Guerra híbrida contra Venezuela: ¿Hasta dónde llegará Trump?

Tras la masiva votación del 30 de julio y la creciente ilegitimidad interna de las violentas protestas opositoras, Estados Unidos incrementa la intervención en Venezuela. ¿Sanciones económicas y tambores de guerra en el horizonte?

US President Donald Trump, Vice President Mike Pence, and Sen. Marco Rubio with Venezuelan opposition leader Lilian Tintori, February 15, 2017. Twitter/@realDonaldTrump

Las amenazas venían sucediéndose desde hacía semanas y apenas habían pasado algunas horas de la elección para conformar la Asamblea Nacional Constituyente cuando la Casa Blanca anunció nuevas sanciones. En este caso, las represalias apuntan directamente al presidente Nicolás Maduro e implican más una medida de propaganda política que una penalidad económica real, puesto que se dispone el congelamiento de sus bienes personales (que se encuentren en territorio de EE.UU.) y la prohibición de realizar transacciones comerciales y financieras.

Al anunciar la medida el lunes 31 de julio, Herbert McMaster, asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump, señaló que Maduro “se une a un club muy exclusivo”. Sólo cuatro presidentes en ejercicio fueron sancionados de esta manera. Los otros tres son Bashar Al Assad, presidente de Siria; Kim Jong Un, de Corea del Norte y Robert Mugabe, de Zimbabue.

Se trata de la primera sanción de estas características a un presidente de América Latina y el Caribe, lo cual da una idea del estado en que se encuentran las relaciones. Ni siquiera contra Fidel Castro fue emitida una orden similar. Además, otros dos ex presidentes fueron objeto de represalias similares, previo a la invasión de fuerzas militares de EE.UU. y Europa: Saddam Hussein (Irak) y Muamar El Gadafi (Libia). Hoy estos dos países se encuentran destruidos y con una guerra que parece lejos de resolver la “pacificación” de la OTAN, la alianza militar liderada por EEUU.

Junto a McMaster se encontraba el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien calificó las elecciones del 30 de julio como “ilegítimas” y a Maduro como “un dictador que ignora la voluntad del pueblo venezolano”. Hasta donde se sabe, ningún periodista le preguntó su opinión sobre la monarquía que gobierna en Arabia Saudita, uno de los mayores aliados de Washington en Medio Oriente, donde no hay elecciones de ningún tipo y hasta las tímidas protestas son reprimidas con crueldad. Tampoco sobre la situación en Brasil, donde Michel Temer no fue electo por voto alguno.

“Un vocero del emperador Donald Trump dijo que no reconocen la Asamblea Constituyente. ¿Qué carajo nos importa lo que diga Trump?”, había anticipado Maduro el domingo, luego de la elección. “Nos importa lo que dice el pueblo de Venezuela”.

¿Sanciones económicas?

Durante los días previos, todas las especulaciones anticipaban que Trump tomaría una decisión de mucha trascendencia: en un extremo, bloquear las importaciones de petróleo desde Venezuela; en una medida intermedia, “sanciones económicas” que no se precisaron pero que también estarían referidas a la industria petrolera. En concreto, los trascendidos difundidos el mismo domingo por The Wall Street Journal apuntaban a la prohibición de las exportaciones de productos refinados estadounidenses hacia Venezuela y a restricciones en el uso del sistema bancario y el tipo de cambio estadounidenses para PDVSA.

El propio vicepresidente Mike Pence había anunciado el 28 de julio que las represalias serían aleccionadoras, tras informar de una conversación telefónica con Leopoldo López, ahora nuevamente en la cárcel tras incumplir las condiciones de prisión domiciliaria.

Sin embargo, hasta el cierre de este artículo las medidas económicas no se efectivizaron. Sucede que una medida que afectará la industria petrolera podría convertirse en un búmeran, erosionando intereses del propio poder norteamericano. Expresión de estas contradicciones internas es el pedido explícito de la American Fuel and Petrochemical Manufacturers (AFPM), uno de los gremios empresarios más poderosos del país, para que las sanciones no incluyan las importaciones de crudo venezolano.

“Esto perjudicaría a muchas refinerías estadounidenses, en particular a las de las regiones de la Costa del Golfo y la Costa Este, que se han optimizado para utilizar los crudos ácidos producidos en Venezuela”, explicó Chet Thompson, presidente de la AFPM, en una carta enviada al presidente Donald Trump el jueves 27 de julio, en plena ola de rumores, amenazas y -seguramente- un intenso “tira y afloje” entre diferentes lobbys.

De todas maneras, todas las señales indican que la presión se agudizará. Y aunque es difícil prever la política exterior de Trump en detalle, el papel cada vez más influyente de figuras como el senador Marco Rubio no augura un clima de distensión, sino todo lo contrario.

¿Tambores de guerra?

El republicano Marco Rubio es uno de los nuevos halcones que tiene influencia directa sobre la política de Trump. Esta situación genera incluso críticas de publicistas del Departamento de Estado, como es el caso del operador de origen argentino Andrés Oppenheimer, quien en su última columna semanal -que replican los principales periódicos conservadores del continente- le pidió explícitamente a Trump que no “subcontrate” a Rubio para atender la política hacia el continente.

Rubio, junto a figuras como el demócrata Bob Menéndez y la republicana Ileana Ross Lehtinen, desde enero presiona en forma pública y privada para endurecer la política hacia el gobierno que encabeza Nicolás Maduro. Se trata de un sector de ultraderecha con sólidos vínculos con la CIA y la comunidad contrarrevolucionaria cubana que vive en el Estado de Florida.

En los últimos días, el senador Rubio actuó como un virtual vocero de Trump al señalar que el presidente está dispuesto a tomar las medidas “necesarias” si Venezuela avanzaba con la Constituyente. Por si quedaba alguna duda sobre el carácter de la amenaza, aseguró que “todas las opciones están delante del presidente y él está dispuesto a hacer lo necesario, sea lo que sea”.

Considerando la historia de EE.UU. en el mundo entero, y en nuestro continente en particular, difícilmente esas palabras no tengan un sustento concreto en cuanto a acciones de fuerza en el terreno. La guerra híbrida se caracteriza por la articulación de dispositivos de diferentes características: ideológicos, político diplomáticos, económicos, militares. En los próximos días veremos cuál es el camino que preanuncian estas amenazas.

En: telesur