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Me miró a los ojos
me habló como quién habla a su confesor,
me dijo de su tiempo ido
de sus andares, de sus caídas
de su tristeza, de su orfandad…
Yo como quien no quiere
le ofrecí los míos
enormes, abiertos a sus historias
porque mis ojos no escuchan, pero retienen
y quise entrar en su mundo
para recogerlo, para cobijarlo
para, por lo menos, completar el cuadro.
Y como las fieras mal agradecidas,
fue arrancando mis deseos
¡desgarrando mi bondad!
tuve que huir
mostrando colmillos
¡para salvar un poco la dignidad!
MGC