HECHOS POR EL MAL

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He oído frecuentemente, en la televisión, en las películas, en casa, decir, cuando alguien comete algo malo, la sentencia – ¡estás hecho por el mal! – de hecho, yo la repito en un arranque de ira para recordar al sentenciado en cuestión que es realmente malo.

En el fondo, claro, uno no se cree esta frase, después de tantos años alimentados con el cariño de la madre y el padre, con las lecciones de comunicación, historia, moral y religión, uno no puede creer realmente que el ser humano esté hecho por el mal.

Pero la naturaleza de nuestros actos, nuestros exabruptos, nuestras tendencias, parecen confirmar que ¡estamos hechos por el mal!

Somos tan abiertos a aquello que a la larga nos contamina, o nos induce a causar mal o tristeza en otros. ¡Con qué facilidad cedemos a la soberbia! Con que alegría nos aletargamos y entregamos a los placeres vulgares… La envidia nos invade en cuestión de segundos cuando el enemigo asciende el escalón que nosotros no pudimos; ¡la hipocresía nos dibuja una sonrisa congelada sin mayor esfuerzo!

Nuestra naturaleza, nuestros poros, nuestras ganas, nuestros sentidos pueden ser capturados fácilmente por las cuestiones vanas, escandalosas, mordaces, ¡corrosivas!

Lo mismo que el hierro, al que encontramos naturalmente en forma de óxido; y al que, para volver útil, fuerte, ¡valioso acero! Hay que procesar, invirtiendo para ello una gran cantidad de energía y esfuerzo. Y, aun así, si dejas al aire libre un fragmento de acero, cuya composición es un noventaiocho por ciento de hierro, en poco tiempo empezará a formar ¡óxido de hierro! El metal se entregará a las leyes naturales, se dejará atrapar por los gases que lo intoxican para convertirse en óxido de hierro, compuesto pobre, quebradizo, permeable, ¡inservible!

Así el hombre también se entrega en forma natural y alegre a las cuestiones que lo intoxican.

Pero el hombre, que todo necesita y todo lo invade, saca de su estado natural al hierro, lo lava, lo separa de las impurezas, lo procesa, lo fortifica, ¡lo transforma! El hierro convertido ahora en acero: brilla, es fuerte, es útil ¡es sorprendente!

Si los hombres, hechos por el mal, podemos hacer cosas buenas, podemos ¡transformar!

¿Qué alquimista, qué transformador, nos descubrirá diariamente, nos separará, nos purificará, nos procesará, nos fortificará, nos transformará?

MG
Abril, 2015

 

EMBRIAGAOS

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Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándolos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar.

Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.

Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la verde hierba de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán: “¡Es hora de embriagarse!” Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os plazca.

De: Spleen de París, pequeños poemas en prosa.                                                           Autor: Charles Baudelaire (1821 – 1867)

ORACIÓN TOTAL

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En el nombre del padre, del hijo y de la madre.

En el nombre del hombre, del pan y del espíritu.

Ahora y en la hora

devuélvenos el día para seguir luchando.

 

En el nombre del suave, del heroico y el trágico.

En el nombre del santo, del hereje y el cálido.

Ahora y en la hora

devuélvenos el día para seguir amando.

 

En el nombre del niño, del cordero y el lobo.

En el nombre del fruto, de la flor y del árbol.

En el nombre del ala, del impulso y el pájaro.

Ahora y en la hora propicia y duradera,

duplica nuestras fuerzas para seguir luchando.

 

Devuélvenos el día en el nombre del pobre.

Devuélvenos el día en el nombre del justo.

Devuélvenos el día en el nombre del pálido.

Ahora y en la hora,

ahora y en la tierra

devuélvenos el día para seguir viviendo.

 

Para seguir amando, luchando y resistiendo,

para seguir viviendo con tiempo y con espacio,

aumenta nuestra fuerza de amor y de entusiasmo.

 

En el nombre del vivo y en el nombre del muerto.

En el nombre de todos y en tu nombre, Justicia,

devuélvenos el alma para seguir luchando,

ahora y en la hora del hombre y el gusano.

