EXTERNALIDADES NEGATIVAS E IMPUESTOS: DEBATE SOBRE LA COMIDA CHATARRA

El alcohol y el cigarro son productos usualmente gravados con altos impuestos. Esto ocurre debido a que la teoría económica reconoce que el precio de dichos productos no refleja el verdadero costo social de su consumo. Así, un impuesto pigouviano es colocado para contrarrestar la externalidades causadas por estos tanto en los consumidores como en la sociedad.

En ese sentido, los países desarrollados han empezado a considerar la opción de elevar la carga tributaria de la comida baja en nutrientes y alta en grasas saturadas y carbohidratos, denominada también “comida chatarra”, como una forma de aliviar el déficit público y a su vez combatir la obesidad [1]. Si se aplica con éxito en el caso del tabaco o el alcohol, ¿por qué no gravar a la “comida chatarra” y mejorar la forma en que los consumidores toman decisiones sobre su alimentación?

Como respuesta, durante el primer semestre de este año se han publicado interesantes estudios que debaten al respecto. Así, Engelhard, Garson y Dorn (Julio de 2009) [2] colocan a la “comida chatarra” como una de las principales causas de la obesidad, con consecuencias directas en la economía a través de una baja en la productividad por trabajador y en un incremento de los costos por atención médica. Estiman que para Estados Unidos los costos médicos de un obeso son 700 dólares más altos que los costos de una persona delgada.

Sin embargo, Yaniv, Rosin y Tobol [3] argumentan que la implementación de impuestos a la “comida chatarra” posee falencias técnicas. Por ejemplo, existe demasiada discrecionalidad al decidir qué productos deben ser considerados dentro del referido impuesto. Una hamburguesa tiene elevados niveles de grasa, pero además proteínas y calorías necesarias para el organismo. Además, y a diferencia del caso del cigarro o el alcohol, el consumo de “comida chatarra” no produce una externalidad negativa directa sobre el bienestar de otra persona que no sea el propio individuo. Por ende, se deben ponderar los resultados de dichos estudios a mayor profundidad antes de iniciar la implementación medidas tributarias que afecten directamente la decisión de compra de los consumidores.

[1] Un individuo es clasificado como obeso sobre la base de su índice de masa corporal (IMC), el cual muestra la relación entre el peso y la altura como un indicador de la grasa corporal. Un adulto es clasificado como “en sobrepeso” si su IMC está entre 25 y 25.9. Si su IMC es mayor a 30 es clasificado como obeso.
[2] ENGELHARD, Carolin; GARSON Arthur; DORN Stan “Reducing obesity: Policy strategies from the tobacco wars”, Urban Institute. Julio de 2009.
[3] YANIV, Gideon; ROSIN Odelia; TOBOL Yossef. “Junk-food, home cooking, physical activity and obesity: The effect of the fat tax and the thin subsidy”. Journal of Public Economics. Junio de 2009.

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