UNA OPORTUNIDAD MÁS

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Las últimas semanas hemos sido testigos del horror que nuestros hermanos del norte han sufrido producto de la fuerza de la naturaleza. Tristeza, miseria, hambre, desesperación y destrucción son el común denominador de este “Niño costero”. Pero, como dice el refrán, “mientras haya vida, hay esperanza”, y lo más hermoso de esta vida es que siempre podemos tener una oportunidad más.

Tenemos una oportunidad más para poder corregir errores y evitar futuros desastres similares. En primer lugar, tenemos una oportunidad más para prepararnos como sociedad. Vivimos en una zona expuesta a muchos fenómenos naturales: sismos, erupciones volcánicas, huaicos, sequías, lluvias torrenciales, etc.; sin embargo nos hemos preparado para el primero de esos fenómenos y hemos descuidado nuestra preparación para aquellos fenómenos que creíamos superados y que ahora nos pasan factura. Nuestra cultura de prevención ante los riesgos medioambientales debe ser replanteada y nuestra preparación ante ellos debe ser mejorada.

Tenemos una oportunidad más para poder elegir mejores representantes: presidentes, congresistas, gobernadores regionales, alcaldes provinciales y distritales. Vemos con espanto como puentes que debieron durar por lo menos 20 años, se caen (o mejor dicho, se desploman) a los 5 años. Vemos como plantas de tratamiento de agua que costaron millones al tesoro público, hoy en día (6 años después de haberse inaugurado), no funcionan adecuadamente y se caen a pedazos. Vemos con vergüenza ajena como algunas autoridades locales malgastaron el dinero que estaba destinado a prevención de desastres en obras sin mayor impacto social. Vemos como algunos parlamentarios aprovechan el desastre para obtener réditos políticos; y en el colmo de la viveza peruana, vemos como ex candidatas (o futuras candidatas) presidenciales se aprovechan de la necesidad de los más pobres haciendo quedar mal al gobierno y entregando donaciones con el logo de su partido político. Nuestra memoria colectiva no puede estar tan mal como para premiar, en futuras elecciones, a las autoridades que ahora nos defraudan en lo más sensible: la necesidad de los que han caído en desgracia.

Tenemos una oportunidad más de planificar territorialmente nuestro país. Esta tarea será ardua y de largo aliento, pero que esta desgracia sirva para que nuestras autoridades planifiquen de una mejor forma el crecimiento y expansión en las ciudades; para que exista (no solo en el papel, sino en la práctica) una adecuada política de población que considere y planifique seriamente la migración. Que esta desgracia sirva para que tomemos conciencia de que no podemos construir nuestras casas en la faldas de los volcanes, en las riberas de los ríos, en las quebradas, cerca de las torrenteras, etc. Que asumamos que estos cambios tan bruscos en el clima no son más que una consecuencia de nuestro accionar destructivo sobre el medio ambiente. Que empecemos a vivir en armonía con nuestro único hogar: la Tierra y que la tratemos como lo que es, nuestra casa.

Tenemos una oportunidad más, ¿qué haremos con ella?

 

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