Puno: Lamentable. Órganos de Control Interno no funcionan en los hospitales de la región

Julián Salas Portocarrero, Director de la Dirección Regional de Salud, informó que los Órganos de Control Interno (OCI) en los Hospitales Regionales Manuel Núñez Butrón y Carlos Monje Medrano, no cumplen con su función, muestra de ello es la inexistencia de sanciones por casos irregulares.

“Yo trabaje 30 años en un hospital y nunca he visto una sanción, por ello tengo la autoridad para decir que no funcionan”, dijo al tiempo de indicar que no se puede gobernar si los Órganos de Control no atienen los actos irregulares.

Refirió que debido a las quejas interpuestas ante el Viceministerio de Salud, se puso en conocimiento este caso. “Nosotros no podemos intervenir, ya que no depende de nosotros sancionar, es la Contraloría que debe pronunciarse”, dijo.

Acotó que mediante la ley servir se pidió al Gobierno Regional de Puno, que la Dirección Regional de Salud sea considerada como una institución de categoría B, para asignarles la capacidad sancionadora, ante los actos irregulares que se denuncian en el sector salud.

En: radioondaazul.co

La Jácara

La palabra jácara, (derivada de “jaque”: malhechor), designa en su origen el romance cantado sobre la vida y andanzas de un rufián o valentón, habitualmente acompañado de su dama ‘prostituta’.

La jácara era una pieza muy demandada en el espectáculo teatral barroco, y podía ir como pieza exenta (se representaba entonces en los entreactos) o bien dentro de una comedia o un entremés, para darles variedad.

Poco a poco, se convertirá en una especie de entremés cantado (normalmente por una actriz) o con alternancia de trozos cantados y representados (y a menudo bailables), con protagonistas rufianescos, que por lo general terminan recibiendo su castigo.

La jácara, ya dialogada (recitada), ya entremesada (representada), describe el mundo marginal del hampa, dando entrada a su léxico peculiar, el de la germanía literaria.

Dejando aparte ciertos precedentes como las composiciones recogidas por Juan Hidalgo en “Romances de germanía” (Barcelona, 1609), las jácaras poéticas —con escasas dimensiones teatrales— más célebres son las de Quevedo, que ha sido considerado el creador del género.

Su “Jácara del Escarramán” (1612) se hizo famosísima y conoció infinidad de glosas e imitaciones.

Escribe Felipe B. Pedraza (“De Quevedo a Cervantes: La Génesis de la Jácara“, 2005) : “Si atendemos al Diccionario de autoridades , bajo la voz xácara se nos ofrecen seis acepciones. La primera nos habla de una: «composición poética, que se forma en el que llaman romance, y regularmente se refiere en ella algún suceso particular o extraño».

Y aventura una etimología: «Úsase mucho el cantarla entre los jaques, de donde pudo tomar el nombre».

Al lado de esta primera acepción, hay otras, relacionadas con ella, que definen la jácara como «el tañido que se toca para cantar o bailar», o «una especie de danza, formada al tañido o son propio de la jácara».

En otra, se refiere a los intérpretes y circunstancias en que se ejecuta: «la junta de mozuelos y gente alegre que de noche anda metiendo ruido y cantando por las calles», y aclara: «dícese porque, por lo común, andan cantando alguna jácara».

Y, por último, alude a las consecuencias de estos cánticos: jácara es «la molestia y enfado, tomada la alusión del que causan los que andan cantando alguna jácara»

Como puede verse, a pesar del éxito de la jácara en el teatro durante el siglo XVII y principios del XVIII, el “Diccionario de autoridades” no la vincula a la escena sino es como la composición poética que podía dar origen a uno de los bailes que acompañaban a la representación.

Es más: el territorio en que se desarrolla la jácara es el canto callejero y nocturno […]

Este peculiar género poético, aunque se aclimate al teatro, no parece presentar en su origen relación alguna con lo teatral.

Los rasgos que hoy juzgamos relevantes (por cierto, poco o nada subrayados por el “Diccionario de autoridades”) son dos:
– que tenga como asunto el universo marginal de la delincuencia y la prostitución,
– y que se valga de ese llamativo dialecto que forma el lenguaje de germanía o jerigonza.

A lo largo de su historia, se irán añadiendo otras características que, ocasionalmente, permitirán prescindir de la segunda de estas marcas sin que dejemos de reconocer que estamos ante una jácara.

Por las mismas fechas en que Juan del Encina recurría a los villancicos como cierre de la función teatral, Rodrigo de Reinosa ponía los cimientos temáticos de la jácara al reflejar el mundo prostibulario y delictivo en poemas que -al parecer- poco o nada tenían que ver con el teatro castellano aún no nacido.”

Ver mas en: LAS JÁCARAS: De los burdeles a las catedrales