De: ALEJANDRO ROMUALDO (Perú, 1926)

Poema extraído de “Y LA ESPIGA SERÁ POR FIN ESPIGA” Primer encuentro del Consejo de Integración Cultural Latinoamericano (CICLA) realizado en Lima el 13 de noviembre de 1986.

SONETOS – I

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INMÓVIL en la luz, pero danzante,

tu movimiento a la quietud que cría

en la cima del vértigo se alía

deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

 

Luz que no se derrama, ya diamante,

fija en la rotación del mediodía,

sol que no se consume ni se enfría

de cenizas y llama equidistante.

 

Tu salto es un segundo congelado

que ni apresura el tiempo ni lo mata:

preso en su movimiento ensimismado

 

tu cuerpo de sí mismo se desata

y cae y se dispersa tu blancura

y vuelves a ser agua y tierra obscura.

 

Autor: Octavio Paz.

Obtenido de: LIBERTAD BAJO PALABRA – Obra poética (1935-1957)

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!

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Yo soy el poeta del Cuerpo y yo soy el poeta del Alma

Los placeres del cielo están conmigo, y las torturas

del infierno están conmigo también.

Injerto y multiplico en mí mismo los primeros; los

últimos, os traduzco a una nueva lengua.

Soy el poeta de la mujer tanto como el poeta del hombre.

Y digo que es tan grande ser mujer como ser hombre.

Y digo que nada hay tan grande como ser la madre de los hombres.

Canto la canción del crecimiento y del orgullo.

Bastante hemos implorado y nos hemos humillado.

Muestro que el tamaño es sólo desarrollo.

¿Habéis sobrepasado a los demás? ¿Sois el presidente?

Es una bagatela. Todos pueden llegar allí, y todos pueden

llegar más acá.

Walt Whitman (1819 – 1892) – Poeta estadounidense.

Cien años de soledad

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Siempre pensé que se trataba de una obra larga y confusa, al menos eso me pareció después de comentarios de compañeras de clase, que no lograban mantener la identidad de los personajes a medida que avanzaban en la lectura.  Después de leerla debo concordar con quienes la aclaman, ¡es fascinante! Dejo algunos párrafos y frases que me parecen memorables:

“Había tenido que promover treinta y dos guerras, y había tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso el privilegio de la simplicidad” 

“El coronel Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad” 

“Uno no muere cuando debe, sino cuando puede” 

“El mundo habrá acabado de joderse – dijo entonces – el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga” 

“… que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera” 

“Las obsesiones predominantes prevalecen contra la muerte” 

Recuperado de:  CIEN AÑOS DE SOLEDAD, Autor: Gabriel García Márquez

¿Por qué son nuestros políticos más caudillos que esclavos?

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“El impulso hacia el poder tiene dos formas: explícita en los caudillos; implícita en los secuaces. Cuando los hombres siguen voluntariamente al caudillo, lo hacen con el propósito de adquirir el poder para el grupo que él manda, y sienten que los triunfos del caudillo son suyos. Muchos hombres no sienten en sí mismos la competencia necesaria para dirigir el grupo hacia la victoria y en consecuencia buscan un capitán que parezca poseer el coraje y la capacidad necesarios para alcanzar la supremacía ⌈…⌉ ” Si esta moral, como acusaba Nietzshe es una moral de esclavos, “todo soldado de fortuna que soporta los rigores de una campaña y todo político que trabaja activamente en las elecciones debe ser considerado como un esclavo. Pero de hecho, en cualquier empresa auténticamente cooperativa, el secuaz no es psicológicamente más esclavo que el caudillo”

Párrafo extraído de la obra “El poder” del filósofo, escritor, matemático y sociólogo británico Bertrand Russell (1872 – 1970) quien recibió en 1950 el Premio Nobel de Literatura. (páginas 16 y 17)

 

 

 

Lo complejo de la identidad

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Alfredo Barnechea periodista y político peruano presenta en su obra “Perú, país de metal y de melancolía” una serie de episodios y crónicas interesantes sobre la historia de nuestro país de los que, en su mayoría, obtuvo testimonio de primer orden . A continuación el extracto de algunos párrafos que tratan específicamente de dos perspectivas opuestas respecto a la complejidad de nuestra identidad.

