer un esfuerzo colectivo para que la vivienda donde nació Edgardo Rivera Martínez, sea el lugar emblemático que nos recuerde que somos la nación mestiza que él siempre alentó y ensalzó como el lugar de hombres de trabajo y tenacidad que ocuparon este espacio en una búsqueda constante de abundancias, algarabía y felicidad que se llamó “País de Jauja”. No más olvidos y, por favor, todos a ponernos manos a la obra tras la restauración de la Casa de Edgardo Rivera Martínez.

AMENOS Y ARROBADORES RECUERDOS DE NUESTRO EX-PÁRROCO ASENCIO TOLEDO

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Darío A. Núñez Sovero

Este 9 de Mayo cumplirá 90 años. En su vida religiosa, probablemente, cientos de recuerdos turbarán su cansada memoria, por ello, a manera de homenaje por tan visible longevidad, me propuse ubicarlo para saber de su estado de salud, así como también recoger los recuerdos más significativos del tiempo que le cupo ser Párroco de Jauja entre los años 1983 y 1998, 15 años en los que, notoriamente, vivió muchas experiencias que debemos recoger para ilustración de las nuevas generaciones de gentes de estas seculares tierras.

Lo ubiqué en su domicilio, en Huancayo, donde me acogió con emocionada actitud. Y, la verdad, no sé si mi presencia le activó gratos recuerdos o había encontrado la oportunidad para refrescarlos. Pero, lo primero que me dijo es que tiene a Jauja en su corazón por el cariño que siempre recogió, pese a la dureza de su temperamento. Evocó el tiempo en que, a la par de su labor pastoral, desempeñaba la docencia en el centenario colegio josefino donde forzaba el respeto a su labor frente a la visible renuencia que recibía de parte de dos marxistas confesos y, además,  directivos del colegio como Pedro Monge Córdova y Miguel Martínez Saravia, quienes, entre otras cosas, no simpatizaban con que los estudiantes participaran en las procesiones con sus pintorescas alfombras y preferían que, estas muestras de fe, sean reemplazadas por el dictado de clases. Con regocijo, mencionó los ardorosos debates filosóficos que sostenía con docentes “izquierdistas” que negaban la trascendencia del ser y a quienes finalmente persuadía. De su experiencia en el turno noche, con nitidez recuerda cómo enfrentó el tema de las alumnas que dejaron de asistir a clases por el temor de ellas ante algunas violaciones sufridas por miembros del cuartel del ejército,  para lo cual convocó con éxito el apoyo de los estudiantes varones. Una expresión de pena y rabia le asoma cuando relata que, al día siguiente del asesinato del Párroco de Huaripampa, un “terruco” lo abordó en Jauja y a quien, antes que nada, le dijo que oraría y le pediría a Dios por la salvación de su retorcida alma ganada por las causas extremistas, ante cuya firmeza el sujeto desistió de sus propósitos homicidas. Los tiempos eran temibles, pero él nunca se acobardó.

