Fumar

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Si hay algo que me molesta cuando estoy en un local de comidas o caminando en la calle los fines de semana son las personas que tienen el hábito de fumar. Generalmente te los encuentras sentados por el Haití, el Scarletti y la mayoría de casinos de Miraflores, Surco o San Borja. Cual pollería en pleno auge comercial, cual pachamanca con hojas verdes, cual quema de maleza en el norte, cual fumarolas de tren decimonónico; no cesan de emanar ese olor a quemado de tabaco y alquitrán (sí, ese que utilizan para parchar las pistas) que ciertamente se impregna en las ramificaciones, alveólos y bronquios de sus trajinados pulmones. No es mi asunto, no me importa; si quieren que se metan millones de cigarrillos en sus bocas y los aspiren fuertemente para morir asfixiados. Que hagan lo que deseen, son sus cuerpos y no el mío. Lo que no me gusta es la idea de ser fumador pasivo y tener que ir al hospital por culpa de la excerbación de mis alergias a causa de un cigarrillo ajeno.

Fumar implica algo mas que la simple lucha entre fumadores y no fumadores. Esta rivalidad va más allá de lo evidente por su uso indiscriminado y la imagen de madurez que proyecta. Cuando fumas no jalas ni una hora corriendo, te cansas, toses, y hueles insoportablemente a quemado. Tu rendimiento laboral cae por causa de enfermedades pulmonares y continuas visitas al neumólogo. Fumar te vuelve un leproso moderno. Felizmente ya existe una conciencia sobre el tema y hasta las cajetillas muestran una impactante imagen de algún triste caso de cáncer de boca.

¿Cómo habrá sido la negociación entre las tabacaleras y el Estado? , ¿Én qué puntos habrá cedido el Estado? ¿cuáles habrán sido las concesiones entre ambas? De miedo ¿no?

Me puse a pensar en las consecuencias del hábito de fumar y su impacto en nuestra economía casera: Cuando alguien comienza a fumar por curiosidad (como fue mi caso en un bar de Tumbes en una de esas noches de vacaciones) o por imitación (como la mayoría) se embarca en un circuito de riesgos que se verán a largo plazo. Uno es jóven aún y el cuerpo se regenera con cierta facilidad, no la sientes. Sin embargo, una vez que pasas la segunda década empiezas a sentir la pegada. El larguito te pasa la factura y empiezas a tener taquicardias, cansancio y dolor en la parte media derecha del abdomen y sigues tosiendo con flemas (La flema es el recubrimiento que necesitan las heridas internas). Bueno, retornando al tema; una vez que sientes que ya estas a la mitad del río decides seguir para adelante y escribir poesía sobre tu muerte al costado de un balón de oxígeno, la Declaración de Derechos Humanos y la Constitución avalan la libertad de tu conducta, etc.

Siendo más concreto, puedo decir que fumar nos afecta a todos no sólo en la salud sino a también en el bolsillo: ya cuarentón o por los cincuenta ves a la juventud, descubres lo lindo de la vida y quieres ser parte de ella y el camino de tu conciencia se bifurca: seguir adelante o cambiar. Si decides seguir adelante te vuelves hermitaño y solo sales a comprar más y más cajetillas de cigarrillos a tu complaciente tienda de la esquina. Si decides cambiar, quizás ya es demasiado tarde.

Cuando se decide el cambio ya estas haciendo cola en la seguridad social. Se gastan recursos en los trámites y el tratamiento de casos que pudieron ser prevenidos desde mucho tiempo atrás. Sin embargo, el doctor, las enfermeras, los consultorios tienen que ver casos de cáncer primario y demás patologías relacionadas con el uso del cigarrillo: Enfisemas, bronquios, alergias, asma, etc. Señor! hay gente atrás esperando! con dolencias urgentes y no autoinfligidas. El gasto realizado por fumar afecta nuestros bolsillos porque la seguridad social se cimenta en los aportes que salen de nuestro trabajo. Esa gran bolsa donde entra nuestro dinero mezclado con el de los demás se ve afectada por tratamientos de enfermedades que en principio son previsibles. Ello significa que nosotros pagamos esos tratamientos y se genera un gasto innecesario que no deberíamos pagar porque es como pagar por la cuchillada que se ha hecho un suicida. Ese harakiri, al no ser mortal genera costos. Si te metes un cuchillazo y te mueres no hay problema. Se acabó la rabia y felices todos. Te extrañamos una noche y esperamos ligar con alguna invitada a tu funeral. Así es la cruda realidad.

Pero si te infieres el corte y estas agonizante o sobrevives, entonces te vuelves una carga en la que nuestros aportes se deben agotar en vez de hacerlo en otros casos más urgentes.

En suma, respeto a los fumadores, tengo amigos que fuman pero no me acerco a ellos cuando lo hacen. Los quiero y siempre que fuman no me meto en sus asuntos. Si yo no fumo y estoy con ellos es porque también “me respetan” de alguna forma..aunque sea mínima (sí, a veces me engaño solito). Dicen que parte de la convivencia es soportar y aceptar las diferencias de los otros, pero cuando afectan tu salud, tu proyecto de vida, por más inmediato que este sea, ahí no podemos aceptar esas conductas y suceden situaciones como las que ultimamente estan sucediendo: Prohibido fumar en lugares públicos cerrados, prohibido hacerlo en lugares publicos con ambientes abiertos y cerrados, multas por ser tan tercos, etc.

Yo aprendí a fumar de manos de una chiclayana,
ella me veía imitar al fumador,
y me dijo que debía aspirar.
Le hice caso con temor
y al hacerlo hasta submarinos me animé a realizar.
Me sentía adulto al costado de la chiclayana
en esa oscuridad nebulosa,
donde pudo pasar cualquier otra cosa
que nos haga quedar juntos hasta la mañana.

Felizmente me dí cuenta de lo malo que es fumar, cuando mi amigo “flaco” escupió sangre después de un partido de fútbol y me miró como diciendo “estoy cagado hermano”. Recomiendo leer la obra de Julio Ramón Ribeiro, “Sólo para Fumadores”. Sí, ya sé que es un cuento, pero algo de real debe tener ¿no?

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