“La literatura peruana ofrece dos versiones para afrontar el drama, o la complejidad, de la peruanidad. Una es la de Vargas Llosa, y la otra es la de José María Arguedas. Uchuraccay no pertenecía al mundo de Vargas Llosa. Pertenecía, como un mudo telón de fondo, al mundo indígena y rural de las novelas del indigenismo. Pertenecía al mundo de Arguedas.

A Vargas Llosa lo rondó siempre la figura de Arguedas. Era la otra cara del alma peruana, distinta pero complementaria a la suya. Un espejo en el que debíamos mirarnos para completar “el país de las mil caras”, como denominaría al Perú en uno de sus artículos.

Vargas Llosa y Arguedas han representado, en la literatura peruana de este siglo, dos mundos divergentes, dos polos del Perú, con el simbolismo que acaso sólo puede transmitir la literatura. Para decirlo con el título de Arguedas, han representado a los dos zorros: al de abajo, del mundo de la costa y  la ciudad, y al de arriba, del mundo rural de los Andes y la aldea. Hablamos, pues, del mundo criollo y del mundo indígena. Por eso es apasionante el diálogo entre estos escritores, como el que mostró ese libro, que constituye un ensayo sobre esa fragmentada e inconclusa totalidad que somos los peruanos  (Aquí el autor alude al libro publicado por Vargas Llosa y posterior a la muerte de Arguedas: La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo).

Aunque había frecuentado su obra desde la universidad, el mundo de Arguedas le saltó a Vargas Llosa a la cara cuando ocurrió la tragedia de Uchuraccay. Su participación en la comisión que investigó esa tragedia es uno de  los acontecimientos cruciales de su biografía política. Uchuraccay y lo que rodeó a ese horrendo crimen constituyeron la resurrección pública de un país arcaico y remoto, con el consiguiente estallido de mitos, prejuicios, ideologías y pasiones sobre los Andes y los indios.

Según Vargas Llosa, la obra de Arguedas es la añoranza de un mundo primitivo y gregario: el de la tribu, “colectividad aún no escindida en individuos, inmersa mágicamente en una naturaleza con la que se identifica“. Para Arguedas, la sociedad moderna era una impostura en la que el individuo se hallaba desamparado, “a merced de fuerzas hostiles que a cada paso amenazan con destruirlo.

El mundo de Vargas Llosa es enteramente diferente. En ese orbe, el individuo ya se ha emancipado de la tribu, se encuentra con la ciudad hostil y sus personajes son seres desarraigados que combaten en ella. Es la novela del antihéroe. Mientras en Arguedas la naturaleza absorbe la narración, en Vargas Llosa es la historia la que lo hace. Por eso, en Arguedas lo más persuasivo es la descripción de ríos, árboles o pájaros, y en Vargas Llosa lo son los diálogos que pronuncian personajes ambivalentes y complejos. Mientras en Vargas Llosa nos enfrentamos a individuos libres, que eligen esa libertad al modo de Sartre, “el lenguaje inventado de los indios de Yawar Fiesta, de sintaxis desgarrada, intercalado de quechuismos, de palabras castellanas que la escritura fonética desfigura, no expresa a un individuo, siempre a una muchedumbre, la que, a la hora de comunicarse, lo hace con voz plural, como un coro”. Es el mundo de Levi-Strauss contra el de Karl Popper.

El libro de Barnechea  es una serie de episodios autobiográficos, en los que la búsqueda frecuente es la identidad de los peruanos. En el epílogo ensaya una respuesta acorde al tiempo:

Menos rural, este nuevo peruano es, por supuesto, más internacional que cualquiera de sus predecesores, y es contemporáneo, en consecuencia, de uno de los grandes fenómenos de nuestro tiempo: el de los ciudadanos nómades, aquellos que nacieron en un país, se educaron en otro, se mudaron a trabajar en un tercero, y sus hijos viven ahora en un cuarto. Más que a naciones, sus memorias están atadas a ciudades. Sus hijos son niños-nintendo: juegan los mismos juegos en Lima que en Singapur o en El Cairo. Sus héroes y mitos no provienen de imaginarios nacionales sino de uno etéreo: el éter de la televisión por cable.

Por todo eso, hay quienes creen que la era digital es una era “sin locación”. Quizá este sea el verdadero choque de civilizaciones: el viejo nacionalismo versus esas experiencias novedosas de exilio o de mera deslocalización.