Pero si quisiéramos saber de su obra parroquial, ésta, sencillamente, es riquísima y fue de mucho provecho para la fe colectiva de nuestra provincia. Pero eso sí, nos anticipa con franciscana humildad, que ´todo lo hizo a voluntad del Señor, que “el Señor hace lo que Él quiere” y que “el pueblo es el que lo ha hecho” y él solo movía su palabra como quería el Señor. Del resultado de esta  divina sinergia Dios-pueblo-párroco, menciona que en su tiempo y con el apoyo de jaujinos residentes en Lima lograron hacer el enrejado del atrio de nuestra Iglesia Matriz, donde, recuerda, se encendió calurosas conjeturas al descubrirse osamentas humanas del que decían eran de personas que fueron fusiladas en los períodos de la independencia nacional (recuerda asimismo que la Virgen del Rosario que está en el muro externo se debe a la inquietud del Padre José Chuquillanqui Yamamoto). Me dice, con devoción clericlal, de sus empeños para levantar el Altar al Señor de la Justicia, a cuyos costados ubicó a la Virgen de Fátima y la Virgen del Carmen, para cuyo efecto fue valioso el apoyo del comité que presidió el profesor Guillermo Calderón y el artista Miguel Leyton. Su voz, siempre pausada, adquiere un tono más grave para comentarme el esfuerzo que les significó construir el altar al Señor de Muruhuay, afán para el que contó con el apoyo del comité y de los artistas desaparecidos Hugo Orellana Bonilla y Hugo Espíritu Escobar (el primero en vida me decía, con disimulado orgullo, “somos los Hugos de Jauja”), y para lo que, previamente, trasladaron lajas del cerro tarmeño en volquetes que facilitó la comuna jaujina. Su semblante pinta su regocijo cuando nos cuenta cómo, con apoyo de la comunidad, concluyeron la Iglesia de Pomate-Huertas, de la que evoca que estando reparando la cúpula, “llegó un señor Castro” (probablemente el emérito huertino Juan R.) que desafiantemente le dijo que si concluía ese segmento “él donaba el piso y el retablo”, lo que finalmente así ocurrió (concluye diciéndome, en esta parte, que tan ilustre ciudadano reposa sus restos en dicha iglesia). Es en este pasaje de nuestro encuentro que su memoria discurre generosamente para contarnos cómo arreglaron la torre de la Iglesia de Paca conjuntamente con el Padre Gutarra. Cómo construyeron la Capilla de Paca-Paccha, para lo cual, el comité, movió a medio Chosica mediante diversas actividades que le permitieron recaudar fondos. Cómo la comunidad de Sincos obligó a cada familia donar cuyes mientras ellos donaban carneros para que puedan  agenciarse de medios y reconstruir la torre de su colonial Iglesia. Asimismo, los trabajos realizados en la Iglesia ruinosa de Yauli, la refacción de la Capilla del Barrio La Samaritana y la compra del terreno donde se ubica la actual Iglesia del distrito de Yauyos.

Hay, en nuestro interlocutor, una apasionada exposición de su provechoso paso por tan delicado encargo que le confiaron para ser el guía espiritual de nuestra provincia. Mientras le escuchaba, pensaba, si acaso esto no es motivo para convocar la gratitud de la feligresía y, especialmente, de nuestras autoridades. Modestamente, creo, que es una tarea pendiente. Estamos a tiempo.

SOLILOQUIO CON JAUJA

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Mapa de Jauja que data hacia finales del Siglo XVIII

Darío A. Núñez Sovero

Tal vez los alfabetos no alcancen a ubicar las palabras que te merezcan para describir el cúmulo de emociones que despierta el solo nombrarte. ¡Jauja!, nombre santo, bajo cuya tutela las luces de la aurora me vieron nacer en tu seno.

Hoy, a 485 años de tu fundación, los celajes de tu bóveda de azul  son fuente inspiradora para decirte que pese a tu añeja edad, la hermosura de tu pasado hace que tus hijos vivamos desbordando el pecho de alegría de constatar que nadie como tú para haber vivido tantas glorias juntas. Haber colmado tus páginas de justa gloria.

Solo de mencionarte, afloran en nuestra memoria las heroicidades que dejaron Huáscar y Atahualpa con sus fuerzas guerreras en las pampas de Yanamarca, de cuyo enfrentamiento nos dejaron la leyenda de Kilaco Yupanqui y Cory Coyllor. La manera como la policromía de tu encantador paisaje sedujo a Gonzalo Pizarro para que persuadiera a su hermano Francisco para que, justamente, el 25 de Abril de 1534, fundara su capital de la Gobernación de Nueva Castilla en esta bella geografía de los Hatun Xauxas.

Y la emoción se me inflama al recordar que fuiste la ciudad donde el poder central de la región se asentó y tus primeros pobladores eran hidalgos castellanos que, en sutil convivencia, compartieron tus aposentos con los naturales de nuestra tierra y que de esta conjunción vivencial nació una nación mestiza que ha llenado de heroicidades nuestra historia. Fuiste la madre generosa que inspiró las cruzadas evangelizadoras que salieron desde Ocopa con frailes que enarbolaban el lábaro de la cristiandad y la civilización en nuestra selva peruana. Allí están tus hijos caídos en las gestas de la independencia nacional, allí está el cura Estanislao Márquez quien junto a Alejo Martínez Lira están jurando la independencia nacional el 20 de noviembre de 1820. Están los jaujinos deseosos de forjar una Jauja culta y educada en las mejores escuelas de Europa y el país, con Manuel Teodoro del Valle y Jacinto Ibarra a la cabeza, ¿acaso los primeros centros educativos de la república no nacieron en tu seno? Siento a mi lado, el lejano eco de los patriotas caídos en la Guerra con Chile, los comuneros agrupados en la  aguerrida Tropa de Cáceres ensayando feroz resistencia a las arremetidas del invasor chileno. Me absorbe y arroba el corajudo arrojo patriótico de Alipio Ponce Vásquez en el enfrentamiento contra Ecuador y las luchas aéreas de Hilario Valladares en el Cenepa, también en férrea defensa de la patria.

