Una Sonrisa..la puerta al mundo

Sonreir. Se trata de un acto sencillo, pero a veces toma mucho esfuerzo. Una sonrisa puede hacer que se derrita un corazón y se reduzcan las distancias. ¿Por qué no sonreimos más a menudo? ¿Es demasiado difícil sonreír? La respuesta está en nuestra actitud hacia la vida. Si somos más receptivos hacia las situaciones que nos rodean vamos a ser capaces de sonreír con más facilidad. Recuerda que si olvidamos colocarnos una sonrisa sincera nuestro aspecto estará incompleto. He aquí algunas citas interesantes:

Phyllis Diller
Una sonrisa es la curva que nos hace ver las cosas rectas.

Charles Gordy
Una sonrisa es la forma más barata de cambiar nuestro aspecto.

Anónimo
Una sonrisa es la luz en la ventana de nuestro rostro y señala a la gente “que estamos en casa”.

Max Eastman
La sonrisa es una bienvenida universal.

William Arthur Ward
Una cálida sonrisa es el idioma universal de la bondad.

John Ray
La belleza es poder, una sonrisa es su espada.

Thich Nhat Hanh
A causa de tu sonrisa, la vida se hace más hermosa.

Jim Beggs
Antes de fruncir el ceño, asegurate de que no haya sonrisas disponibles.

Mae West
No llores por un hombre que te ha dejado, el siguiente puede caer con tu sonrisa.

Madre Teresa
Cada vez que sonríes a alguien, es un acto de amor, un regalo para esa persona, una cosa hermosa.

Anónimo
Todo el mundo sonríe en el mismo idioma.

George Carlin
Si un hombre sonríe todo el tiempo, es probable que lo que te vende no esté funcionando.

Anónimo
Si no tienes una sonrisa entonces te doy una de las mías.

Andy RooneySi sonríes cuando no hay nadie alrededor, realmente lo vale.

Anónimo
Toma diecisiete músculos para sonreír y cuarenta y tres para fruncir el ceño.

Madre Teresa
Encontrémonos siempre con una sonrisa, la sonrisa es el comienzo del amor.

Lee Mildon
La gente rara vez nota una ropa vieja si nos ponemos una gran sonrisa en el rostro.

Anónimo
La sonrisa es contagiosa,
Puedes contraerla como la gripe.
Alguien me sonrió hoy,
Y empecé a sonreír también.

Anónimo
El mundo siempre se ve más brillante detrás de una sonrisa.

Leo Buscaglia
Con demasiada frecuencia subestimamos el poder de una caricia, una sonrisa, una palabra amable, un oído atento, un elogio honesto, o el más pequeño acto de cariño, todos los cuales tienen el potencial de cambiar una vida.

George Eliot
Lleva una sonrisa y tendrás amigos,frunce el ceño y tendrás arrugas.

Anónimo
Lleva una sonrisa. Cae bien con todo lo que lleves puesto.

Mark Twain
Las arrugas sólo deberían indicar lo mucho que hemos sonreido.

Martin Charnin
Uno nunca está completamente vestido sin una sonrisa.

En: http://quotations.about.com/od/funnyquotes/a/smile.htm Leer más

La Tunera y la Naranjera al otro lado de la Frontera

Ir a comprar los domingos era una experiencia total. No era como la típica visita a un gigantesco Mall o un hipermercado de capitales chilenos. Mas bien íbamos a otras tierras, y literalmente cruzábamos la línea para estar del otro lado.

Bajar del bus tomando una deliciosa Simba helada sabor piña y caminar unos metros de vía fangosa con hoyos de aguas estancadas era el preámbulo de la aventura. Frente a nosotros estaba erigido un puente internacional, y debajo de este, unas aguas verdes que reposaban inmóviles por años bajo el calor ecuatorial.

Ese puente se había cerrado varias veces, la última allá por 1995, separando dos tierras, dos culturas, dos formas de ver la vida iguales y distintas a la vez. Estabamos pues, con un pie en Perú y otro en Ecuador, la frontera no natural.

