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Ay – eterno
¡Ay, qué picuda y ay, qué amargamente
me sales, ay, me sales del retiro
del alma, en el origen de la fuente
de la pena, del llanto y del suspiro!
¡Ay, este soy: ay, este que me miro
pero que no me puedo ver frecuente,
este que rabio y este que deliro
bajo la mala sombra de mi frente!
En un ay paso el día más sereno:
un ay me empina y ¡ay! otro me acuesta;
un ay se va y otro ay viene en seguida.
Dolor del mundo de criaturas lleno,
dolor de Dios y de la carne ésta
que me tendrá en un ay toda la vida.
Autor: Miguel Hernández.