Me conmueve tu aquiescencia y hospitalidad y me abruma el recuerdo noble del legendario País de Jauja, con Edgardo Rivera relatando el  cosmopolitismo de tus calles abigarradas de ingleses, alemanes, italianos, franceses, rumanos, japoneses; muchos en busca de salud en tu beatífico Olavegoya y otros forjando, con su ejemplo, el amor al trabajo y la prosperidad. De solo nombrarte, Jauja mía, me nubla el recuerdo del año 1947 cuando tus barrios bregaban,  en jornadas diarias, con Tayta Pancho y García Frias a la cabeza, habilitando el campo de nuestro aeropuerto donde ahora aterrizan naves de todos los tipos. Me cautiva tu desprendimiento maternal para dar nacimiento a las provincias de Huancayo, Concepción y Satipo.

Hay en ti, mucha historia. Mis afiebrados recuerdos no alcanzan a cubrir toda ella, pero si quiero decirte (y también a tus hijos) que eres mucho más que tunantada. Que tu presencia en nuestras vidas está más allá del carnaval y que, ahora que estamos en un tiempo que llaman “aldea global”, a tus hijos nos aguardan nuevas luchas. Nos aguarda nuevas jornadas para defender nuestro aeropuerto de la intromisión de quienes quieren relegarla a un segundo plano. Nos aguarda la defensa que tenemos que hacer para mantener la intangibilidad de Marancocha-Monobamba, donde la codicia geográfica del vecino nos quiere arrebatar 14,290 hectáreas. Nos aguardan las luchas para ampliar nuestra infraestructura vial y forjar una provincia integrada y de desarrollo armónico. Luchar por la creación de nuestra universidad, por mejorar las condiciones en que se desarrolla el agro. En fin…, a lo Vallejo: “Hay, hermanos, mucho por hacer”.

¡Feliz día, Jauja amada!

PANCHO CARDENAS POST MORTEM

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Darío A. Núñez Sovero

¡Ha muerto un xauxa de aristocrática trascendencia en la vida de nuestro pueblo!

Pancho Cárdenas, la noche de ayer, cerró para siempre el raído estuche donde guardaba, celosamente, su saxofón y, sin miramiento, partió de este mundo en búsqueda de las estrellas más remotas del firmamento para errar eternamente por el cosmos al lado del viejo Erasmo, antiguo compañero de la ruta de sus cuitas y melódicas giras.

Calló, para siempre su voz, siempre serena y dulce, pero dejó (¿en olvido?) los ajados papeles donde, con las destreza de un egregio tunantero, registraba sus incontables inspiraciones en complicados pentagramas que solo él sabía traducir.

En esa ruta sideral, de la que no volverá jamás, olvidó llevarse el magisterio de su ejemplo, dejándonos incontables conductas como asistir, anualmente, a la fiesta de Yauyos con la puntualidad religiosa con la que él sabía hacerlo; recorrer el perímetro de su plaza en abierta y sobria exposición de la prosapia y elegancia del hombre xauxa. La humildad y siempre austera sencillez con la que sabía recibirnos no podrá ser ignorada, la bondad de cada uno de sus gestos serán norte fecundo de la conducta de todos quienes fueron sus seguidores.

El “Centro Jauja”, al que amó tanto, llora inconsolablemente su muerte. Con él se va su historia, sus anécdotas, siempre picantes y punzantes, las correrías que tenía con Erasmo, su entrañable mentor, las tonadas que, obligadamente, se hacían en las vísperas de la gran fiesta. En suma, con él se va parte del estridente espíritu festivo que animaba al conjunto. Es duro aceptarlo, pero Pancho ya partió. Atrás quedamos los que nos resistimos aceptar su dolorosa partida.

