DRUNK: Cómo bebimos, bailamos y tropezamos en nuestro camino hacia la civilización

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Abundantes libros se han escrito sobre la historia del alcohol y otros intoxicantes, pero muy poco sobre ese gusto extraño que tenemos los humanos por el alcohol. Sobre todo, teniendo en cuenta todos los inconvenientes que tendría su consumo: enfermedades hepáticas, accidentes por conducir ebrio y dependencia del alcohol. Beber alcohol sugiere introducir una toxina dañina para el cuerpo humano, nuestro cuerpo esta diseñado para detectar esa amenaza y expulsar esta toxina dañina lo antes posible.  Teniendo todo ello en cuenta ¿Por qué a los humanos todavía nos gusta beber Alcohol?, acaso no somos la especie más racional del planeta, ¡¡¡que desconcertante!!!

El libro del profesor Edward Slingerland,  “Drunk: How We Sipped, Danced, and Stumbled Our Way to Civilization” brinda una respuesta a esta interrogante,  explora  las teorías existentes que tienen como principal argumento, que nuestro amor por el alcohol podría ser un accidente genético, y/o puede haber sido útil para nuestros ancestros primates en algún momento, pero simplemente no hemos evolucionado para evitarlo tan rápido como nos adaptamos a que nos gusten sus efectos “alegres”, y que en algún momento de la evolución lo haremos. Slingerland pone en duda estas teorías y plantea su argumento:

A diferencia de los chimpancés y otras criaturas, los humanos nos adaptamos a un “nicho ecológico” único, por lo que no necesitamos garras afiladas ni dientes desgarradores para recolectar alimentos. Nuestra capacidad de prosperar no se debe a un individualismo fuerte, sino que está relacionada con la cultura: nuestra capacidad de confiar unos en otros, cooperar, encontrar soluciones creativas y aprovechar el conocimiento acumulado de generaciones anteriores y otras personas, Y para ayudar a construir vínculos culturales cruciales, constructivos con otras personas… ¿Qué tal si salimos a tomar algo?

Al igual que el profesor Yuval Noah Harari,  el profesor Slingerland tiene como argumento central en este libro la Cooperación y la creatividad. Para sobrevivir y prosperar, los humanos necesitan ser creativos y cooperativos, de hecho, esa es la clave como se ha construido nuestra civilización, y el alcohol ha tenido un papel invisible en este proceso, pues viene al rescate principalmente a través de la supresión de las funciones de la corteza prefrontal del cerebro PFC, la parte que es el “centro de control cognitivo y comportamiento dirigido a objetivos” que tarda más de veinte años en desarrollarse por completo. Si bien la mayoría de las veces el PFC es la clave del éxito de la humanidad, desconectarlo para mejorar el estado de ánimo durante unas horas en ocasiones es extremadamente útil: nos ayuda a hacer asociaciones libres creativas “escribir borracho, editar sobrio” -Alfredo Bryce Echenique nos podría dar su testimonio –  y particularmente en la construcción de vínculos y confianza con los demás para fomentar la cooperación, entre personas, naciones, culturas etc.

A lo largo de la historia los humanos hemos utilizado diferentes intoxicantes, pero siempre hemos preferido  el alcohol, confiriéndole un estatus especial, por ejemplo, las diferentes culturas alrededor del mundo a veces se definen en términos de una bebida alcohólica especifica – Vino en el caso de los Franceses, Cerveza en el caso de los Bávaros, Vodka en el caso de los Rusos y en nuestro caso los Incas con su Chicha. Como el antropólogo Thomas Wilson alguna vez lo anotó, “Quizás en la mayoría de las sociedades, tomar alcohol es una práctica social clave en la expresión de su identidad como un elemento en la construcción de naciones, culturas y/o religiones.” Slingerland afirma que nuestra preferencia por el alcohol en lugar de otras opciones es porque beber una copa de vino es facil, no es necesario comprometerse con una experiencia extracorpórea alucinante de 12 horas, y es relativamente fácil controlar la dosificación.

En el libro se cita una gran cantidad de investigaciones en campos que incluyen historia, antropología, biología, medicina y demás para mostrar que el alcohol es “La herramienta química que permitió a los humanos escapar de los límites impuestos por nuestra naturaleza de simios y crear niveles sociales de cooperación similares a los de los insectos”.

Por supuesto, el alcohol no es una droga perfecta para mejorar el rendimiento. El libro tiene un capítulo específico donde se revisa las desventajas del alcohol. Slingerland afirma que los aspectos negativos del alcohol para la salud se ven amplificados por las el desarrollo de licores de alta graduación y el consumo fuera de las ocasiones sociales; también conocido como “destilación y aislamiento” que “puede cambiar fundamentalmente el equilibrio del alcohol entre la utilidad y el daño”. Por ello en lugar de elegir un destilado con alta graduación alcohólica, siempre recomiendo elegir una chelita, más saludable.

En general, el libro nos pide que consideremos que el alcohol sigue desempeñando importantes funciones individuales y sociales, cuyo valor debe sopesarse frente a los riesgos para la salud más evidentes. Es una lectura estimulante fuera de lo común. Es un buen tema de conversación y discusión, creo que es una investigación muy bien documentada. Ojalá puedan leer el libro para reunirnos y debatirlo, con unas cervezas, por supuesto.

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