Drake en el mar de Arequipa
Algunos daban nombres de músicos y políticos, yo calculaba si era Meiggs o Drake el más famoso que haya pasado por Mejía. Henry Meiggs fue el genio que orquestó ferrocarriles en tiempo récord, reconocido en la historia local del 1800s, frente a Sir Francis Drake a quien no se le suele vincular con la Arequipa del 1500s.
Películas, documentales y novelas lo mitifican. El corsario que dio la vuelta al Mundo partió con 5 barcos, pero llegó solo con uno que le bastó para estampar su nombre en los siglos. Tras la hazaña en el Perú, tuvo una recepción triunfal en Inglaterra a tal grado que la reina lo nombró caballero.
Drake ingresó al Océano Pacífico por el temido Estrecho de Magallanes con un hábil piloto portugués. Después de surcar puertos chilenos, su gente asaltó 3 embarcaciones en Arica, entonces jurisdicción de Arequipa. Cargaron con botijas de vino, 12mil pesos en barras de plata y pasaron al puerto de la ciudad volcánica, llamado Chule, que hoy se debate si fue Mejía o Mollendo, en todo caso, la misma bahía en ese verano de 1579.
Hay historias que se asemejan a la literatura. La caleta era angosta, fondable, de agua tan clara que podían contar las arenas, según el dominico Reginaldo de Lizárraga que estuvo allí antes de que el volcán Huaynaputina cambiara la geografía local en 1600. Por su pluma sabemos parte de lo que Drake hizo en la costa peruana.
Un emisario de Arica -a quien no dejaron de llamar chasqui en la colonia- avisó a puertos vecinos que venían los piratas. Marinos, arrieros y camanchacas pescadores de Chule descargaron apresurados las mercaderías que estaban en un barco que acopiaba carga. Enterraron lingotes del quinto real impuesto que los mineros del Sur del Perú cumplían con el Rey y se refugiaron en las lomas. Vieron entonces al corsario tomar el barco vacío, enfadarse, arrastrarlo con su galeón hasta altamar y dejarlo a la deriva para enrumbar a Lima, Ciudad de los Reyes, a la par de un mensajero de Chule que llegaba por tierra antes que el corsario inglés.
A las afueras de la ciudad, en la zona de Surco, el Corregidor pudo notar un tufo a alcohol y no le creyó nada al mensajero, lo tomó por loco, y antes que diera aviso al Virrey, lo hizo apresar. Pocos creían probable que alguien podía cruzar el Estrecho y ponerse a asaltar. Tan despreocupados andaban los puertos del Sur que no solían tener defensas.
El luterano Drake llegó al católico Callao inadvertido. Lo ridiculizó cortando los cables de los barcos y se escapó con la plata que robó. Como muchos ingleses de su tiempo, odiaba a los hispanos en cuyas manos perdió amigos y familiares. Él lo tomaba personal, pero era en el fondo un conflicto, variante de guerra asimétrica, que no ocultaba creencias religiosas ni geopolíticas. De allí que la diferencia entre corsario y pirata sea que el primero era avalado por una monarquía.
Alguien famoso normalmente despierta pasiones, polariza como imán. Drake sigue siendo celebrado por ingleses e insultado por otros como ladrón, uno realmente trascendente, pues fue la deshonra en la trayectoria del virrey más estudiado en el Perú, Francisco de Toledo, quien improvisó un par de embarcaciones para perseguirlo, pero no lo alcanzaron. Tras él iba también uno de los Mexia quien se enteraría años luego que Francisco, como lo llamaban, circunnavegó el planeta llegando a casa como héroe.
Siglos delante me siento en la playa de Chule y creo ver el barco de Drake perdiéndose en el horizonte. La ficción suele confundirse con la historia, pero esta es real y sucedió entre Mollendo y Mejía hace tanto que a veces lo olvidamos.