¡Pancho Cárdenas, descansa en paz!

El metalenguaje de la Huailigía

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Darío A. Núñez Sovero

En la navidad el mundo entero se conmueve porque le recuerda el advenimiento, hacen más de dos mil años,  del niño Jesús. Esta natural conmoción es mayor en el mundo andino donde cobra ribetes de eclosión, no solo porque le dice al hombre que es posible cambiar al mundo a través del amor, sino también por el mensaje esperanzador que trae para que la humanidad logre la anhelada justicia social en una realidad colmada de egoísmos de todo pelaje y de inequidades alarmantes entre ricos y pobres. Hay, pues, toda una simbología en este hecho, empezando por restar importancia al mundo interno, al ego personal, para abrirse a un mundo externo sediento de reivindicaciones y, sobre todo,  de paz.

Una de las expresiones culturales que mejor resume este júbilo colectivo de la llegada de Jesús al mundo es la huayligía. En ella existen un sinnúmero de elementos simbólicos que subyacen y que, groso modo, comentaré. En primer lugar, se trata de un producto resultado de la fusión de la cultura occidental y la cultura andina, obra grandiosa de la labor evangelizadora de los misioneros que exitosamente difundieron la palabra del cristianismo en un mundo pagano de corte panteísta, en este aspecto, la huayligía constituye una simbiosis de la fusión cultural de ambos mundos.

Como el entorno geográfico del poblador peruano y, en este caso, del habitante de la región central del Perú, es largamente agreste, la presencia de la cordillera andina ha dejado su impronta en el devenir histórico y social de su vida. La huayligía nos recuerda que somos fundamentalmente un país andino, un país que siente el mayor de los respetos por la presencia del macizo andino que recorre Sudamérica marcando el temperamento, vida y costumbres de sus pobladores. Nos recuerda que, otrora, éramos un país agrario y rural que fue abandonado para trocarse en un país urbano que intenta ser semi industrial, de raigambre migrante y sometido a la secuela del centralismo que asfixia a nuestros pueblos. Que la vida se nutre del campo gracias a los pastores y todos los elementos que lo rodean: los vacunos, ovinos, el cielo siempre diáfano y transparente y colmado de rutilantes estrellas, espacio donde el aire es puro y transparente, etc., es decir de aquellos elementos que forman parte del hábitat del nuestras comunidades y pueblos cordilleranos.

Pero, también, la huayligía, además de ser un homenaje al paisaje natural es un homenaje al hombre y mujer andinos en el sentido de que resalta la contagiante alegría de saber que ha llegado su Salvador, el hombre que lo redimirá del pecado guiándolo por los caminos de su redención y arrepentimiento, acercándolo a Dios. Por ello, especialmente las mujeres, se atavían con sus mejores y multicoloridas galas, siendo, de este modo, la mejor ofrenda que le puede dar a su Redentor; la eufonía de los cánticos, la policromía del vestuario, la humildad de un lacónico pesebre y la renuncia de la trenza para soltar sus cabellos en clara indicación del júbilo de su libertad y júbilo, son ingredientes que la hacen típica y contagiaste. He ahí la belleza de esta estampa andina que colma los ojos del visitante y sobretodo de los creyentes. Históricamente, la Huayligía significa la vida anterior de nuestros ancestros, en ella está dormida la vida de nuestros padres y la heredad que  dejaremos quienes nos sucedan. En ella en suma, está la identidad que necesitamos para hermanarnos más cada día. ¡Cuántas cosas más habrían que resaltarse en esta bella tradición de la Huayligía!

Para concluir y en ultra resumidas palabras, quiero afirmar que en nuestra bella danza, materia del presente post, están hermanados el hosanna jubilar de los códigos cristianos y el Kausachum hospitalario del ancestral hombre americano de nuestro suelo.

¿Y LA HUAYLIGIA, LOS NEGRITOS Y EL CORCOVADO?

