Kurdistán: un pueblo sin Estado, por Francisco Miró Quesada R.

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Referirse al Kurdistán es como referirse a la llamada nación Aymará cuyos miembros se encuentran esparcidos por los territorios de Argentina, Bolivia, Perú y parte del norte de Chile y que fueron parte del denominado Collasuyo durante la era del imperio incaico.

Ha surgido en el Kurdistán, territorio situado entre Siria, Turquía, Iraq e Irán, un movimiento anarquista que pretende institucionalizar el socialismo libertario. Opera en el oriente del Kurdistán. Como se sabe, Siria y Turquía están en conflicto por esta región, donde los kurdos son la fuerza de choque contra el brutal Estado Islámico. También, como se sabe, existe un movimiento independentista en contra de las pretensiones turcas y sirias.

En este contexto, surge el Partido por la Vida Libre, agrupación que ha expandido su ideología anarquista. Se define como una “sociedad ecológica, democrática y de igualdad de género”.

Sus ideas, prácticas e instituciones se resumen en el concepto de “autonomía democrática y confederalismo democrático”. En el fondo seguidores de Pierre-Joseph Proudhon, considerado el padre del anarquismo, aunque también se dice fue Jean-Jacques Rousseau, por sus conceptos sobre la propiedad. “La propiedad es un robo”, decía el primero de los citados; para el segundo, la propiedad privada es la causa de la desigualdad.

El anarquismo (palabra de origen griego que significa ‘sin gobierno’), utilizado varias veces por Platón y Aristóteles, es una creación de la racionalidad política occidental que ahora anida en el Kurdistán con posibilidad de expandirse por algunas regiones de Mesopotamia y la antigua Anatolia, hoy Turquía.

La autonomía democrática y el confederalismo democrático renuncian a la creación de un Estado-nación y busca una sociedad en que las personas puedan vivir juntas sin instrumentalismo, patriarcado y racismo, una sociedad ética y política, con una estructura de base democrática institucional, a fin de cuentas una democracia sin Estado. En otras palabras, como sostiene el movimiento Autonomía Democrática, explicando que el Kurdistán no es un sistema estatal, sino un sistema democrático de un pueblo sin Estado y ello porque el Estado es un instrumento al servicio de una clase dominante. Para este partido es la afirmación libre y total del hombre que no necesita al Estado porque obstaculiza esa libertad, eso se llama socialismo libertario.

El líder de este movimiento kurdo es Abdullah Öcalan. Se inspiró en el ecoanarquista estadounidense Murray Bookchin, el primero en definir la ecología social y el municipalismo libertario. Las ideas de este investigador se resumen en: “La dominación del hombre por el hombre precedió a la noción de dominar la naturaleza. De hecho, la dominación del ser humano dio lugar a esta misma idea de dominar la naturaleza”. Sostiene que el Estado es un sistema profesional de coacción social.

Las ideas de esta ecoanarquía, en gran parte, ha influido en los líderes y pueblo kurdo, por eso los anarquistas kurdos pretenden establecer “un sistema de gobierno que se compone de diferentes formas políticas no estatales y la construcción de una democracia igualitaria. Esto no es ni nacionalismo ni populismo, es otra historia.

El siglo XXI y la globalización nos están dando sorpresas y esta es otra más. A veces las ideas que parecen muertas pueden revivir y lo que está sucediendo en el Kurdistán es una muestra.

Los anarquistas creen en la libertad como los liberales, pero se diferencian porque para ellos la construcción de esta libertad debe ser sin Estado. En cambio, los liberales le otorgan un rol subsidiario y limitado.

En: elcomercio

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Quiénes son los kurdos y por qué todavía no tienen un Estado

Son la minoría étnica sin Estado propio más importante de todo el Medio Oriente. Más de 30 millones de personas –según los cálculos más conservadores– repartidas en un territorio que hoy se dividen Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero unidos por una lengua propia y una cultura milenaria, el pueblo kurdo nunca ha dejado de soñar con un Kurdistán independiente.

Y algunos creen que la amenaza del grupo autodenominado Estado Islámico podría contribuir a hacer ese sueño realidad.

Por un lado los kurdos se han erigido en una de las más importantes líneas de defensa contra los avances de los yihadistas en el norte de Irak y Siria, obligando a Occidente a reconocerlos como aliados clave en la batalla contra EI.

Y también han aprovechado el debilitamiento de los gobiernos de Bagdad y Damasco para expandir el territorio controlado por las autoridades del Kurdistán iraquí y ganar mayor protagonismo en Siria, donde aspiran a obtener un nivel de autonomía similar al que ya tienen en Irak.

Aunque la reticencia de Turquía a involucrarse directamente en la defensa de Kobane también da una idea de las fuerzas que a lo largo de la historia han evitado la unificación e independencia de la nación kurda.

Unas fuerzas que siguen vigentes en la actualidad.