El lado peruano se caracterizaba  por sus puestitos de venta de tres por dos metros cuadrados, construidos, a lo mucho, con madera o caña brava y techitos de plástico azul o calamina. En ellos, algunos lugareños expendían asas de olla, implementos para bicicletas (cadenas, timbres y manubrios), ropa medio monse (que, no lo niego, una vez compré) así como otros artículos sin importancia; inclusive se ofrecían servicios de limpia y curanderismo, ejercidos por el principal chamán y gran maestro amarrapies Charuma Lumazán. La parte peruana era, en resumen, un terreno pobremente pavimentado, simple y desértico con caminos de tierra sucios con huecos llenos de agua sucia y adornados con algarrobos, matas y arbustos secos aleatoriamente.

El cielo estaba despejado y se podía apreciar ese color celeste tropical sobre un agrietado suelo que clamaba a gritos por la llegada de las lluvias de verano. La vista me recordaba que el ser humano podía adaptarse a todo clima y toda condición.

Al lado izquierdo de la carretera Panamericana (mirando hacia el norte), mucho más allá de donde se asentaban estos precarios puestos que describí, se puede constatar la existencia de algunas arroceras, playas vírgenes y manglares paradisíacos.

“Vendedora de frutas”. Un retazo de la Lima que conoció Juan de Arona. Acuarela del Pintor mulato Pancho Fierro (1807 – 1879). Ilustración tomada del portal Amerique Latine.com (Francia). Comparen esto contra un edificio de estilo Gamarra en Huaquillas.

Por otro lado, la parte ecuatoriana, en vergonzosa comparación con el lado peruano, era la demostración concreta de que las fronteras vivas eran una política limítrofe que el gobierno en Quito se tomaba muy en serio. Las altas edificaciones que se asentaban en Huaquillas demostraban altura, concreción, fuerza, madurez y, obvio, mayor desarrollo. Inclusive llegué a sentir que me sentía del lado equivocado del mapa. Sin embargo, al probar la comida del lugar: pinchos con hot dogs anaranjados, cebiche caliente con ketchup y hartas frituras con carne de dudosa procedencia con un salado que te mataba la lengua, quería retornar corriendo a un rico restaurante de mi precario pero variado país.

Huaquillas: Tiene de todo y a gusto del cliente: gas, zapatillas, relojes, todo tipo de ropa, radios, televisores de última generación, medicinas, instrumentos musicales, botes, SUV’s, mototaxis, artículos de cocina, armas, motocicletas, golosinas, comida, etc. Todo se podía encontrar ahí y a un precio más bajo que en mi querido Perú. El amor por mi país yo lo podría traducir en una relación masoquista que, sin embargo, tenía que valorar como si fuera lo máximo y lo último de este mundo a pesar de sus falencias y atrasos: Perú, era el lugar donde yo nací.

Una linda chica de ojos verdes, muy blanca y de cabello castaño nos ofrecía tunas y “bananos”. Yo le quería hablar pero ella solo se dirigía a mi madre. Llevaba poca ropa puesta debido al intenso calor. Ella hablaba y caminada totalmente despreocupada frente a la mirada intrusiva de todos aquellos hombres que pasaban por ahí dos, tres, o cuatro veces bajo la excusa de haberse “olvidado de comprar algo por ahí”.

La tropical vendedora le decía a mi progenitora, sin pelos en la lengua, lo guapo que yo le parecía (todo por vender). Ella vestía un perturbador short blanco con los pantylines a la vista, y un diminuto y revelador polo de tiras color amarillo con los que se podía ver más allá de lo evidente. Su sinuosa figura se protegía de los rayos del sol bajo la protección de una fresca sombrilla de tonos naranjas. Su preciosa sonrisa y alineados dientes conjugaban perfectamente con aquellas cejas de color castaño que se arqueaban al soltar alguna frasecita con tono pícaro.

– “Suegra, cómpreme unas tunitas pues”– le decía ella con un dejo muy parecido al de las peruanas de la sierra de Cajamarca.
– “A cuánto está el kilo” – le preguntaba mi madre sonriendo.
– “La libra se la dejo a 2 soles (en ese tiempo soles y sucres convivían), ¿que dices suegrita?” – yo estaba sonriente por su sonrisa.
– “Dame 3 libras” – decía mi madre, sin la más mínima idea de lo que le iban a pesar pues para ella era lo mismo que kilos.
– “Gracias suegrita” dijo ella con una media sonrisa tal vez de satisfacción por una buena venta y la otra tal vez por no poder hacer realidad lo de “la suegrita”.
– “Chau, esta guapo su hijo suegrita!” – una guiñada de ojos mas su sonrisa y un arqueo de cejas, y mi mente volaba: linda, Ecuador, hijos, países, guerra, campo, vacas, calor, ropa pequeña, ropa chiquita, nada de ropa, más calor, hermanos, padres, vida, pan, comida, ceviche, ketchup, comercio, caliente, calor y más calor. Mi mente volaba de pensar en una vida con una chica así. Bah! Lo que hace el calor!.