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Darío A. Núñez Sovero

El estado peruano acaba de reconocer al Carnaval Jaujino como Patrimonio Cultural de la Nación y ello enaltece grandemente a quienes somos sus fervorosos cultores y a toda la nacionalidad xauxa (Clodoaldo Espinoza Bravo diría: enaltece el “eros jaujino”), pues con ello son seis danzas las que han merecido el reconocimiento de patrimonio espiritual de todos los peruanos, a saber: el Carnaval Marqueño, el Carnaval Jaujino, la Tunantada, la Tropa de Cáceres, la Jija y la Pachahuara. Ello, naturalmente, dice mucho del espíritu festivo que arroba al poblador de nuestra querida provincia.

En los meses de Diciembre de cada año, un nuevo sentimiento inunda al hombre de estos pagos, lo envuelve esperanzadoramente al constatar que es el mes de la navidad y, por tanto, del tiempo de realizar la adoración al Mesías, a la llegada del Niño Jesús. Pueblos como Acolla, Paca, Chunán, Yauli, Marco, Parco, Huaripampa, Julcán, Muquiyauyo, Janjaillo, Huertas, Tunanmarca, Ricrán, Muquillanqui, etc., se aprestan fervorosamente a desarrollar la festividad de la Huayligía. Es del caso que, por una serie de razones de movilidad social y a medida que el poblador de Jauja se ha ido desplazando a otros medios, en nuestra ciudad esta celebración ha ido desapareciendo, sino fuese porque, hace más o menos 10 años, un grupo de jóvenes la vienen rescatando, bajo la denominación de “Presencia de Jauja”, lo que ha generado un renovado “renacimiento” de esta costumbre. A este respecto, es bueno decir que la Huayligía es un uso tradicional de Jauja, no podríamos prorratearle ese mérito, menos ese origen. Recuerdo que, de niño, hacia la década del 40 y 50 pasados, las nochebuenas de nuestra ciudad se engalanaban cuando, desde las inmediaciones del Cementerio y con dirección al atrio de la Iglesia Matriz, subía una cuadrilla de bailantes de la huayligía comandada por el señor Francisco Chávez que los jaujinos antiguos deben recordarlo como el panteonero de nuestro cementerio. A su muerte, esta tradición desapareció. Es bueno que nuestras afirmaciones sean confirmadas por otras versiones y a continuación lo pongo en evidencia: en su obra autobiográfica “País de Jauja”, Edgardo Rivera Martínez, afirma, en segunda persona, que la noche del 24 de Diciembre:

“… preferías reservarte para la huayligía. Ese coro danzante, misterioso, que venía desde el pueblo de Santa Ana, en lo más remoto de la noche, y se desplazaba jubiloso por las calles de la ciudad, para ir a bailar al atrio del templo después de la misa”, “… ¿Y bailaban las pallas de Santa Ana, como ahora?”.”No sólo las de Santa Ana, sino también de Julcán y de Molinos” Imaginaste, por un momento, esos conjuntos de muchachas, con los cabellos sueltos, bailando todas en Santa Isabel y en la Plaza de Armas” (p.21).

Imbuido por esa sensibilidad, innata en un literato de los pergaminos de él, Edgardo Martìnez añade en la página 24:

“…Se aproxima ya el conjunto de danzantes. Se escucha el sonido de los pincullos y de las quenas, y el compás marcado por las sonajas de latón del pastor que escolta a las pallas, y por las azucenas que portan las muchachas, como arbolillos de luz y de colores. Te inclinas, con las manos asidas a la baranda, y todo tu ser se absorbe de esa música. Transcurren los minutos. Están ya muy cerca, y en efecto no tarda en pasar por la esquina los grupos de chiquillos que van por delante, y el pastor, luego, con la máscara que apenas si puedes adivinar a la distancia. Las jóvenes, en fin, en dos columnas, todas con los cabellos sueltos. Sus azucenas como ramos sonorosos. Vienen luego los tocadores de pincullos, y el hombre de la tinya, los acompañantes. Cortejo que acaso tampoco celebra el Nacimiento cristiano, sino algo muy diferente. El despertar, quizá, del amaru blanco y del amaru negro, las sierpes aladas que vuelven de su sueño de siglos y emergen en pos de la flor del rocío y de la nieve, la sullawayta…”.

