Guatemala: El cuco del partido indígena

¿Es Winaq perjudicial para la democracia?

Por: Gustavo Berganza

¿Está obligado el movimiento Winaq a incluir ladinos en sus filas? ¿Es perjudicial para la democracia que Rigoberta Menchú se proclame candidata de los indígenas? ¿Deben ser en Guatemala los partidos políticos lo suficientemente amplios como para representar a todos los sectores de nuestra sociedad? Estas son algunas de las preguntas que ha generado la eventual postulación de Menchú para la Presidencia y surgen a raíz de su intención de impulsar un partido con dirigencia, militancia y finalidades fundamentalmente indígenas.

En la crítica hacia el carácter étnico que los dirigentes de Winaq quieren darle a su movimiento político se traslucen los ancestrales resquemores que genera la amenaza a un statu quo en donde los indígenas han sido desde la Conquista el grupo subalterno. Pero además, esa crítica evidencia los limitados alcances que algunos observadores tienen respecto a la comprensión de la democracia como sistema.

El sistema democrático tiene la particularidad de albergar dos subsistemas complementarios, y que no necesariamente funcionan siempre de manera armónica y simultánea. El primero de ellos se funda en una concepción dialógica, que estimula el intercambio de ideas con la intención de construir, gracias a ese enfrentamiento entre maneras distintas de ver la realidad, una visión que las englobe a todas o, en su defecto, se decante por una de las propuestas y descarte las otras, en el entendido que ese proceso de síntesis o de elección será aceptado por todos.

Pero también la democracia implica una concepción sociológica, que reconoce la existencia de grupos distintos con intereses diversos, a los cuales el sistema les ofrece la oportunidad de competir por el poder. Si tuviéramos que atenernos a la idea de la inclusión total, esa falacia que impulsan los detractores de Winaq y Menchú para descalificarlos, no habría necesidad de elecciones, porque un solo partido englobaría las aspiraciones de la sociedad. El modelo que existe en Cuba, China y la mayoría de países del Medio Oriente recurre precisamente a la ficción del partido total para descalificar y obstaculizar el surgimiento de otras organizaciones políticas.

La práctica política muestra que una cosa es pelear una elección y otra es gobernar. Como ya se ha comprobado en nuestra historia reciente, ningún partido cuenta con el número de militantes para poder llenar todos los puestos claves del gobierno. Esto ha hecho que los ganadores deban recurrir a militantes de otros partidos o a personas independientes, porque de otra manera no podrían administrar el país.

En ese sentido, quienes ven en Winaq y Menchú al cuco, pueden estar tranquilos, dado que si ambos llegan al poder no tendrán más opción que requerir la participación de otros sectores. No olvidemos que es a la hora de gobernar cuando el subsistema dialógico demuestra ser de gran utilidad.

Fuente: http://www.elperiodico.com.gt

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