Pasa en la religión como en el amor: el mandato no puede nada, la coacción menos todavía; nada hay más independiente que amar y creer.
Si el cielo os ha amado bastante para haceros ver la verdad, os ha hecho una gran gracia; pero, ¿es propio de los hijos que tienen la herencia de su padre odiar a los que no la han tenido? (Espíritu de las leyes, libro XXV).
Podría hacerse un libro enorme, compuesto todo él de pasajes semejantes. Nuestras historias, nuestros discursos, nuestros sermones, nuestros libros de moral, nuestros catecismos, todos ellos respiran, todos ellos enseñan hoy este deber sagrado de la indulgencia. ¿Por qué fatalidad, por qué inconsecuencia iríamos a desmentir en la práctica una teoría que todos los días proclamamos? Cuando nuestros actos desmienten nuestra moral es porque creemos que hay alguna ventaja para nosotros en hacer lo contrario de lo que enseñamos; pero desde luego no hay ventaja alguna en perseguir a los que no son de nuestra opinión, y en hacernos odiar por ellos. Hay por tanto, repitámoslo una vez más, absurdidad en la intolerancia. Pero, se dirá, quienes están interesados en turbar las conciencias no son absurdos.
Párrafos extraídos de la obra “Tratado sobre la tolerancia” del filósofo francés Voltaire, escrito a fines del siglo XVII. Traducido por Mauro Armiño, cuarta edición de Espasa Calpe, S.A., Madrid 2007.
Creo que la intolerancia esta haciendo que los seres humanos vivamos cada vez más solos.
Claro que hay “absurdidad en la intolerancia”…la misma que en la discriminacion sumo yo. Todo u iluminado Voltarire si tuvo esas palabras en el siglo XVII.
Es cierto Ernesto la intolerancia suele ser absurda, aunque no es tan fácil reconocer cuándo estamos siendo intolerantes, pues solemos asumir que nuestra posición es la correcta.