El autor ubica sus relatos hacia el año 1947, lo que nos indica que hacia ese tiempo, todavía la Huayligía era una costumbre que se practicaba anualmente en Jauja. Cuál no sería mayor mi asombro cuando, pergeñando las páginas de la obra, del mismo autor, “Imagen de Jauja”, encuentro en sus interiores que, hacia 1839 y 1840, un viajero suizo, J. J.Tschudi, visitó dos veces, Jauja; a su retorno a Europa, el año 1846 publicó su obra “Reiseskizzen, aus den Jebren” y allí hace un recuento de sus impresiones en nuestra tierra. Especialmente, dice Rivera Martínez, de “ciertas danzas como la Huayligía o los Corcovados, originarias o típicas de Jauja”. Tschudi, escribe, en alemán traducido al español:

“Después del oficio divino, todas la noche recorren las calles conjuntos de muchachas, con sus largos  y negros cabellos sueltos, cayéndoles desordenadamente sobre los pechos y hombros desnudos. En las manos traen una vara, en cuyo extremo hay sujetas cuatro o cinco varillas de ondeantes tirillas de papel. Acompañadas por un arpa, un violín y una flauta, cantan extrañas y hermosas melodías, y bailan marcando el compás con sus varas”. (p. 152).

A este respecto, nuestra Huayligía, es una danza secular que es menester reivindicarla buscando que sea declarada, también,  Patrimonio Cultural de la Nación. Su vigencia es anterior a la Tunantada y al Carnaval Jaujino. Como naturales de esta longeva tierra es nuestro desafío lograrlo. He allí la tarea inmediata.

Nos dice, el mismo Tschudi,  que la  navidad del hombre xauxa estaba alegrada con la huayligía y los negritos. Pues bien, en la traducción que Rivera Martínez logra, veamos qué dice de esta última danza:

“En el mismo día de navidad aparecen los así llamados Negritos. Son indios vestidos con camisas rojas, bordadas ricamente con hilos de oro y plata, y con pantalones blancos, un sombrero con una ondente, negra pluma, , y con una horrorosa máscara negra. En la mano cada uno lleva una calabaza casi completamente cerrada y pintada, dentro de la cual se mueven las semillas, con la que se marca el compás de sus muy melodiosos cantos. Entre cuatro y cuatro bailan las danzas de los negros de Guinea, imitando en sus movimientos y en lenguaje a esa raza muy despreciada por ellos. Durante tres días con sus noches recorren las calles, entran a casi todas las casas pidiendo aguardiente y chicha, lo que en efecto se les da, pues de otro modo se vengarían con hirientes injurias” (p.153).

Los negritos, constituyen una danza que está inscrita en el patrimonio de los xauxas, ella no puede permanecer en el limbo de nuestra indiferencia. Fundamentar su incorporación al patrimonio del país es otra de las acciones pendientes de los amantes de Jauja y sus tradiciones.

He querido reservar para, el final, el tema del Corcovado. En la obra “Imagen de Jauja” ya citada, existe la referencia de Tschudi, quien alude que esta danza se bailaba en Jauja  en el año nuevo y hoy lo advertimos desplazado a los distritos de Ataura, Yauli, Julcán, Huertas, etc. Sobre este tema, leamos lo que en su mismo libro ha escrito el autor suizo:

“En el día de Año Nuevo se realiza otra forma de exhibición. Desde muy temprano se anuncian los Corcovados. Cubiertos con gruesos vestidos de lana, con un viejo sombrero de vicuña en la cabeza, una cola de caballo en la nuca, puesta una cómica máscara con una larga barba, y calzando enormes botas, acompañados con una música en extremo ridícula, montan sobre largos palos. Todo lo que acontece, a lo largo del año, en las diferentes familias, es cantado por ellos delante de las casas correspondientes, en canciones en quechua; les dan abundante material sobretodo, las disputas conyugales, y no dejan de presentarlas, en sus cantos, de la manera más cómica posible. Esta diversión dura dos días y acaba con borracheras y a menudo con asesinatos, pues cada vez que se encuentran dos conjuntos de Corcovados, de los cuales uno ridiculiza algo de los componentes del otro, se produce un encuentro temible y sangriento, en el cual se utilizan como armas los largos bastones en que cabalgan” (pp. 154-155).

Es de concluir, entonces, que el patrimonio costumbrista de Jauja tiene una riqueza insospechada, reconocida por propios y extraños. El trabajo de incorporarlos al patrimonio de nuestra nación será una tarea que aguarda de parte de quienes tienen que ver con la cultura, ancestral y reconocida, de nuestra querida tierra de Jauja.