Ajedrez de siglos

En la esta estratégica ciudad siria de Kobane, ubicada al sur de la frontera turca, un puñado de milicianos kurdos apenas ha logrado resistir a los embates de EI, en buena medida gracias al apoyo de los bombardeos de la coalición occidental.

“Los kurdos de Turquía, sin embargo, están furiosos con las tropas turcas que les impiden cruzar la frontera para pelear al lado de las milicias kurdas en Siria, el YPG”, cuenta el corresponsal de la BBC en Turquía, Mark Lowen.

“Creen que a Turquía le alegraría ver caer a Kobane si eso también significa el fin de las esperanzas kurdas para una entidad autónoma en Siria”, explica.

Y ese sólo es un ejemplo del complicado ajedrez político que lleva décadas –cuando no siglos– evitando la existencia de un Kurdistán independiente.

Esa posibilidad tomó especial fuerza luego de la conclusión de la Primera Guerra Mundial.

Historia milenaria

La historia del pueblo kurdo, sin embargo, empieza mucho antes.

En el año 612 a.C., según los historiadores que consideran a los kurdos descendientes directos de los medos, el imperio que dominó la zona desde esa fecha hasta su anexión por el imperio persa en 6 a.C.

Y durante las posteriores invasiones árabes-musulmanas los kurdos terminarían convirtiéndose al islam, pero sin perder su lengua e identidad distintiva y a pesar de estar divididos en numerosos principados.

Esos principados kurdos se los disputaron por mucho tiempo el Imperio otomano y el persa, que tenían sus capitales en lo que hoy son Turquía e Irán.

Y, en esa pugna, los kurdos terminarían alineándose con el Imperio Otomano por razones religiosas y a cambio de una importante dosis de autonomía que sólo empezaría a ser cuestionada a inicios del siglo XIX.

Esa es una de las razones por las que con el desmembramiento del imperio turco, al final de la Primera Guerra Mundial, algunos kurdos –no todos– empujarían con fuerza la idea de un Kurdistán independiente.

Y la idea sería incluso recomendada por el Tratado de Sèvres, que certificó la rendición del Imperio otomano en 1920.

Un conjunto de factores, sin embargo, terminarían haciéndola impracticable.

Por un lado, los sectores más conservadores de la sociedad kurda, más interesados en la protección de su religión que en un incierto proyecto nacionalista, no veían con buenos ojos la separación de la naciente Turquía, que prometía un Estado islámico de turcos y kurdos y terminó quedándose con la mayor parte del Kurdistán.

Y las potencias occidentales también redibujarían las fronteras para darle partes del territorio habitado por los kurdos a sus protegidos: Siria, en el caso de los franceses, e Irak, para la que Reino Unido reclamó la rica zona petrolera de Mosul.

“Los aliados dibujaron las fronteras en función de sus intereses”, explica Murat Nisancioglu, del servicio turco de la BBC.

“Y ya luego los proyectos nacionalistas a lo interno de los nuevos países, como Turquía, hicieron todo lo posible por aplastar cualquier oposición”, agregó.

Luchando por la independencia

Movimientos independentistas kurdos surgirían luego, inevitablemente, en Turquía, Siria, Irak e Irán.

Pero nunca conseguirían el apoyo real de Occidente, más preocupado por lo que las pretensiones kurdas podía significar para la estabilidad regional.

Y la orientación comunista del PKK –el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, la principal fuerza independentista kurda en Turquía, considerada una organización terrorista por el gobierno de Ankara y sus amigos occidentales– tampoco le ayudaría a los nacionalistas kurdos a granjearse la simpatía de EE.UU. y sus principales aliados.

En la actualidad, Turquía está inmersa en un proceso de paz con el PKK marcado por un acuerdo de cese del fuego alanzado en marzo de 2013, el que muchos esperan represente el final de una lucha armada que inició en 1984 y ha causado más de 40.000 muertos.

Pero el objetivo declarado no es independencia, sino autonomía.

Y el máximo líder el PKK –Abdullah Ocalan, en la cárcel desde 1999– ya advirtió que si Turquía deja que Kobane caiga en manos de Estado Islámico, las conversaciones llegarán a su fin.

En ese contexto, las cada vez más fuertes protestas de los kurdos en Turquía y los recientes ataques del ejército turco en contra de posiciones del PKK –los primeros en dos años– no auguran nada bueno para las negocaciones en Turquía.

Mientras en Irak y Siria el cada vez mayor protagonismo de los kurdos, y las menciones cada vez más frecuentes a la posibilidad de su independencia, también ha generado nerviosismo entre las poblaciones no kurdas con las que comparten algunas áreas y ciudades.

Porque la posibilidad de un Kurdistán independiente está de nuevo en el tapete, con más fuerza que nunca.

Aunque está por verse si esta vez las fuerzas se alinearán del lado de los kurdos, por primera vez.

En: BBC

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