Las convincentes muecas de Sil

No eran tiempos de salas 3D o enormes espacios para ver películas. En aquéllos tiempos el cine era un écran de tela blanca con bordes solapados por una inmensa y teatral cortina de tonos rojizos y púrpuras. Una Platea y Mezanine casi llenas y la gente comentando lo grande que iba a ser la función, eran la antesala a una diversión asegurada.

La entrada al cine costaba S/. 5.00 soles y los títulos iban desde “Retroceder Nunca Rendirse Jamás” (Con el entrañable maestro Siam y el siniestro Tong-Po), “Bloodsport” (con ese odioso villano Chong-Li) o “Kickboxer”. Eran los tiempos de los enlatados, no existía internet y la televisión ecuatoriana se ganaba los afectos de la población peruana pues un casi el 60% de su señal se albergaba en los televisores peruanos de Tumbes y sólo un 40% constituía la patriótica señal peruana.

Hacíamos la respectiva cola y comprábamos gaseosas heladas para mitigar el calor nocturno. Esa noche eramos, como se dice, “ocho puntas” y queríamos ver “La Máscara” con Jim Carrey. Era un Boom este tipo verde con compartamiento muy raro que hacía muecas para llegar al corazón de la sensual Cameron Diaz.

Estábamos listos para pagar nuestras entradas cuando de pronto se aparecieron caminando por ahí nuestras amigas del Santa Rosa. Con sonrisas y miraditas nos preguntaron lo obvio: “¿Qué hacen?”- Muy obvio ¿no?, cola. cine, letrero grande con letras verdes, “La Máscara”, canchita, sodas, etc.

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Noche tumbesina con sorpresas

-“Vamos a ver esta pelicula”- le señalé el letrero donde estaba Jim Carrey con traje amarillo, mientras masticaba un pedazo de chocolate y le sonreía con mis dientes manchados de color marrón  (lo hacía por la inseguridad).

-“Ay que monses, vamos a la casa de Patricia!. Vamos, vamos, vamos!”- Nos dijo Sil con una sonrisa que se dibujaba maliciosamente en la comisura de sus labios.

-“¿Qué hay?”- le pregunté yo con hipocresía y sorpresa.

-Una fiesta en su azotea, ¿vamos?- ella me invitaba con esa sonrisa y esa mirada tan provocadoras pero al fin y al cabo falsas.

-“Vamos pues”- le dije mientras yo me limpiaba el chocolate de los dientes con la lengua.

Sil me gustaba, sin embargo yo ya conocía su juego. Si es que un chico le gustaba, ella apostaba con sus amigas que se lo podía “agarrar” (besar nada mas) en un tiempo límite de 2 días o menos.

Eran apuestas sobre las cuales la mayoría de mis amigos mostraban total desconocimiento, felizmente yo tenía buenos informantes que eran mis vecinos y mis vecinas y que frecuentaban el círculo de las apostadoras, y gracias a ellos yo podía conocer todas sus tácticas y planes.

Entre éstos planes estábamos los Alumnos de último año del colegio de los pantalones azules. Como dije, Sil me gustaba, pero ahí nomás; yo no podía estar con una chica así porque no deseaba ser burlado y ya cuidaba este corazón que late a mil por lo sincero hacia otras personas. Me gustaban las personas genuinas y ella, claramente, no lo era.

Aparte creo que tuvo cerca de 15 “enamorados” y eso que ya estaba en mitad de secundaria. Bueno. Saquen sus conclusiones. No, no sean malpensados, saquen la conclusión de que ganó todas las apuestas que realizó. Paga nomás. En esos días, yo era la apuesta pero conmigo no iba ganar nada o tal vez si.

¿Qué gran cosa iba a suceder esa noche?

Mientras salía de la cola con dos amigos más, nos abrimos del grupo y les deseamos a los restantes que tuvieran una gran diversión -“Cuídense y nos vemos, Eh!”

-“Vamos, tomemos un mototaxi!”.

Algo esperado tenía que suceder ese viernes por la noche. Alguien me iría a buscar mas tarde a mi casa.