Caminando unas cuadras más allá, encontré a la chica de las naranjas que podía reconocer a los peruanos:

– “Hola amiguito, llévese estas naranjas para Perú”.

La naranjera supo reconocerme, me sonreía muy coqueta. Yo le devolvía el gesto tímidamente (obvio, 15 años e influenciado por el estupido cine de Hollywood que inculcaba la timidez e inseguridad en los púberes. Maldito Soft Power). Me hubiera gustado dirigirme hacia ella, saludarla, presentarme, decirle mi nombre, preguntarle dónde vivía y que me gustaría salir con ella algún día más adelante.

Bueno, yo caminaba por ahí mientras mi madre preguntaba en una tienda de más allá por golosinas en combos “dos por uno” que venían en unos recipientes gigantes que contenían muchas bolitas de chocolate envueltas en papel aluminio asemejando una pelota de fútbol. Mi misión asignada era encontrar unas cajas metálicas con cremosas galletas surtidas marca “el pelado”. Yo ya me había ofrecido a conseguirlas en caso ella no pudiera, sin embargo, me quedé ahí atollado, adormecido, atontado.

La naranjera me seguía con la mirada. Sonreía. Era muy guapa: cabello lacio de color negro, rostro fino, piel cobriza, cuerpo atlético. Un tank de tiras amarillo y su transparente lycra roja dejaban poco para la imaginación de quienes pasaban por ahí, un detalle era que no llevaba puesto brassiere. Sus pezones “asaltaban” nuestras miradas (“hands up!”, right?). El otro detalle, ella llevaba una tanga con encajes marcándose lo …. en fin, se dejaba notar todo, no se si a propósito para jalar clientes o candidamente, tal vez lo primero.

Me sorprendí porque era la primera vez que veía una chica como ella, con esas facciones, vestida así, y que me sonreía de esa manera. De cuerpo se parecía mucho a una actríz de apellido Sage. De rostro era igualita a Roselyn Sánchez.

Ella, parada sobre un cerro de vitamina C, se volteaba provocadora, llevando y trayendo limones y recogiendo algunas naranjas de aquí para allá, de allá para acá. Su silueta roja bajo la sombra de un toldo rojo contrastaba entre el anaranjado y el verde de algunos cítricos a la luz de un sol implacable y cuyos reflejos la iluminaban mágicamente desde abajo. Simplemente mágico.

Contemplarla era como estar frente a un altar hindú lleno de colores: la diosa de los cítricos sosteniendo naranjas y limones en cada mano. No le hablé nunca, sólo le contesté la sonrisa. Toc, toc!..Ya eran las 4:00 p.m., hora de retornar.

Naranjas: una mezcla entre Roselyn Sanchez con actitud de Adriana Sage

Ya en el bus de retorno, cuyo techo estaría cargado con 20 o 30 balones de gas informalmente recargados, me senté al lado de la ventana. Conforme el bus avanzaba, yo miraba el desértico llano lleno de algarrobos, arbustos y pastos secos. Pensé en aquéllas chicas que tuve la suerte de conocer y admirar ese día. Pensaba y la fluidez de mi mente se diluía en un sueño al ritmo de una puesta de sol de tonos anaranjado y rojo. Naranjas, no compré ninguna ese día.

Si fuera mayor probablemente hubiera hecho muchas cosas más. Probablemente le hubiera caído a la naranjera y después hubiera sido atacado por algún novio o marido celoso y luego tirado abajo del puente de Aguas Verdes casi moribundo por ser tan atrevido. Mi idea era no hacer tonterías en esas tempranas épocas de mi vida, ya habrá tiempo me decía a mi mismo. Como dicen por allá: “tenía los huevos chiquitos” y aún no conocía las vicisitudes de lo que era tener una enamorada de verdad o “de pasada” si fuera el caso de la tunera y la narajera al otro lado de la frontera.