El Tibet y Cachemira: Esos candados estratégicos

Es interesante observar el destino que le ha tocado vivir a las zonas que se ubican entre países tan cercanos pero con distintas concepciones culturales e ideológicas. Los casos del Tíbet y Cachemira en Asia son un ejemplo de tal situación.

Como sabemos, los principales países que tienen la batuta en el continente asiático son la India y China. Ambos superpoblados e industrializados poseen las economías emergentes más fuertes del mundo y fácilmente podrían expandirse económicamente a todo el mundo instaurando un nuevo orden mundial. Sin embargo, no deseo pecar de pitoniso improvisado y mas bien centrarme en el tema.

Entonces, es conocida la animadversión que existe entre la India y China en diversos aspectos, pero específicamente por el tema del Tíbet. Luego de la Revolución Cultural China liderada por Mao, el ejército popular arrasó con la población de la región del Tibet para posteriormente bautizar la región como Xixang y poblarla con la llegada en masa de gente perteneciente a la étnia Han. La misma situación se ha dado con la población de Uigures quienes son de religión musulmana, lengua de origen túrquico y alfabeto árabe (ligados al turkestán oriental) y que se ubican en la problemática zona de Xinjiang. Es público el sentimiento que existe entre la China y todas las regiones que se encuentran bajo su poder; como dicen, el que mucho abarca poco aprieta y en este caso China aprieta con las justas. Así, la cuestión tibetana ha traído tantos dolores de cabeza para el gobierno chino que inclusive ellos han nombrado a su propia reencarnación del próximo Dalai Lama en desmedro de cualquier jovencito que se atreva a decir que en su vida pasada fue la máxima expresión de la autoridad tibetana. Entonces, hay dos niños reencarnados, uno original y el otro creado por el gobierno chino. Este problema ligado a la intolerancia china respecto de otras religiones generó que se llevara a cabo el exilio del gobierno tibetano al palacio de Dharamsala al noreste de la India. Las fricciones entre ambos paises no han llegado a una escalada de guerra gracias a la existencia de regiones “colchón” como el Tíbet y Cachemira.

Luego de la independencia de la India, los musulmanes que habitaban en la colonia durante el dominio británico pugnaron por escindirse y vivir en una nación propia. Luego de una cruenta guerra civil nació Pakistán pero quedó una región en disputa llamada Cachemira que ha servido de justificación para mantener el equilibrio de poderes en la región asiática. La región se encuentra actualmente dividida entre India, Pakistán y China, y es actualmente uno de los puntos de disputas internacionales más importante de la región. Pakistán controla la región noroccidental (Azad Kashmir), India controla los sectores central y meridional de la región (Jammu y Cachemira), mientras que China ocupa la región nororiental (Aksai Chin).

Si China no tolera al Gobierno de la India que protege bajo su cuidado al Dalai Lama, La India no tolera esa incómoda alianza entre Pakistán y China que la encierran en un peligroso cerco geopolitico y estratégico. Sin embargo, Rusia entra al ruedo y al aliarse con la India, mantiene una alianza estratégica que cierra al gobierno comunista y sus aspiraciones expansionistas territoriales. A pesar de los programas de ayuda económica, convenios de apoyo tecnológico y demás acciones de integración entre estos países; es evidente que se dan en función de mantener la división entre estos 4 aliados por una conveniencia estratégica que pinta de cuerpo entero la frase “divide y vencerás”. Ahora, cabría preguntarse ¿quién es el elemento divisor?. Interesante ¿no?

De este modo, quedan estáticas las aspiraciones expansionistas de estos dos países gracias a dos actores internacionales que fungen de candado estratégico que dudo mucho se pueda abrir salvo que “ése que tiene las llaves del mundo” la abra. Imagino una región asiática integrada y tiemblo. Leer más

El Acompañante: con cinco chicas a mi lado PARTE II

Ni bien pasó el sujeto con cuchillo, otro indeseable pasó por nuestro lado y se escondió detrás de una de las chichonas para luego sacar una reluciente arma de fuego automática que haría gritar a todas las que lo vieron. Parecía un coro de locas y ya me estaban pasando su desesperación. Luego de pensar dije algo que nos salvó la vida esa noche: “CORRAN!”.

Huímos como locos, buscando un escondite a prueba de rocas. Yo corría con dos chicas colgadas en mi brazo derecho y tres que me jalaban el brazo izquierdo. Todo un ganador y con 5 hembras al costado, Gua!. Creo que hasta ahora no he superado esta proeza. Todas me agarraban (Ok, por miedo) y su nerviosismo se notaba en sus punzantes uñas que ya estaban clavadas en mis extremidades. Con tanta tensión en el ambiente no sentía nada, sólo queríamos salir de ahí rápido.

Paró un mototaxi y tres de ellas me soltaron. Que decepción. Se subieron y a los que quedamos nos gritaron “Concordia!”, “Concordia!” (existe un paseo denominado “La Concordia”), pasó otra moto, la detuvimos y le gritamos “Concordia!”. El mototaxi dudó en pasar por donde estaba la bronca, obviamente no lo iba a hacer, y tomó la peor ruta que puede tomar cualquier motorizado: Un camino de tierra no asfaltado. La hermana que más me gustaba estaba a mi lado y las imperfecciones del camino generaban mi deleite cuando, de reojo, miraba al costado un sensacional efecto de la física: Boing, Boing!

