La Caca de Burro ¿Estas bromeando, no?

La población de Tumbes por tradición ha morado dentro de casas rurales construidas con la útil caña brava, la mezcla de cemento con pajilla y como techo una fresca calamina de metal (aunque ésta puede volverse insoportable a las 12:00 del mediodía si se construye a una baja altura). Estas viviendas eran tan flexibles y ecológicas que no necesitaban de ladrillos y cemento para obtener seguridad frente a inusuales o inexistentes movimientos sísmicos. Su utilidad, frescura, bajo costo y su finalidad ecológica le daban una buena onda al ambiente norteño.

Un día, mientras retornaba del colegio por el corto pero peligroso camino del barrio “El Pacífico”, a la altura del segundo cementerio, vi como un padre y sus 3 hijos construían lo que iba a ser la sala de su futura casa. La verdad no me sorprendió mucho la manera en que la estaban costruyendo: Un puñado de clavos grandes, un atado envolviendo cinco cañas bravas, barro mojado, machetes, palas para revolver el barro, alicates y alambres, escalera, etc; eran los instrumentos que yo normalmente había visto utilizar a los pobladores de otras zonas del Perú en las cuales viví.

En eso me da el alcance “Aldillo car’e caldillo”, un amigo que estaba estudiando dos años menos que yo en mi colegio.

-“¿Que haces?” Me preguntaba él con los ojos medio cerrados por el intenso sol.
-“Viendo como hacen la casa”.
-“Uuuy! de aqui se demorarán hasta el viernes, Shhh” – “Era martes”, me decía a mi mismo mientras sacaba la cuenta con mis dedos y con las pupilas hacia arriba.
-“Y eso que falta lo mas importante” – me decía Aldillo con esa retorcida sonrisa.
-“¿Que más falta ahí? – le preguntaba yo con ese típico desconocimiento de foráneo.
-“El burro pues!” – me gritaba él como si yo estuviera ignorando algo tan vital en la vida como el hecho de comer un bolo a las 12:00 del mediodía.
-“Ah ya!, ¿para que cargue las cosas?”- le preguntaba yo con la finalidad de sacarle la verdad de manera ingenua.
-“No ‘hijo’ (no sé por qué pero a algunos tumbesinos les da por tratarte de ‘hijo’ aún sabiendo que tienen menos edad que su interlocutor), si ya esta todo ahí, ¿o crees que el burro va a subir la escalera?- me decía como si yo fuera nuevo (en efecto, era nuevo y nunca había escuchado del burro como el ingrediente final para la construcción de una casa rural).
-“Bueno, entonces ¿para qué lo necesitan?”
-“Por su caca”- me dijo – “su caca es el elemento esencial, no es la pajilla, no es el barro, ni la habilidad del constructor; es la caca” – me insistió tratando de convencerme de que la caca era como el “quinto elemento” (aire, agua, fuego, tierra y…caca pues!). Así, el amor pasaba a ser un elemento privativo de quienes construían la casa.
-“Ah! entonces es para que ‘descargue’ en vez de que ‘cargue’ “- y me reí con él al imaginar la situación.
-“Si pues” – me decía aliviado y satisfecho de que al fin su foráneo amigo haya compredido.

Nos reimos mucho después de imaginarnos a un pobre burro dando vueltas cual pollo a la brasa mecánico, al mismo estilo de esas cementeras que se utilizan en las construcciones modernas y que dan vueltas sin parar. Alucinando más: con cada vuelta iría soltando caca, dura al comienzo y menos espesa después luego de darle algún laxante con yogurt o algo así, un rebuzno indicaría la falta de alfalfa y los obreros esquivarían peligrosas salpicaduras en el piso. Aquella sería la máquina modelo Pollino-720-HP con motor piajeno. Recuerdo que ese fue uno de los primeros chistes de humor escatológico que tuve en mi vida (después vendrían más).

Aldillo me contó que la caca de burro era utilizada en la construcción de las viviendas rurales porque cumplía no solo una finalidad antisísmica (teniendo en cuenta de que hubo, a lo mucho, 1 temblor en los últimos 30 años) sino además cumplía la función de impermeabilidad ante las torrenciales lluvias de verano. Que esta era una tradición que venía de años desde sus ancestros hasta el día de hoy y, quizás, hasta Felipillo, antes de volverse español, tuvo su casita armada con las heces de algún otro animal que no haya sido traido de Europa. No lo sé, pero en esta última Aldillo no me pudo convencer.

Así, llegué a convencerme de que la caca de burro, era el elemento integrador de la construcción rural. Sin este elemento la construcción se vendría abajo como un castillo de naipes. Carecería de sentido contruir una casita rural sin tener al menos prestado un pollino que buenamente te hiciera el favor. Sin la caca de burro no existiría esa comunión de elementos. De cohesión. En suma, sin la caca de burro, simplemente, lo construído no pegaría.

Con su sonrisa de vivo, Aldillo se separó de mi para ir con dirección a su casa que, como me lo había confesado, estaba hecha con caca “pero” de vaca (al final venía a ser lo mismo sólo que con “otro estilo” según él). Yo aún trataba de explicarme lo raro que sería pegar tus muebles a la pared, colgar los cuadros familiares e incluso al mismo Jesus y la ultima cena en un muro así. Qué herejía!. Yo acostumbraba colocar los cachetes contra la pared durante las noches. Después de haberme enterado de esto, no lo haría más. Ahora, si eres amante de la ecología, esta es tu oportunidad: viaja a Tumbes, consigue un sencillo hospedaje con las características descritas, instálate y empieza la lectura de la biblia en el capítulo del Apocalipsis (que es, en resumen, “el fin de los tiempos”) para ir entrando en onda. Si viviera en una casa así, colocaría mi cama en medio del cuarto.

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