A propósito del reconocimiento del Carnaval Jaujino como Patrimonio Cultural de la Nación

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Darío A. Núñez Sovero

El gobierno acaba de publicar, con fecha 15 del mes en curso, la Resolución Viceministerial Nº 214-2018-VMPCIC-MC por la cual Declara Patrimonio Cultural de la Nación al Carnaval Jaujino de la Provincia de Jauja, departamento de Junín. Con este documento, el estado peruano, le da carta de ciudadanía a “una de las manifestaciones culturales más representativas de la ciudad y la provincia de Jauja”. Los jaujinos, alborozados, no podemos menos que alegrarnos que una de nuestras expresiones del espíritu xauxa merezca el reconocimiento de nuestra nación, con lo cual se cierra y a la vez se inician nuevas aventuras para que el rico acervo patrimonial que existe a lo largo y ancho de nuestra provincia tenga el lugar expectante que merece.

Una atenta lectura de la extensa resolución antedicha, nos mueve a hacer algunos comentarios relevantes. Nuestra añeja costumbre, en primer lugar, tendrá que ser observada o cumplida tal y como reza la exposición de los considerandos, pues, de no hacerlo se corre el riesgo que luego de cinco años que deberá hacerse, por parte del Ministerio de Cultura, “un informe detallado sobre el estado de la expresión declarada…”, con lo cual, cualquier distorsión acarrearía riesgos que son difíciles de precisar. Y los riesgos que me aventuro a comentar están reiterándose tanto que es menester corregir para responder eficientemente al espíritu de la norma.

En segundo lugar, se dice que la fiesta, en su primer día, se inicia cuando el padrino recibe a la comitiva de varones del barrio e invitados para brindarles el desayuno que le otorgue la fortaleza necesaria para derribar y cargar, luego, el árbol. Es del caso que esto se está distorsionando por cuanto, ahora, a este desayuno asisten indebidamente damas y aún niños. Las damas tienen otro protocolo que debe ser observado por la madrina y no deben “entrometerse” en el de los varones. Ya en el mismo campo, alegra saber que la costumbre del “manshu” (castigo con aguardiente para los que no tienen la indumentaria de rigor) ya tiene reconocimiento oficial, todos los padrinos y asistentes estaremos en la obligación de ejercer su cumplimiento. Por el lado de la madrina, también se oficializa el “Shacteo”, que es la comida a manera de almuerzo que ella ofrece a los asistentes sobre la base de la shacta (a base de arveja molida con maní y acompañada con hilachas de carne, queso untado con aji amarillo y cancha). Esto es importante por cuando hacen pocos años que algunas madrinas han optado por la comodidad de entregar “tapers” con pedazos de pollo o carapulcra, lo que, naturalmente, desnaturaliza la tradición. La indumentaria, por demás vistosa y elegante en el segundo día de fiesta es de estricto cumplimiento, tanto por el varón como por su pareja; es menester resaltarlo por cuanto, especialmente, las casas dedicadas al alquiler de ropa de cortamonte, son los primeros en desacatar la norma, lo cual debe superarse. Saber que debe ser de tres colores, en el caso de las damas, y de colores o tonos graves nada estridentes, le otorgará mayor formalidad a nuestra tradición.

He querido mencionar sólo algunos de los aspectos que considero que están contemplados en la resolución materia del presente post y, ligeramente, quiero señalar algunos vacíos. No se menciona la existencia de lo que en el barrio La Libertad se conoce como el Alto Comando, que está integrado por dos o tres respetables cobarrianos que se encargan de todo el aspecto disciplinario: cumplimiento del horario de fiesta, administración de los “manshus”, administrar los agasajos, etc. Tarea menuda que actualmente se deja para los de mayor entusiasmo. Por otro lado, si bien el municipio ya se adelantó en establecer un reglamento de la fiesta, es conveniente otorgarle a éste mayores funciones de fiscalización.

Pese a lo comentado nos sentiremos halagados de saber que todos los jaujinos estamos obligados a dar cumplimiento fiel de todo lo establecido en la norma materia de los presentes comentarios, norma que ha sido promovida, tramitada y fundamentada por la presente gestión municipal a quien saludamos por este importante paso que fortalece nuestra identidad.