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Un cumpleaños repetitivo

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Abro los ojos. La luz entra apenas por la rendija de mis persianas. Siento un letargo apoderarse de todo mi cuerpo mientras me envuelvo entre las colchas para dormir un rato más. Hoy cumplo un año más de vida. Un año más de esta monótona e insufrible existencia.

Horas más tarde los ladridos estruendosos de Sparky, mi perro salchicha, me terminan de despertar. Observo con pesadez la deprimente decoración de mi apartamento. Mi mirada se fija en mi calendario personal. Recuento una a una las aspas rojas que uso para marcar un nuevo día.

-No puede ser. ¿Sparky has dejado entrar a alguien a la casa? –increpo a mi mascota.

Sparky me contesta con una mirada llena de resentimiento. Y luego me babea en señal de cariño.

-Maldito perro bipolar.

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Vuelvo a poner toda mi atención en el calendario. Es imposi

ble que el calendario termine justamente antes de mi cumpleaños en mitad de junio. No hay más espacios ni números después, ni hay más hojas donde deberían estar el resto de meses. Ya no podré marcar ninguna otra cruz.

Reflexiono por algunos minutos la situación en la que me encuentro.

-¡Este día no existe! –concluyo en una exclamación.

Atravieso mi habitación hasta la salita de estar, aún en trance y examinando todas las posibilidades que esta realidad me ofrece. La sala hedía a orines de perro. Tomo la bolsa enorme de Pedigree que había comprado y le abro una perforación en la base.

-Sparky ahora tendrás comida para toda la semana.

Me dirijo hacia el baño y prendo la música a todo volumen. Abro la llave de agua caliente y vierto en la tina todo el jabón espumante. Me sumerjo en el agua que poco a poco va subiendo su nivel y jalo la cortina plástica para dentro. Me protejo con ella a manera de crisálida mientras el plástico se pega a mi cuerpo desnudo. El agua alcanza su máxima temperatura y su nivel ya casi roza el borde de la tina. Sumerjo la cabeza. Lo último que escucho es una canción de hace dos décadas en honor a los excesos de la vida.

-Esta mujer está loca, intentó quitarse la vida y no ha parado de decir que este día no existe  -explicó el policía que encontró Sparky para rescatarme- denle la atención necesaria.

Amanece un nuevo día. Me despierto con una camisa de fuerza, en la cama de un centro de reposo mental. En mi cómoda yace un calendario, esta vez completo, las aspas rojas se detienen a mitad del mes, un día antes de mi cumpleaños, solo que esta vez sí queda espacio libre para marcar el día de mi cumpleaños y el resto de días. 

 

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