Después de la vorágine de la juventud que tomó las calles, avenidas y plazas del Perú las últimas semanas; y que, muy articuladamente y con inteligencia, hicieron retroceder a una mutable y deprimente clase política, promoviendo el cambio institucional, sembrando en el camino, mártires por la democracia que la historia nacional nunca olvidará; hay un sueño republicano que no se consolida aún, como sociedad ideal de nuestros libertarios.

Los diferentes regímenes políticos del Perú desde la alborada republicana independiente de 1821, cuya frustrada relación con los sistemas de gobierno sucedidos desde entonces, están vinculados con la titularidad y la forma que se maneja el aparato del Estado; habiéndose puesto en evidencia, ahora en el Siglo XXI, un serio cuestionamiento del sistema vigente, por el mal manejo, asalto y secuestro de algunas instituciones tutelares.

Han transcurrido 27 años de la Constitución Peruana en su última versión -como la decimo segunda Carta Magna-, y 199 años desde que se fundara la República; donde el sueño por conseguirla, aún es una utopía nacional.

Pareciera que el sistema de gobierno ha colapsado, no porque este sea inconsistente a nuestra realidad o porque, quienes nos representaron en el aparato estatal, equivocaron el rumbo de la República en casi 200 años.  Lo cierto es, que el contrapeso entre la división y separación de poderes, la cesión y delegación mixta de facultades de un sistema presidencial y parlamentario a la vez; demanda, hoy en día, una urgente revisión constitucional integral.

J. J. Rousseau, argumentaba que el hombre es bueno por naturaleza, y que más bien era la sociedad la que forzadamente le corrompe; naturalmente, en el Perú de las últimas décadas, la alusión de esa naturaleza humana, se perdió, como la esperanza de una República verdadera, en la que la voluntad general del pueblo, honradamente debió primar. Sin duda. La idea roussoniana, como contrato social, entre aquella voluntad general y el Estado, para alcanzar no sólo el bienestar general, como ideal; sino y sobretodo lo que J. Locke propugnaba, como un Estado de perfecta libertad e igualdad, hoy, es innegable su cuestionamiento y ha sido la Generación del Bicentenario, la que vuelve a poner en relieve la necesidad de una reforma constitucional integral.

Sin duda, el último principal instrumento jurídico y político que el Perú tiene ya casi por tres décadas, ha decaído en los aportes que de ella se esperaba para la institucionalidad democrática y la República que forjaron los fundadores de la Independencia en 1821; y hoy, aún sigue siendo un sueño y más que ello, en las últimas semanas, se convirtió en pesadilla nacional.

Con mucha razón, los jóvenes ciudadanos del Bicentenario, han interiorizado la relevancia de un cambio constitucional integral, porque es ya insostenible los alcances que la actual Constitución Política del Perú, de sus instituciones, facultades y atribuciones, que con el correr de 27 años de vida, se tergiversaron y desnaturalizaron.  La respuesta correctiva a esta realidad, no podría ser la de urgentes reformas constitucionales en un periodo de transición democrática como el actual; menos, a merced de una representación parlamentaria tan deslegitimada en el Perú de hoy.

Urge entonces, ampliar la convocatoria de Elecciones Generales del 2021, y del proceso electoral que lo conduce y del marco reglamentario propio, con una convocatoria adicional a la primera, de Elecciones de Asamblea Constituyente 2021, cuyo sufragio universal, libre y secreto, debería coincidir con el ya programado para el 11 de abril del próximo año.

El texto constitucional vigente del Perú, demanda cambios sustanciales, por cuya naturaleza para su debate y discusión, debería instalarse también el 28 de julio del 2021, una nueva Asamblea Constituyente, en el recinto de lo fue el ex Senado de la República; y sobre la base de la Constitución histórica del Perú y las diferentes iniciativas legislativas de reforma constitucional, y de proyectos completos de modificación ya existentes; debatir y aprobar un texto legítimo para la República que se anhela en el Perú Bicentenario.

La nueva propuesta constitucional que apruebe la Asamblea Constituyente, en el lapso no mayor de un año, debería someterse al escrutinio de la voluntad general de los ciudadanos, en un referéndum que respalde y legitime el nuevo texto; y que, previamente, se promueva de forma externa al recinto de los constituyentes, un amplio y nacional debate con todos los medios tecnológicos que ahora se tiene acceso, de forma tal que se forme conciencia sobre la discusión del texto de la nueva Constitución que la República exige para después de su Bicentenario; sin que ello signifique seguir polarizando más a la población nacional, que ya suficiente se ha evidenciado con una clase política, que muy escasamente, la misma población se ve representada.

El nuevo texto constitucional, tiene muchos componentes por replantear, desde mantener un régimen económico estable, hasta salvaguardar la institucionalidad del Estado y la defensa de la Nación. Cambios como la bicameralidad parlamentaria, la nulidad de la inmunidad parlamentaria, el antejuicio político y las prerrogativas para los más altos funcionarios de la República, los requisitos mínimos para acceder a un cargo de elección popular en el Parlamento, la renovación por tercios de sus Representantes, las relaciones del Ejecutivo con el Legislativo, la elección popular de los Jueces en todos sus niveles y de los titulares de los órganos constitucionales autónomos como el Tribunal Constitucional y el Defensor del Pueblo, la descentralización de la Corte Suprema de la República, la defensa de la biodiversidad nacional, la erradicación de todo ápice de corrupción y la garantía de salud y educación universal de calidad y gratuita, en todos los niveles y para todo el país, tan igual como las mejores condiciones de trabajo dignificante.

Una nueva Constitución, no resolverá los problemas que actualmente se confronta en el Perú; pero sin duda, será el mejor recurso que demanda la consolidación de la República y que ésta no sea una quimera de 200 años.

Es inconcebible perder más tiempo, por la miseria política de unos cuantos que esperan cobrar una vida más en el Perú, para recién reaccionar. La indignación generacional actual, debe abrir paso rumbo a una verdadera República, como la que siguen soñando todos, contra el oprobio de clases dominantes erradas y vergonzantes; ensalzando al Perú como posibilidad siempre, como la reflexión inmortal que el gran amauta e historiador peruano Jorge Basadre sentenció en 1931: “Quiénes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quiénes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero también felizmente, posibilidad”.

 

(*)   Director Ejecutivo de la Fundación Internacional para la Sostenibilidad Ambiental y Territorial FISAT; académico e investigador.

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