El exilio es, por supuesto, una realidad inmemorial de los hombres, pero el mundo contemporáneo ha presenciado este otro tipo de exilio, y sin él no se lo puede entender.

En un artículo titulado “Modern Odyseys”, Roger Cohen ha escrito que “puedes vivir en otro lugar por décadas y aun así ese lugar sólo es en tu corazón un sitio para acampar, un lugar para pasar la noche, pero arrancado de todo destino colectivo”.

Es indudable que el ser humano requiere de “su espacio”, del salir de la tribu para vivir su libertad, para descubrir y descubrirse; pero es cierto también que el legado ancestral es genético, con base científica, y espiritual para quienes lo consideramos, con base en la fe. El impulso de la libertad abre fronteras, derriba tabúes, amplia el horizonte; el calor del hogar, nos une, nos afirma, nos fortalece. Debe existir un tiempo, un espacio o una dimensión en la que el individuo, conquistador de nuevos horizontes, incorpore a los suyos, incorpore al colectivo a la amplitud alcanzada; conseguirá entonces extender y fortalecer su identidad, su cultura.

MGC

Referencia:

Barnechea, A. (2011). Perú, país de metal y de melancolía. Memorias de una educación política (pp.  207-303). Lima: FCE, 2011.

Gracias a Borges y su ‘OTRO POEMA DE LOS DONES’

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OTRO POEMA DE LOS DONES

Gracias quiero dar al divino

laberinto de los efectos y de las causas

por la diversidad de las criaturas

que forman este singular universo,

por la razón, que no cesará de soñar

con un plano del laberinto,

por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,

por el amor, que nos deja ver a los otros

como los ve la divinidad,

por el firme diamante y el agua suelta,

por el álgebra, palacio de precisos cristales,

por las místicas monedas de Ángel Silesio,

por Schopenhauer,

que acaso descifró el universo,

por el fulgor del fuego

que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,

por la caoba, el cedro y el sándalo,

por el pan y la sal,

por el misterio de la rosa

que prodiga color y que no lo ve,

por ciertas vísperas y días de 1955,

por los duros troperos que en la llanura

arrean los animales y el alba,

por la mañana en Montevideo,

por el arte de la amistad,

por el último día de Sócrates,

por las palabras que en un crepúsculo se dijeron

de una cruz a otra cruz,

por aquel sueño del Islam que abarcó

mil noches y una noche,

por aquel otro sueño del infierno,

de la torre del fuego que purifica

y de las esferas gloriosas,

por Swedenborg,

que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,

por los ríos secretos e inmemoriales

que convergen en mí,

por el idioma que,, hace siglos, hablé en Nortumbria,

por la espada y el arpa de los sajones,

por el mar, que es un desierto resplandeciente

y una cifra de cosas que no sabemos

y un epitafio de los vikings,

por la música verbal de Inglaterra,

por la música verbal de Alemania,

por el oro, que relumbra en los versos,

por el épico invierno,

por el nombre de un libro que no he leído: Gesta dei per Francos,

por Verlaine, inocente como los pájaros,

por el prisma de cristal y la pesa de bronce,

por las rayas del tigre,

por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,

por la mañana en Texas,

por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral

y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,

por Séneca y Lucano, de Córdoba,

que antes del español escribieron

toda la literatura española,

por el geométrico y bizarro ajedrez,

por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,

por el olor medicinal de los eucaliptos,

por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,

por el olvido, que anula o modifica el pasado,

por la costumbre,

que nos repite y nos confirma como un espejo,

por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,

por la noche, su tiniebla y su astronomía,

por el valor y la felicidad de los otros,

por la patria, sentida en los jazmines

o en una vieja espada,

por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,

por el hecho de que el poema es inagotable

y se confunde con la suma de las criaturas

y no llegará jamás al último verso

y varía según los hombres,

por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos

por morir tan despacio,

por los minutos que preceden al sueño,

por el sueño y la muerte,

esos dos tesoros ocultos,

por los íntimos dones que no enumero,

por la música, misteriosa forma del tiempo.

 

Autor: Jorge Luis Borges    

De: Nueva antología personal

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