Llegamos a “La Concordia” y decidimos cenar algo por ahí. Con cinco chicas al costado, más calmado y sonriente, les dije que contaran lo que pasó por su mente durante lo ocurrido. Todas pensaron que les iba a caer una roca en la cabeza pero que gracias a mi, que les dije que se agacharan, no les pasó nada (aunque en verdad les dije que se agacharan para ver las “lolas” de la hermana más dotada). Esa noche de fuertes emociones la pasé con cinco mujeres y todas sudaron conmigo y me dieron las gracias a su manera (luego fuimos a un bar y todas me bailaron como odaliscas). Por supuesto que yo tenía impresa en la cara una gran sonrisa de ganador. Bien hecho!. Al día siguiente y como consecuencia de aquella acelerada noche, me desperté con arañazos en los brazos y los hombros.
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El Acompañante: con cinco chicas a mi lado – PARTE I

Antes cuando veía a un hombre rodeado de muchas chicas, cruzaban por mi mente dos posibilidades: O es cabro o es medio cabro. Pensando en como pude realizar aquella intolerante apreciación, el cerebro se me convierte en un Budín y hoy le otorgo el beneficio de la duda al “brother”, es decir, está acompañándolas “circunstancialmente”; así como me sucedió hace mucho tiempo.

Eran mis últimos días en Tumbes y estábamos de vacaciones. Las cosas por la casa estaban aburridas y quería salir con la gente que conocía a algún lugar para botar la rigidéz y el marasmo muscular que me causaba el estar echado con la panza al aire en la puerta de mi casa sobre una sábana blanca y con un viento cálido soplándome gentilmente las pelotas.

Mi mejor amigo y yo habíamos quedado en salir con dos amigas que eran hermanas. ellas habían planeado ir a una fiesta en la única discoteca del lugar esa noche y nosotros estábamos invitados. Yo, que casi nunca salía de mi casa, sino a jugar fulbito, quería respirar aire nuevo. Quedamos en encontarnos con las damas en el Paseo de Los Libertadores para después ir a la discoteca a bailar. Íbamos a ser 2 parejas, es decir 4 personas en total; esa fue la apreciación previsora de las cosas que tuve ese día; sin embargo, a mi amigo lo castigaron por responderle a su todopoderoso padre (limpia patio y barre tu cuarto! + ya me voy papá, no puedo = TU NO SALES HOY #%&$*DA!).

En ese tiempo aún no habían llegado los celulares al país y todo acuerdo debía realizarse con horas de anticipación. No existía la hoy tan mentada “comunicación inmediata e ilimitada”.

Caballero nomás, iré yo solo y estaré con dos chicas, cada una cogida de cada brazo. Me sentía bien, las hermanas con las que iba a salir eran conocidas en la ciudad por sus enormes pechos. Pasaban muy advertidos, y ellas “como hacía calor” las sacaban a pasear en tiritas para que se refresquen un rato. Qué chévere!.

Llegué a la hora pactada (9:00 p.m.) y se aparecieron las 2 hermanas y una amiga más. Difícilmente reconocí a la tercera y la saludé preguntándome dónde michi la había visto antes. Bueno, no importaba, la tercera presencia iba a suplir a mi testarudo amigo y ello podría facilitar que yo baile y me tome mis tragos con la mejor equipada del grupo.

– “Bueno, ¿ya nos vamos?” – pregunté con un aire seguro y seductor.
– “Estamos esperando a Liz y a Maria” – me dijeron mis superpoderosas acompañantes.
– “¡Ah! ¿hay más?” – repliqué yo sorprendido.

Pasaron 5 minutos y aparecieron 2 chicas más a quienes nunca había visto, pero estudiaban con las “powergirls”. Volví a preguntar si ya podíamos irnos y todas al unísono dijeron que sí. Estaba rodeado de cinco chicas, todas guapas y llamativas. Me disculparán, pero en esa situación y a los 16 años me sentía como el dueño de un grupo de Geishas, un padrote total, un chulo de primera, todas me seguían y hacían lo que yo les decía.

Primer problema: ¿Cómo nos vamos?. Detuvimos una mototaxi y subieron 3, le dijimos que espere un momento hasta parar otro transporte para subir 3 más. Nuevamente, uno seguía al otro. LLegamos al Paseo Triunfino y nos dijeron que la entrada al local costaba S/. 50.00. Obviamente, yo a esa edad no tenía esa cantidad de dinero en ninguno de mis bolsillos y creo que también las demás chicas. El gorila de la puerta (quien premonitoriamente se parecía al futuro presidente de Venezuela, Hugo Chávez) ofreció la entrada a las “hermanas poderosas” pero ellas, en un loable acto de solidaridad, no aceptaron su invitación.

Nos paramos en medio del paseo triunfino pensando a dónde michi íbamos a ir ahora, y de pronto vimos una estampida de pandilleros que corrían hacia nosotros. Yo, el único hombre, con 5 mujeres al costado veía a una turba de galifardos misios corriendo hacia nosotros.

Sentí que una piedra cayó cerca a nosotros, luego otra roca y otra y otra.

Llovían piedras entre dos bandos y nosotros en medio de la bronca. Puta madre! y ahora? El enfrentamiento hizo que se me ocurriera llavarlas a la estación de policía que estaba al frente, pero incluso desde el muro de protección de la comisaría ahí lanzaban piedras (WTF!?). La policía simplemente no estaba.

En ese momento, pasa uno cerca a nosotros y le dice a una de las chicas “un permisito amiga” mientras le mostraba un cuchillo de cocina brillante y al parecer bien afilado. Ellas gritaron, pero la hoja del cuchillo, felizmente, no estaba reservada para nosotros sino para uno de los tristemente célebres “Tirapiedras” (la pandilla organizada más temida en Tumbes). Las piedras seguirían cayendo. (Leer la 2da parte)

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